Donald Trump va a perder las elecciones y Silicon Valley va a perder una oportunidad para avanzar. Para, como dicen los anglosajones, demostrar que son capaces de andar lo que dicen. En San Francisco y sus alrededores se les llena la boca hablando de diversidad, de avanzar hacia el futuro y de la importancia de las minorías cuando en realidad la mayoría de sus empresas siguen siendo una constelación de racismo, sexismo y discriminación por edad subconsciente, cuando no completamente activa, pública y sin tapujos.
Peter Thiel es uno de los mayores inversores del ecosistema del Valley, mil millonario gracias a sus múltiples e inteligentes inversiones del pasado. Es uno de los miembros de la “PayPal Mafia” el nombre cariñoso que recibe un grupo de inversores capitalistas y emprendedores en serie que propulsaron su carrera tras la multimillonaria venta de PayPal a eBay en 2002. De ahí esos millones que han salido las inversiones principales para construir Tesla, YouTube, SpaceX, Yelp, Palantir, Facebook, LinkedIn, decenas de compañías menos exitosas, y centenas de fracasos. Es el espíritu de Silicon Valley.
Peter Thiel también es uno de los partidarios más fieles de Donald Trump, el candidato del Partido Republicano a la Casa Blanca. Después de que se revelara una donación de 1,25 millones de dólares de Thiel a Trump a través de los denominados SuperPAC, organizaciones que permiten canalizar dinero a las intereses alineados con las campañas de un político, la posición de Thiel ha dividido en dos al ecosistema emprendedor estadounidenses.
Por una parte, Donald Trump es un acosador, misógino, homófobo y xenófobo. Que quiere eliminar cualquier resquicio de acuerdos de libre-comercio de su país, que abusa laboralmente de sus empleados y sus contratistas, explota al máximo la legislación de impuestos a su favor mientras se declaraba múltiples ocasiones en bancarrota, entre otros apartados de su currículum. Peter Thiel por su parte utiliza su infinita cuenta bancaria para fundar campañas judiciales contra sus “enemigos”, como por ejemplo, su guerra abierta contra Gawker, una publicación que contó que era homosexual, algo de lo que Thiel no ha ocultado y de lo que se ha demostrado muy orgulloso.
Siendo Thiel un libertario en contra de las regulaciones del mercado, inmigrante —nacido en Alemania— y homosexual, surge la pregunta: ¿por qué apoya a Trump? En un libro publicado por Thiel en 1995 se han empezado a encontrar razones. El hoy multimillonario hablaba que las violaciones durante las citas —más conocido como date rape, una lacra que plaga nuestras sociedades— “es ridículo pensar que alguien que ha sido violado podría no saberlo y tener marcas físicas”. “Una mujer podría ‘darse cuenta’ de que le habrían violado al día siguiente o días después”. “Si el alcohol les hizo hacerlo, ¿por qué debería importar más el consentimiento de la mujer?, para pasar a definir una violación durante una cita como: “seducciones de las que luego nos arrepentimos”. Y asesinar es apretar un muelle que activa un mecanismo. No, señor Thiel. No significa no, violar es violar, y matar es matar.
Sus socios le defienden
Sus socios en el Valley reniegan de sus apoyos políticos, pero no quieren quitarse a Thiel de su lado.
Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Facebook, defendió a Thiel, uno de sus máximos accionistas y miembro de su junta, en un mensaje interno a sus empleados. Zuckerberg se centró en ponerlo como una “opinión política”, encuadrando las acciones de Thiel como parte de un conflicto entre Hillary Clinton y Donald Trump. Como si Donald Trump fuera simplemente otra opción aceptable y respetable a pesar de sus derivas autoritarias y comportamientos irresponsables, dañinos y en contra de tantos colectivos (inmigrantes, mujeres, gays, minorías étnicas) que forman una mayoría de la población.
Y-Combinator, uno de los motores de inversiones de capital riesgo de Silicon Valley tiene a Thiel como “socio a tiempo parcial”. Sus líderes, Sam Altman y Paul Graham consideran a Donald Trump un “peligro” para el mundo, pero no cortarán su relación con Thiel. En sus comunicados aducen razones de diversidad e inclusión, y se han encargado de remarcar mucho lo de “a tiempo parcial” estos días. Que no se pueden cortar relaciones de negocios por motivos políticos.
Camuflar de “opiniones políticas” el acoso a la mujer, la xenofobia, la homofobia, el racismo y las mentiras abiertas es un gran error. Thiel podría haber donado dinero a otros candidatos Republicanos como Bush, Rubio o Kasich, o al candidato Libertario Gary Johnson, pero ha elegido poner su dinero a trabajar por el candidato Trump. Camuflar de “diversidad e inclusión” las razones para mantener a Thiel es irónico. No se puede hablar de diversidad e inclusión a los que abogan contra las meras ideas de diversidad e inclusión. El objetivo de la diversidad es conseguir que colectivos y demográficos mal representados tengan las mismas oportunidades. ¿Qué inclusión hace falta para que un millonario, blanco, cisgénero y super-rico triunfe en Silicon Valley? Ninguna.
No nos engañemos, Thiel podría haber donado su dinero a cualquier candidato que comparta sus ideas políticas y económicas, pero que no abogue por la deportación masiva de millones de familias, que no acosase a decenas de mujeres y que no realice de forma constante declaraciones racistas y sexistas. Pero no lo ha hecho.