"Mouchos, coruxas, sapos e bruxas; demos, trasnos e diaños; espíritos das neboadas veigas, corvos, pintegas e meigas; rabo ergueito de gato negro e todos os feitizos das menciñeiras"
"Búhos, lechuzas, sapos y brujas; demonios, duendes y diablos; espíritus de las vegas llenas de niebla, cuervos, salamandras y hechiceras; rabo erguido de gato negro y todos los hechizos de las curanderas"
Así empieza el conxuro gallego que da paso a la preparación de la tradicional queimada en Galicia. Su compositor, Marcos Abalo, confesó que el conxuro nació en una noche de juerga a bordo de un barco decomisado en el puerto de Vigo. Corría el año 1967 y su joven autor quizo entremezclar símbolos mitológicos con una bebida clásica a base de aguardiente, azúcar y ralladura de limón.
La mitología celta siempre ha estado presente en muchas tradiciones del noroeste de España. También incluso en noches como Halloween, que muchos consideran una festividad importada de los Estados Unidos. Nada más lejos de la realidad. Como sucede con muchas otras fiestas, esta celebración no es tan ajena como parece, sino que cuenta con un origen celta.
El 31 de octubre, los celtas celebraban la fiesta del Samaín, una fecha elegida como "día de transición" entre el verano y la estación sombría, el invierno. La festividad coincidía con la reducción progresiva de horas de luz, y servía para festejar el fin de la temporada de cosecha.
El reencuentro de vivos y muertos
Durante este día, los pueblos celtas creían que la frontera entre los vivos y los muertos se diluía, por lo que espíritus, benévolos o malignos, podían regresar al mundo. Para ahuyentar a los segundos, utilizaban trajes y máscaras que recuerdan a los disfraces que utilizarán muchos durante la noche de Halloween, además de ofrecer ofrendas a los difuntos. Una idea similar a la que tenían los pueblos indígenas de Latinoamérica para celebrar el reencuentro entre los vivos y los muertos en fechas señaladas como esta.
El Samaín se sigue celebrando en muchos pueblos de Galicia, Asturias o León. Estos días, por ejemplos, muchos niños en la zona pontevedresa de Arousa saldrán a pedir el aguinaldo, una costumbre similar a la popular fórmula anglosajona del "truco o trato". En la cuenca minera asturiana, por el contrario, la sidra dulce acompañará la fiesta celta para honrar a los difuntos; mientras que en muchos pueblos del Bierzo se organizarán magostos para asar castañas, como es tradicional durante el otoño.
Los magostos, magüestus o castanyadas, en función de la región en la que nos encontremos, cuentan con una relación clave en los pueblos celtas, que creían que por cada castaña consumida, se liberaba un alma. Así, alrededor del fuego se reúnen todavía familias y amigos para asar estos frutos al calor de la lumbre. Sea como fuere, el Samaín celta -también conocido como Samhaín- realizó un viaje de ida y vuelta desde territorios europeos hasta Norteamérica para regresar de nuevo en nuestros días.
Aunque según la leyenda del Breogán, fueron los antepasados gallegos los que conquistaron Irlanda, un mito que recordó Luar na Lubre, lo cierto es que los irlandeses, con su éxodo masivo a EEUU en el siglo XIX, también metieron en las maletas sus costumbres. Y una de ellas era el Samaín celta. De hecho, la palabra Halloween procede de la contracción ‘All Hallows’ Eve’, que significa “víspera de Todos los Santos".
El Samaín celta se ha transformado en nuestros días en una festividad donde se asan castañas, se fabrican calaveras mediante calabazas o melones y se escucha el sonido de las gaitas. Su elección universal como festejo de los difuntos, que convirtió una fiesta pagana en otra con tintes religiosos, llegó de la mano de Gregorio III. Aunque inicialmente el día de Todos los Santos se conmemoraba el 13 de mayo, posteriormente este papa ordenó el cambio de fecha para honrar la memoria de los mártires perseguidos durante los primeros siglos del cristianismo.
Cuando el Samaín era únicamente un festejo celta, los pueblos de la actual Irlanda y el noroeste de la Península Ibérica ponían fin al verano e iniciaban un ciclo nuevo, el que daba paso al invierno. Estudios relacionados con la toponimia entre el gaélico-irlandés y el gallego, como un trabajo realizado por Mónica O'Reilly, de la Dublin City University, también han demostrado que el origen del término Samaín o Samhaín se encuentra en Samas. Esta divinidad de la mitología celta, que se ubicaba bajo la tierra, se relacionaba con la regeneración de la vida. Hoy en día ambas regiones conservan el concepto del Samaín o Samhaín, que denomina a la fiesta donde se reúnen los vivos y los muertos.
La celebración del Samaín guarda además una estrecha relación con el Día de los Muertos que aún se festeja en México. Según Manuel Alberro, de la University of Wisconsin-Madison, durante ese día "nadie podría sorprenderse si despertaran en medio de la noche y se encontrara con los familiares difuntos sentados alrededor del fuego del hogar". Los muertos, autorizados a deambular por el mundo de los vivos, regresaban ocasionalmente al haberse abierto la puerta entre la vida y el más allá. La estación sombría para los celtas está a punto de empezar y, con ella, una noche de fiesta enraizada en nuestra cultura y orígenes.