Cinco años después del alto el fuego permanente de ETA, repasamos la realidad social y política que deja este afortunado vacío tras décadas de terror.El 20 de octubre de 2011, tal día como hoy hace cinco años, ETA anunció el cese definitivo de la actividad armada. Tres días antes tuvo lugar la Conferencia Internacional de Paz de San Sebastián, donde se le pidió un comunicado en esos mismos términos a la banda terrorista. Los diarios Berria y Gara recogieron dicho comunicado. Aquel día de otoño, en Euskadi comenzó la primavera.
"Euskadi ta Askatasuna, organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional, desea mediante esta declaración dar a conocer su decisión. ETA considera que la COAS celebrada recientemente en Euskal Herria es una iniciativa de gran trascendencia política. La resolución acordada reúne los ingredientes para una solución integral del conflicto, y cuenta con el apoyo de amplios sectores de la sociedad vasca y de la comunidad internacional.
En Euskal Herria se está abriendo un nuevo tiempo político. Estamos ante una oportunidad histórica para dar una solución justa y democrática al secular conflicto político. Frente a la violencia y la represión, el diálogo y el acuerdo deben caracterizar el nuevo ciclo. El reconocimiento de Euskal Herria y el respeto a la voluntad popular deben prevalecer sobre la imposición. Ese es el deseo de la mayoría de la ciudadanía vasca.
La lucha de largos años ha creado esta oportunidad. No ha sido un camino fácil. La crudeza de la lucha se ha llevado a muchas compañeras y compañeros para siempre. Otros están sufriendo la cárcel o el exilio. Para ellos y ellas nuestro reconocimiento y más sentido homenaje.
En adelante, el camino tampoco será fácil. Ante la imposición que aún perdura, cada paso, cada logro, será fruto del esfuerzo y de la lucha de la ciudadanía vasca. A lo largo de estos años Euskal Herria ha acumulado la experiencia y fuerza necesaria para afrontar este camino y tiene también la determinación para hacerlo.
Es tiempo de mirar al futuro con esperanza. Es tiempo también de actuar con responsabilidad y valentía. Por todo ello, ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada. ETA hace un llamamiento a los Gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada. ETA con esta declaración histórica muestra su compromiso claro, firme y definitivo.
ETA, por último, hace un llamamiento a la sociedad vasca para que se implique en este proceso de soluciones hasta construir un escenario de paz y libertad.
GORA EUSKAL HERRIA ASKATUTA! GORA EUSKAL HERRIA SOZIALISTA!
JO TA KE INDEPENDENTZIA ETA SOZIALISMOA LORTU ARTE!
En Euskal Herria, a 20 de octubre de 2011
Euskadi Ta Askatasuna
E.T.A.*"
Cicatrices
Cinco años después, en Euskadi se respira un aire de calma tensa. Del principio de la recuperación una vez superado el punto de inflexión tras un proceso traumático. "La vida se ha regularizado. Hemos salido del horror de las trincheras. Antes la sensación era de que había enemigos en la política, ahora al menos parece que hay adversarios en la política." Son las palabras de Chema Herzog, miembro del Partido Popular vasco y portavoz del PP en Rentería.
Chema sabe bien de lo que habla: antes que él, ocupó su cargo José Luis Caso, asesinado por ETA en 1997. De José Luis, Chema recuerda que era, ante todo, valiente. Rechazó llevar escolta pese a que se sabía amenazado. Seis meses después de acabar con la vida de Caso, ETA también mató a su reemplazo, Manuel Zamarreño.
La vida en Rentería no es fácil para quien no comulga con los preceptos políticos de ETA. En 1982 una mochila-bomba estuvo a punto de matar a un niño de diez años. En 1986, una nueva bomba hirió a un policía nacional y a su hija pequeña. En 1989, un cartero murió por otra bomba. En 1997, un coche bomba hizo desalojar a cien vecinos.
Pero sin duda, el caso de Jon Ruiz Sagarna es el más dramático de entre los que no acabaron en una muerte. Ertzaintza de 26 años, conducía la furgoneta policial que se dirigía a Rentería. Un grupo de radicales les tendió una emboscada y les recibieron en el pueblo con cócteles molotov. El peor parado de entre los que estaban dentro del furgón fue Jon: cuando este se convirtió en una bola de fuego, su casco antidisturbios se fundió sobre su cabeza. El 75% de su cuerpo sufrió quemaduras muy graves. Tras una larguísima y dolorosa recuperación, es un hombre sin rostro. No ha podido volver a trabajar y recibe una pensión compensatoria desde entonces. "Con mi aspecto no podré hacer vida normal".
El resto de ertzaintzas también sufrió heridas menos graves que las de Jon, y dos chicas que pasaban por allí fueron arrolladas por la furgoneta, que circulaba sin control.
Todo eso era, hasta hace poco, la vida en Rentería.
En realidad, Rentería es sólo un ejemplo más, quizás de los más característicos, pero uno más al fin y al cabo: los años duros en Euskadi afectaron, sobre todo, a los pueblos. Las capitales y las ciudades más grandes no sufrieron tanto el azote diario como sí lo hicieron las localidades más pequeñas, desde las que apenas sobrepasan el millar de habitantes hasta las que rozan los 50.000: Irura, Oñate, Mondragón, Gernika... En Navarra, otras tantas.
"Aquí, y en pueblos como este, el día a día de los años de plomo era mucho peor porque nos veíamos más, teníamos mucha más relación, chocábamos quisiéramos o no." Habla Josu, propietario de un negocio hostelero en Mondragón. "Aquí nos conocemos todos, también antes, cuando había mucha más violencia, más tensión. Piensa que eso significaba que un Guardia Civil no podía vivir con normalidad en el pueblo: igual se encontraba con que iba a una carnicería y le daban lo peor y de mala cara. A sus hijos les llegaban comentarios diciéndole que tuvieran cuidado porque a su papá algún día lo matarían los de la ETA, por español, cosas así. A ciertos bares sabían que no podían entrar, y no te hablo sólo de herriko tabernas, te hablo de que aquí todos nos conocemos y uno sabe a lo que se expone. Y los del pensamiento único se encargaban de hacer que se notase."
Josu hace referencia a épocas pasadas, recientes, pero pasadas. Justo poco después de su testimonio, la animadversión hacia la figura del Guardia Civil vuelve a formar parte de la actualidad: en Alsasua, un pequeño pueblo navarro, se registró una agresión nocturna en un bar que divide a la opinión pública: mientras que unos la califican como tal, como una agresión, motivada por el reconocimiento de los guardias civiles como tales, otros la enmarcan en el contexto de una pelea nocturna más.
Precisamente de "su" Mondragón es otro Josu: Josu Zabarte, el 'carnicero de Mondragón', tristemente célebre por no sólo ser parte activa de ETA durante décadas, sino por, además, no mostrar un ápice de arrepentimiento en su lucha: veinte atentados, diecisiete asesinatos y una condena de treinta años de prisión que acabó a finales de 2013. Su salida de la cárcel trajo frases como "yo no he asesinado, he ejecutado" o "no sé el nombre de las víctimas, son otras cosas las que no me han dejado dormir".
La herida que han dejado cuatro décadas de violencia creciente, salvo en la última etapa antes del cese de la actividad armada de ETA, sigue cicatrizando lentamente. En muchos casos, con un olvido voluntario e intencional de mucho de lo vivido para que la normalidad siga fluyendo. Aunque no todo el mundo cataloga la situación actual como "normalidad".
"No te equivoques: aquí, en el País Vasco, sigue habiendo gresca, menos que antes, pero la sigue habiendo. Pero claro, como ETA ya no mata, pues le llaman 'vandalismo' en vez de 'kale borroka', y aquí ya no viene la prensa como antes". Es Andrés, un mecánico manchego que lleva en Bilbao desde 1984. "Antes veías cámaras, reportajes, etc., cada día. Ahora decir 'País Vasco' en la prensa ya no vende, estamos bastante olvidados. Yo lo prefiero, pero tampoco es cuestión de que se haga como si ahora no pasase nada, porque pasa, aunque casi nunca salga en los telediarios."
Andrés nunca estuvo afiliado a ningún partido ni ente político o social. Nunca estuvo señalado directa ni indirectamente por la banda terrorista. Tampoco tenía en su profesión ni en su familia a ningún factor de riesgo. Y pese a ello, recuerda episodios negros. "Al poco de venirme a Bilbao, tuve el primero. La Ertzaintza en un principio era un cuerpo de seguridad, pero desarmado, porque querían venderlo a la ciudadanía como una figura amistosa, cercana, de ayuda. Imagínate cómo les salió la idea: en diez años se fueron armando hasta llegar a tener todos sus furgones blindados y bueno, todo lo demás. También es que cuando yo vine fue cuando se estaban manifestando los astilleros, y aquello acabó muy mal. En una de esas me vi de repente en una plaza con pelotas de goma cruzando de lado a lado, vallas, piedras... Y yo sólo pasaba por allí. Ese fue el primero, luego llegaron más, una vez con mi hijo cuando era pequeño de repente la gente empezó a correr por una confusión y todo el mundo histérico... No pasó nada, pero para que veas cómo podíamos estar."
Es la gran diferencia entre la vida en Euskadi en las décadas de los ochenta y los noventa, las peores en actividad terrorista, y la actual. "Ahora se vive tranquilo. Antes mi mujer iba de la parada del autobús a casa corriendo porque le daba miedo que explotase una bomba y le pillase cerca. Con mis hijos o conmigo actuaba con más normalidad, pero siempre estaba esa tensión, esa posibilidad de que sin ser absolutamente nadie una bala o un explosivo te pillase por medio".
Aunque se ha logrado la convivencia, es posible que muchas heridas tarden décadas en cerrarse. En muchos casos, hasta que se vayan renovando generaciones familiares completas
Generación amnésica
Pablo Malo es un director de cine famoso, entre otros motivos, por rodar una película contando uno de los peores episodios de la guerra sucia contra ETA, del terrorismo de Estado ejercido por el GAL durante mediados de la década de los ochenta: Lasa y Zabala. Recientemente hizo unas declaraciones llenas de significado: "sorprende mucho que para los chavales todo lo ocurrido con ETA empiece a resultar lejano. Esta historia empieza a ser la de sus abuelos. Esa manera de asimilar algo y echarlo a la mochila es peligrosa en cierto modo, porque nos está alejando de algo que hemos vivido durante muchas décadas".
No le falta razón. Los jóvenes nacidos a partir de los últimos años de los noventa comenzaron a tener conciencia política con el comunicado de ETA de 2011 ya realizado, y las armas paralizadas, que no depuestas. El historial del terrorismo quedó atrás, y en opinión de muchos ese pasado se ha convertido en un tema tabú, una conversación a evitar.
Con esta hipótesis coincide, de nuevo, Herzog: "al correr un tupido velo, los jóvenes están amnésicos sobre ello. Ahora veo una polarización de la juventud mayor que hace unos pocos años, y es por el desconocimiento del camino al que lleva la confrontación. Como no han percibido esa violencia, no saben valorar su ausencia. Cuando un pueblo pasa hambre, sabe el valor de todo. Si hay riqueza no le da importancia. Ocurre lo mismo en el País Vasco con el conflicto: si siempre has conocido paz y convivencia, no valoras a quien le falta, como a un sirio de hoy en día".
Laura tiene 16 años, vive en Irún, y nació a principios del 2000. Ese año fue el más sanguinario de ETA. Tras un 1999 sin atentados mortales, la banda terrorista atentó como no lo había hecho desde 1992, en plena "campaña" de presión al Gobierno de cara a una negociación en el marco previo a los Juegos Olímpicos de Barcelona (26 muertos aquel año frente a los 23 del 2000). "Yo sé que aquí han pasado cosas, en Irún y en todo Euskadi, pero por cosas que he visto casi de casualidad, no nos hablan de ello. En el instituto nos han enseñado lo que ocurrió en la Guerra Civil y algo del franquismo, pero no lo que pasó con ETA hace menos años, a veces en nuestras propias calles". Le doy algunos nombres propios para ver si es capaz de identificar alguno:
- Miguel Ángel Blanco.
- Sí, a ese lo mataron siendo joven.
- Txeroki.
- No.
- Pakito.
- No.
- Goyo Ordóñez.
- No.
- Ortega Lara.
- Eeeeehh... no.
- Rodríguez Galindo.
- No.
- Lasa y Zabala.
- No.
- Otegi.
- Sí, a veces veo que hablan de él y que hay polémica, pero ni idea de por qué.
- Francisco Tomás y Valiente.
- No.
- Ernest Lluch.
- No.
- Yoyes.
- No.
Algo mayor es Carlos, de 19 años, nacido en 1997. Estudia ADE y vive en San Sebastián. Los tres años de diferencia con Laura y la llegada a la universidad no varían el resultado. "Lo de ETA me pilla muy lejos, es de cuando yo era muy pequeño, y luego desaparecieron". La lista de nombres a reconocer no varía mucho, todo suena a lección de Historia del semestre que viene. Algo suena, pero nada más. Tampoco sabe qué era un gobernador civil. Ni hablemos de qué fue el proceso de Burgos.
Ve el conflicto como parte de un pasado que ni siquiera conoció, donde todo era distinto. "El tema es que la gente de mi generación sabemos qué fue ETA, sabemos que todo era mucho peor que ahora, pero es que nadie nos lo cuenta, es un tema del que no se habla, y si se habla son cinco minutos para recordar un atentado y decir que 'menos mal que ahora estamos bien'."
El olvido rápido, además de peligroso, es indigno. Supone dejar que se escape la memoria de quienes murieron de un balazo mientras comían con sus compañeros, como Goyo Ordóñez. De quien perdió una pierna cuando iba a trabajar, como Eduardo Madina. O de quien perdió las dos cuando iba al colegio, como Irene Villa. De quien se pasó 532 días encerrado en un zulo de seis metros cuadrados por el hecho de ser funcionario de prisiones, como José Antonio Ortega Lara. De quien murió a los trece años por estar en la calle, junto al portal de casa, mientras ETA detonaba una bomba, como el navarro Alfredo Aguirre. Su padre se dio a la bebida para olvidar, y su madre lleva en depresión profunda desde entonces: treinta y dos años. De los dos policías locales que estaban de paso en Sangüesa gestionando la renovación de los DNIs de sus vecinos. Y así, de tantísimos otros.
También de todos los torturados, ya fuese a manos del Estado o de ETA: la historia del horror no termina en la banda terrorista. Casos como el de Lasa y Zabala, o el de Mikel Zabalza, testimonian una realidad palmaria: en la España democrática se tortura. Aun con graves errores que llevan a inocentes a procesos traumáticos que incluso terminan en muerte.
Cuestión de confianza
Tras el comunicado de octubre de 2011, dos grandes corrientes dividieron a la opinión pública. Por un lado, los que celebraron entusiasmados el final de la ETA que conocíamos. Por el otro, los escépticos, en mayor o menor grado, que iban desde las dudas de la veracidad del mismo a largo plazo hasta quienes tenían la certeza de que era una mentira más, o al menos se revocaría pese a su carácter "definitivo".
No se les puede culpar, a estos últimos. A lo largo de su existencia, ETA ha decretado varias treguas, varios alto el fuego que han caído en saco roto. En marzo de 1981, una semana después del 23-F, comenzó el primero, que desembocó en la disolución de la facción ETA político-militar. En 1988 hubo otra de dos meses. A principios de 1989 tuvo lugar otra que terminó el 4 de abril, menos de tres meses después del inicio. Entre 1991 y 1992, otra de dos meses. Ese mismo verano, cinco semanas de tregua. En 1998, otra de nueve semanas. Y en 2006, otra más de diez semanas. Aparte, varias "concesiones", como la retirada de la diana a los cargos políticos electos de toda España, o el cese de acciones violentas en Catalunya.
Herzog no fue una excepción. "Pensé en el cuento del lobo, pensé que de aquella forma no se produciría el final de la violencia. Tendría que haber llegado muchísimo antes, les costó reflexionarlo. Al final, el tiempo hace las cosas veraces." La pregunta es por qué. Por qué tuvo que pasar todo ese tiempo y todo ese sufrimiento, incluso esa vida de fugitivo para los terroristas, si el proceso estaba enquistado. "Quienes movían la violencia tenían preponderancia social, obtenían un prestigio, incluso vivían de ello. Los etarras, fuera de ese mundo, no son nada. Muchos son etarras desde muy jóvenes, no saben hacer otra cosa".
Ocurre a menudo, salvando las distancias, con todo aquel que ejerce una profesión con fecha de caducidad temprana. Los deportistas de élite, por ejemplo. Se encuentran con la llegada a los 35 años como niños de diez: sin experiencia, sin estudios en muchos casos, sin haber hecho otra cosa que el deporte que el paso del tiempo en su cuerpo ya no le permite seguir practicando a ese nivel. En el caso de los terroristas, hallan un futuro lleno de incertidumbre: sin la banda, pierden relevancia social, pierden compañías, pierden entorno y pierden sus ingresos. No producen, no pueden reclamar nada frente a la sociedad.
Tras el comunicado, muchas voces apuntaron a lo mismo: sólo la entrega de las armas, como mínimo, daría trazas de credibilidad a un mensaje que ya sonaba familiar. Recientemente fue hallado un zulo en Francia con armas y munición. Supuestamente, material a emplear en negociaciones con los gobiernos español y francés, algo que ambas administraciones descartaron. Cinco años después, se antoja complicado un paso así. La banda, aunque inactiva, tampoco se ha disuelto formalmente.
¿Volverá?
Herzog no ve muy probable un regreso a la actividad armada como en los años previos al alto el fuego, pero tiene claro que existe una posibilidad que ya tiene un antecedente en Europa: la llegada de una facción de irredentos, al estilo del IRA auténtico en Irlanda. Una facción que comience a obrar por su cuenta utilizando el nombre de ETA y que distinga entre ellos mismos, los "buenos", y la ETA que se rindió, entendida como "derrotistas" o "colaboracionistas".
En su opinión, hay dos factores principales que pueden contribuir a ello: la glorificación que se da en algunas localidades y comunidades a los etarras que salen de las cárceles, y la escasez de memoria reciente que comentábamos anteriormente.
Poco después del alto el fuego, y ya con el Partido Popular de nuevo en el Gobierno, se manejaron informaciones que apuntaban a informes del Ministerio de Interior que sugerían la posibilidad del regreso de ETA, dado el nulo avance en el proceso soberanista vasco. Estas informaciones fueron desmentidas por el propio Ministerio.
Mientras tanto, la convivencia va permeando las calles y plazas. Con matices, con heridas que supuran, con algunas todavía por terminar de cerrarse, y con otras cuya cicatriz durará décadas. Pero la violencia de antaño ha cesado. "Sigue habiendo un trasfondo, unas bolsas endémicas, aldeanas. Pero al haber contacto, convivencia, hay personas que antes estaban cosificadas y ya no lo están, se les ve como personas, no como entes distintos al que puede ser el vecino o la familia. Al adquirir la altura de persona, no se les puede cosificar para agredirlas".
La situación no es de plena normalidad, pero ya es posible compartir espacios para personas que hasta el alto el fuego resultaba impensable. "Los más españoles, por decirlo así, veían amenaza de agresión constante en el otro bando porque ellos no veían necesidad de una independencia. Y los acérrimos montañeses, por decirlo así, veían en los otros una invasión, una amenaza en su propia tierra. El resultado, una violencia oscura, casi siempre de los segundos a los primeros, que les sorprendía: atentados, etc. Y con gente que incluso ya conocían."
El final
Desde aquel 20 de octubre de 2011, las autoridades españolas han seguido actuando para apresar miembros de ETA. Concretamente, 168 miembros han sido detenidos desde entonces. 95 en España, 54 en Francia y 19 en otros países, como Reino Unido, México, Bélgica o Italia. Fernández Díaz, ministro de Interior, ya advirtió en su toma de posesión que la lucha contra ETA no vería menguados sus recursos como consecuencia del comunicado.
Ahora mismo, el panorama para lo que queda de ETA es poco alentador en el caso de que deseen hacer algo más que continuar su vida como prófugos sin ser capturados: su estructura ha sido descabezada y un lustro sin sangre no basta para que se reduzcan los esfuerzos en su contra.
La idea de un desarme escenificado suena complicada. También para Herzog. "Si hubiese alguien representado a ETA, sería un delincuente, y por tanto detenido. ¿Quién se va a exponer a eso? También influye el momento político: muchas veces se espera al adecuado para realizar ciertos anuncios".
Gestos
Si hubiese que resumir las posturas de los seis grandes partidos a nivel nacional y/o autonómico a la hora de valorar el estado de la disolución de ETA cinco años después del alto el fuego, se podría conseguir con una frase: todos esperan un gesto de alguien. El PP cercenó la exitosa vía Nanclares y se mantiene inflexible a la hora de dejar entrever cualquier atisbo de negociación. Exigen la entrega de las armas, la revelación de todos los zulos y un comunicado oficial que anuncie la disolución. Sin más. Complicado.
El PSOE se muestra favorable al regreso de la vía Nanclares y ve como positivos los gestos de paz celebrados últimamente, toda vez que no se olvida el pasado violento en aras de que no se repita. Podemos extraña un proceso estructurado para el desarme, a lo que da prioridad y conmina al Gobierno a un sprint por él. El PNV se desmarca de la vía unilateral que apunta el PP y pide "convivencia". EH-Bildu señala varios ejes que deben caminar simultáneamente, y no de forma desigual: desarmar a ETA, reparar el daño a las víctimas, solventar la situación de los presos y desmilitarizar el País Vasco. Por su parte, Ciudadanos considera que el conflicto no es tal, y que la situación ha de limitarse a lo judicial. De forma simultánea, presión policial y aislamiento social para los terroristas.
Mientras tanto, Euskadi se ha alejado del foco mediático. Herzog corrobora: "la violencia en el País Vasco ha sido un arma política de primer orden. Cada uno la ha instrumentalizado como quiere. El relieve que tiene ahora en la cabeza de los españoles es mucho menor. La política vasca es mucho menos importante que en el resto de España ahora que cuando la situación era excepcional."
Al mismo tiempo, reclama una menor injerencia del Gobierno central en cuestiones territoriales. "¿Quién soy yo para emitir opiniones sobre la política interna de Tailandia? Puedo hacer una generalización basta, pero si no estoy allí, no entiendo qué mueve a cada persona, qué núcleos sociales hay, qué pretensiones tienen los grupos… La política vasca es complicada, tiene muchos entrantes y salientes, sólo se pueden conocer de primera mano. Además, son móviles, cambian constantemente, se adaptan a una realidad que tienen en la puerta de casa. Desde lejos no se pueden conocer, los informes se van solapando, y trasnochan."