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Admítelo, tu también has malinterpretado algún mensaje de texto alguna vez. ¿Quién no se ha pasado horas discutiendo por Whatsapp y luego ha descubierto que la otra persona ni siquiera se había percatado de que estábamos molestos? ¿Cuántas veces no han habido confusiones con esos mensajes de intención dudosa? Sí, hagámonos a la idea, no estamos preparados para detectar las emociones como la ironía, la ofensa o la alegría en un texto puramente plano. Tampoco es que sea algo que nos sorprenda, pues somos primates. Y como primates, dependemos de un lenguaje muy complejo, lleno de gestos, expresiones y tonos. Pero si todavía quedaba alguna duda, los científicos, que nunca paran quietos, llevan ya tiempo tratando de demostrarlo científicamente hablando (valga la redundancia). ¿Qué sabemos al respecto?

Ni tu mejor amigo te entiende

Estudiar las emociones es bastante complejo. Casi todos los estudios que tratan de asociar el texto a los sentimientos que provoca un mensaje suelen estar llenos de sesgos, interpretaciones o datos poco claros. Es lógico pues, probablemente, la comunicación sea el aspecto más crucial en el desarrollo de una especie como la nuestra. A lo largo de la evolución ha ido creciendo en peso y matices. Cuando nos comunicamos usamos palabras, usamos tonos de voz, usamos gestos, usamos un contexto... todo esto se une para "cocer" un mensaje. Sin embargo, cuando escribimos en una pantalla de chat o a través de nuestro móvil, despojamos al mensaje de una cantidad de información abrumadora. De pronto, todo el peso recae en meras palabras; y las palabras no siempre quieren decir lo que parece que quieren decir. La ironía es un gran ejemplo de ello.

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Existen varios estudios que tratan de entender qué ocurre cuando recibimos un mensaje de texto "plano": ¿lo entendemos? ¿Lo valoramos? ¿Crea confusión? Uno de los más recientes explora esta información de una forma muy eficaz. Y eso se debe a que explora las emociones que "envuelven" al mensaje tanto en el emisor como en el receptor. Un mensaje puede contener una intención pero, ¿será interpretada de forma correcta por el oyente? La gran mayoría de estudios solo se centran en "medir" (si es que esto es posible) el punto de vista de una de las partes. Este nuevo estudio, sin embargo, analiza las emociones que pretende despertar el mensaje y las que realmente causa. Además, también recoge la información de los emisores y receptores, quienes creen ser capaces de interpretar correctamente el mensaje.

Y no. Se equivocan. Esto probablemente sea lo más curioso del experimento, aunque no debería sorprender a nadie. Los voluntarios creían ser capaces de entender mejor los mensajes de texto enviado por sus amigos que los enviados por desconocidos. Pero no fue así. En realidad no fueron capaces de identificar correctamente cosas como la ironía o la tristeza de mensajes "normales" sin ningún tipo de símbolo, emoticono o imagen. Aún así, el experimento muestra como nuestra relación interpersonal marca de por sí un mensaje, aunque solo sea por la interpretación que estamos dispuestos a dar. Aunque luego la realidad muestra que podemos estar muy equivocados.

Y entonces llegaron los emoticonos

Desde que alguien se percató de las tremendas broncas que podía acarrear la malinterpretación de un SMS, los estudios tratando de buscar una manera adecuada de "impregnar" de emociones los textos han surgido como setas. Así, hay quien propuso usar textos con efectos, algoritmos de análisis o, incluso, un detector de emociones que representa nuestro estado de ánimo en el texto. Pero no hacía falta ir tan lejos. El problema con las expresiones en el texto estaba resuelto desde mucho tiempo atrás, cuando llegaron los emoticonos. La historia de los emoticonos se remonta mucho más atrás de lo que cabe esperar. ¿Al inicio de Internet? No, más atrás aún.

Si tuviéramos que elegir un comienzo, por definición y función, los emoticonos aparecieron con las comunicaciones en morse. El morse usa un texto completamente plano y tiende a usar constantes abreviaciones que aligeran la comunicación. El uso de códigos para indicar expresiones y emociones era algo natural. Así números como el 73 o el 88 ha sido empleados para indicar una emoción en el mensaje. Aunque no se parecen a los emoticonos actuales, era un comienzo. Ambrose Bierce propuso en 1912 el uso de una puntuación especial que haría referencia a una broma: _/! Este símbolo representa una sonrisa y estaba pensado para textos comunes. Aunque nunca llegó a normalizarse.

emoticonos
Imagen de HDW

Lo más parecido a los emoticonos que conocemos hoy en día aparecieron con la propuesta de Scott Fahlman a quien le debemos la secuencia :-). Pero volviendo a lo que nos atañe: ¿qué importancia tienen en la comunicación? Mucha. A pesar de que varios estudios indican que los emoticonos pueden resultar confusos debido a la interpretación que hace cada cual, son un medio de expresar emociones. La gente es capaz de captar emoción, aunque pueda estar equivocada. Algo que, como veíamos antes, es prácticamente imposible en un texto sin más referencias (a no ser que se indique, claro). Los emoticonos, con toda su monstruosa variedad, cumplen la función de sustituir toscamente al resto del contexto de un mensaje. Y lo hacen de manera baste efectiva. Esto se debe a que nos proporcionan una serie de pistas visuales necesarias basadas en una comunicación común. Para casi todos los humanos la sonrisa significa una misma cosa, así como las lágrimas o el ceño fruncido. Así que, si no podemos vernos directamente, un pequeño dibujo habrá de valer.

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