"Cualquier día tendremos que lamentar una desgracia", afirma Manuel de León. El científico, antiguo director del Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), ha denunciado a través de su cuenta de Twitter la grave situación de su centro y del Instituto de Física Teórica (IFT). Ambos organismos se localizan en el mismo edificio del campus de Cantoblanco al norte de Madrid. "Ayer encontramos 18 balas en sólo cinco minutos", lamenta el investigador en conversación telefónica con Hipertextual.
Ventanas rotas por disparos, balas incrustadas en las paredes del edificio y el sonido constante de los tiros de los clubes próximos a este campus de excelencia de la Universidad Autónoma de Madrid y del CSIC. Son sólo algunas de las consecuencias materiales de estar situados al lado del Club de Tiro Cantoblanco. Pero los investigadores temen que en el futuro alguna de las balas perdidas alcance a alguien. "Trabajamos 250 personas en el centro y, en ocasiones, con motivo de algún congreso, se han llegado a reunir más de 2.000 científicos aquí", denuncia Manuel de León.
"Cualquier día lamentaremos una desgracia"
Según comenta el matemático a este medio, los problemas comenzaron hace cinco años. Por aquel entonces se inauguró la sede del ICMAT-IFT en una zona deshabitada hasta aquella fecha. El edificio está en la misma dirección, aunque alejado, del lugar donde se practica tiro olímpico. A pesar de la distancia de 1,5 kilómetros que separa el club del campus, los disparos provocan daños materiales con cierta frecuencia.
El centro ha denunciado la situación ante la Guardia Civil, la Policía, el CSIC y el Rectorado de la UAM sin recibir respuesta. "Nadie ha hecho nada. Se monta jaleo y hasta la siguiente", sostiene el matemático. En las inmediaciones también hay una zona deportiva por la que practican deporte al aire libre miembros de la Universidad, sin que se hayan establecido medidas preventivas para reducir el riesgo.
El club de tiro, según explica de León, está formado por dos dependencias diferentes, gestionadas por la Federación Madrileña de Tiro Olímpico y una entidad privada, respectivamente. En el segundo caso se encuentra el restaurante antaño dirigido por el Grupo Cantoblanco de Arturo Fernández, que hoy debe veinte millones de euros a Hacienda. Fuentes de la Federación comentaron al ICMAT que ya habían colocado algunas medidas preventivas. Sin embargo, las balas siguen llegando al edificio.
En otras zonas de Cantoblanco, a pesar de que no se han localizado balas, se escuchan a diario los tiros. "La banda sonora del campus algunos días es el festival de disparos del club", explica Lluís Montoliu, del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC). La entidad se encuentra más cerca de la zona de tiro olímpico, pero al este, con lo que no han detectado proyectiles en sus inmediaciones o en las propias instalaciones. "No deja de ser una curiosa y sorprendente coincidencia geográfica: academia y tiro, el saber y el disparar", ironiza el científico del CNB-CSIC.
La comunidad de Cantoblanco ha pedido en repetidas ocasiones que se cierre el club de tiro o que se establezcan medidas para aumentar la seguridad. Hipertextual se ha puesto en contacto con la Federación Madrileña de Tiro Olímpico, la Universidad Autónoma de Madrid y el CSIC para recabar su versión de los hechos, sin haber recibido respuesta en el momento de la publicación de este artículo. Según Manuel de León, fuentes de los campos de tiro les insinuaron que "eran los científicos los que sembraban de balas los alrededores para que cerrasen los clubes". "Un absurdo", sentencia el investigador. Tan absurdo y peligroso como los restos de los disparos que aún pueden verse en este edificio de Cantoblanco.