Los vehículos eléctricos prometen liberarnos de nuestra dependencia de la gasolina, pero para ello tenemos que pasar una penitencia en forma de range anxiety y revaluar nuestros trayectos para adaptar nuestro coche eléctrico al trayecto que hacemos. La ansiedad por quedarte tirado sin autonomía y sin posibilidad de recargarlo es real, es una prohibición a la libertad que ofrece un coche y por ello 1+1 no son 2 si nos referimos al coche eléctrico.
Según Jessika Trancik, investigadora en el MIT, encontraron que en la actualidad los coches eléctricos disponibles podrían dar solución al 87% de los trayectos que se realizan en las carreteras. ¿Por qué entonces tenemos miedo a quedarnos tirados? Porque ese 13% es determinante.
Las estimaciones del Gobierno estadounidense adelantan que hasta dentro de 5 años el coche eléctrico no podrá solucionar hasta el 98% de los trayectos, una fecha en la que solo el 2% de los usuarios no comprarán un coche eléctrico porque no dará respuesta a sus trayectos diarios. Llegar hasta el 87% ha sido relativamente sencillo tomando en consideración que el trayecto medio diario de un conductor habitual es de menos de 100 kilómetros, y eso se ha conseguido hace varios años, pero conseguir ese 11% extra va a llevar muchos más años que lo que nos costó alcanzar, según Trancik, el 87% actual.
Si el 87% de los conductores cambiaran sus coches por un modelo eléctrico el impacto sobre el consumo de combustible y el consumo energéticos sería increíble, pero es curioso que una reducción del 87% de coches convencionales solo se traduciría en un ahorro del 61% en materia de gasolina. Y eso es porque será muy complicado reemplazar al 100% de los vehículos, las estimaciones hablan que en Nueva York no se podría reemplazar más que el 87% de los vehículos, en Houston la cifra ascendería hasta el 88% y en zonas urbanas el dato bajaría hasta el 81% de vehículos reemplazados.
Este 13% de trayectos que no podría cubrir un coche autónomo es determinante y lo que hace que el vehículo 100% eléctrico no triunfe porque implica que para un 13% de desplazamientos necesitemos un segundo automóvil, algo que mata la rentabilidad teórica de la movilidad eléctrica.