19 de febrero de 2014: WhatsApp anuncia el acuerdo con Facebook a través de un post en su blog. En él hablaban del nacimiento de la aplicación cinco años atrás con un único propósito: "hacer un producto genial para que lo use todo el mundo". En el comunicado quisieron mandar un mensaje tranquilizador, sabedores de que Facebook destila una imagen bastante clara: la de un Gran Hermano que todo lo ve, todo lo sabe, y nos conoce mejor que la gran mayoría de nuestros allegados. El tercer párrafo únicamente constaba de una línea, para enfatizar mejor y captar la atención rápidamente, y centrarle en lo importante.
"A partir de ahora esto es lo que cambiará para vosotros, usuarios: NADA."
A continuación, proseguía con alguna concreción más.
"WhatsApp seguirá siendo autónomo y tendrá una gestión independiente. Puedes seguir disfrutando del servicio por una cuota mínima. Puedes seguir con WhatsApp sin importar en qué lugar del mundo estés o qué smartphone uses. Sin anuncios ni interrupciones. No habrá alianzas entre ambas compañías si esto significa que se comprometen los principios que siempre nos han definido como compañía, nuestra visión y nuestro producto."
Si no le gustan mis principios, tengo otros
Simplicidad, paciencia, utilidad, disciplina financiera... y sobre todo, para lo que nos atañe, independencia. Aunque en algún punto recibieron financiación, siempre abogaron por mantenerse independientes económicamente. Uno de sus fundadores apuntó justo en esa dirección en una entrevista de GigaOM.
Más allá de los principios, en aquel comunicado también se hacía referencia a una "cuota mínima" con la que disfrutar del servicio. Pero a principios de este año, se consolidó una idea que llevaba flotando años en el aire: WhatsApp anunció que a partir de ese momento, su servicio pasaría a ser completamente gratuito. Y ya sabemos el dicho: "cuando un producto es gratuito...".
También se prometía que "no habrá alianzas entre ambas compañías" (WhatsApp y Facebook). Bueno, lo cierto es que esto levantó suspicacias desde el primer momento. Lógico. Tantas suspicacias que en marzo de 2014, WhatsApp volvió a actualizar su blog con un nuevo comunicado titulado "Vamos a dejar las cosas claras". En él, WhatsApp se congratulaba de la atención recibida desde que se anunciase el acuerdo con Facebook, pero también...
"Por desgracia, también se ha puesto en circulación mucha información poco cuidada o incorrecta sobre lo que el futuro acuerdo significaría para los datos y privacidad de los usuarios."
De eso hace dos años y medio. Lo que ha ocurrido ahora, con Facebook bebiendo directamente de cierta información de los usuarios de WhatsApp, viene a ser lo que WhatsApp prometía que no sucedería. No debería ser una sorpresa para nadie, pero es bueno recordar la fragilidad de las promesas del pasado para no decepcionarse con las del presente. Porque en el comunicado de agosto de 2016 en el que se anunciaron estas nuevas formas de mejorar la explotación comercial de WhatsApp, que suponen la primera remodelación de los términos de servicio y la política de privacidad de WhatsApp en cuatro años, también se dan nuevas supuestas garantías.
"Aunque colaboremos con Facebook en los próximos meses, tus mensajes cifrados continuarán siendo privados y nadie más podrá leerlos. Ni WhatsApp, ni Facebook, ni nadie más. No publicaremos o compartiremos los números de WhatsApp con otros, incluyendo a Facebook; ni le venderemos, compartiremos o daremos tu número de teléfono a anunciantes."
Y en la información legal, otro ejemplo especialmente llamativo por su final.
"Cero anuncios banner de terceros. No permitimos anuncios banner de terceros en WhatsApp. No es nuestra intención incluirlos, pero si alguna vez lo hacemos, actualizaremos esta política."
Insistimos: a estas alturas no debería ser una sorpresa para casi nadie, ni motivo de escandalización para todo aquel que use Gmail, por dar un ejemplo rápido, que lleva años con una práctica tan agresiva como generalmente aceptada. Al fin y al cabo, no hay un precio a pagar por usar Gmail, más bien Gmail nos paga con un gran servicio por usar nuestros datos para apuntalar su negocio. Pero nunca está de más atenerse a lo que ha prometido una aplicación para saber qué esperar.
Lo importante es que, con WhatsApp o sin él, desde hace muchas lunas Facebook es legión, como viene demostrando con unos resultados financieros incontestables y un crecimiento de usuarios e ingresos que le han aupado hasta el séptimo lugar en el ranking de empresas más valiosas del mundo. Y a WhatsApp, frente a la chequera de Zuckerberg, no le ha durado mucho aquel complaciente mensaje de irreductible aldea que resiste al invasor. Qué le vamos a hacer. De momento, plantearnos como opción que la sociedad civil emigre a Telegram, Signal u otras alternativas que al menos en apariencia manejen mejor la privacidad del usuario no suena a opción seria, todas están en el nadir. Para la sociedad civil, la privacidad es un asunto del que literalmente ni se quiere oír hablar. Por eso, salvo en casos concretos y excepcionales, la gente no está en Telegram ni en Signal, sino en WhatsApp y Facebook.