La regulación es el principal problema que se encuentra Uber en cada lugar que pone a sus asociados o conductores a trabajar. La sutilidad nunca ha sido el fuerte de la californiana y la mayor parte de sus problemas han venido precisamente de ese "actuar antes de preguntar".

Uno de sus patios de recreo habían sido, desde 2013, los Emiratos Árabes Unidos. La empresa privada como mayor representante de estas millonarias regiones había propiciado la entrada de un competidor más al sector del transporte. No existen conductores propietarios de sus coches, ni que operen de forma autónoma; todo depende de grandes corporaciones que contratan asalariados para trabajar en sus vehículos. Y, en algunas ocasiones, con resultados más que desastrosos. Las condiciones de trabajo y los derechos sociales brillan por su ausencia en la mayor parte de los casos.

Un sistema que no permite huelgas, quejas o manifestaciones contra la autoridad era el lugar perfecto para Uber. Y, de hecho, así lo ha sido hasta ahora. Tanto la empresa de Travis Kalanic como Careem, su mayor rival en la región, han suspendido sus servicios hasta nuevo aviso y de forma repentina. Normalmente, y teniendo en cuenta el antecedente de las otras regiones en las que opera Uber, el cierre de la misma viene anticipado por numerosas quejas y manifestaciones. Pero no ha sido el caso.

Uber, que siempre ha manifestado en abierto los problemas con los Gobiernos y su negación a las normas vigentes, no ha querido hacer lo mismo en Abu Dhabi. En las últimas semanas algunos de los coches de Uber y Careem han sido detenidos por los agentes de seguridad, por lo que todo parece indicar que, efectivamente, su problema en Abu Dhabi está siendo con las autoridades.

La situación social, el sistema político y la peculiaridad de la sociedad emiratí han obligado a Kalanic a tomarse ese nuevo revés de una forma totalmente diferente a lo que está acostumbrado.