La Ciudad de México tiene a 72 kilómetros la sombra del volcán Popocatépetl que amenaza la capital mexicana desde que en 1994 comenzara a avisar de un nuevo ciclo de actividades. Hasta el día de hoy, afortunadamente no ha sucedido nada grave pero no es poco lo que nos debería preocupar.
Los geólogos reconocen que el peor escenario del volcán sólo ha ocurrido en dos ocasiones en los últimos 40.000 años y los daños más graves llagarían hasta el área 3, clasificada así porque en las explosiones más frecuentes les tocan daños ligeros, pero que en el peor de los escenarios serían afectadas con lava y flujos piroclásticos (gases y sólidos calientes).
En la imagen el área uno es roja, la dos es naranja y la tres es amarilla.
El volcán está vigilado por 28 estaciones operadas por los institutos de Geofísica e Ingeniería de la UNAM y el Centro Nacional para la Prevención de Desastres (CENAPRED), quienes tienen preparados planes de contingencia y advertirán con tiempo de lo que podría ocurrir.
La lava, los flujos piroclásticos y el lodo destruirían todo a su paso
Incluso cuando las poblaciones más cercanas al volcán son conscientes de los riesgos que eso implica, seguir el protocolo no será algo sencillo como nos mostró la experiencia del año 2000 cuando miles de pobladores se rehusaron a abandonar sus hogares pese a que el volcán estaba expulsando por los aires rocas ardientes de más de un metro.
El “Popo” es un volcán explosivo, es decir, que cuando la presión del magma rompa el techo del cráter éste lanzará lava de forma explosiva y violenta.
El peor escenario ocurre en promedio 10 veces cada 40.000 años, en este los estragos llegarían hasta Cuautla, Juchitepec a oeste; la Ciudad de Cholula al este; hacía el norte sería detenido por el volcán Iztaccíhuatl y al sur a Zacuapán de Milpas y Huaquechula. Toda esta área que comprende los estados de México, Puebla y Morelos serían afectados por la lava, los flujos piroclásticos y el lodo los cuales destruirían todo a su paso por las altas velocidades a las que suelen viajar.
Sin embargo, se prevé que las cenizas y los gases invadirían el sur y el oriente de la Ciudad de México, causando graves daños en las vías respiratorias de los habitantes de una de las ciudades más pobladas del mundo. Entre los gases que expulsan los volcanes están vapor de agua, el bióxido, azufre, monóxido de carbono y otros gases que podrían causar asfixia, sobretodo serían mortales para los ancianos, los niños y las mujeres embarazadas.
El número de desplazados sería incontable, así como el número de muertos no sólo directamente por la erupción del volcán, sino también por los daños colaterales de la tragedia como el desabasto de alimentos o la contaminación del agua.