Se acerca la recta final de los Juegos Olímpicos de este año y los pronósticos más obvios se han cumplido: Michael Phelps ha vuelto a ganar sus preciados metales y Bolt sigue siendo el hombre más rápido del mundo sin apenas despeinarse. Y entre los clásicos de las últimas convocatorias han surgido nuevos nombres y promesas del deporte internacional. Simon Biles, líder indiscutible de la gimnasia artística de Río 2016, ha ocupado todas las miradas.
Rara vez deportes como en el que Biles lidera tiene a todo el mundo en vilo. Aunque después de todo, uno de los objetivos de los Juegos Olímpicos es dar a conocer al resto del mundo la gama tan grande de disciplinas deportivas que existen, más allá del fútbol. Carpado hacia delante, mortal, plancha, doble giro... después de eventos como estos, todos se convierten en expertos jueces de estas alternativas deportivas.
Entre 300 y 1.000 dólares es lo que hay que abonar para poder solicitar un recuento de los puntos
Sin embargo, hay un elemento curioso en este deporte, y que nada tiene que ver con la técnica, que ha pasado desapercibido. Durante los últimos días han sido más de dos y tres veces las veces en las que algún profesional de esta rama deportiva estaba en desacuerdo con la nota obtenida: una décima arriba o abajo puede suponer la clasificación a una final o perder una medalla. Y, después de todo, en un deporte en el que la subjetividad y el recuento tienen una sensible importancia, esta circunstancia es aún más relevante. La reclamación formal de la nota al jurado, por parte del equipo, sólo para la nota de dificultad (el resto son definitivas), de forma verbal y escrita antes de que pasen 1 minuto es el proceso que han de llevar a cabo según el código técnico de este deporte -igual en gimnasia rítmica-. Teniendo en cuenta que esta reclamación sólo sirve para volver a contar los puntos obtenidos y nunca para modificar la opinión del jurado.
Y mientras se desarrolla el proceso, los comentaristas encargados de amenizar el evento explican que el pago se debe hacer en dólares (la divisa internacional). Un momento, ¿el pago? Efectivamente, cada una de las reclamaciones cuesta dinero. En concreto, 300 dólares para la primera reclamación, 500 dólares para la segunda y 1.000 dólares para la tercera. En caso de que la consulta fuera cierta, y se acepte, se les devuelve la suma abonada. De lo contrario, la Federación Internacional de Gimnasia se quedaría con lo recaudado. Pero, ¿cómo es esto posible?
Evitar el exceso de reclamaciones pero partiendo de la desventaja financiera
Como decimos, el éxito o fracaso de un deportista de estas disciplinas depende del punto de vista de un juez. Hay casos en los que la nota obtenida le parece justa a ambas partes y en otros en los que los que se antoja insuficiente -y estos nunca ven la misma imagen-. Si cada deportista que participa reclamase la nota, el trabajo de los jueces quedaría limitado a la revisión de los resultados emitidos puesto que todos querrían subir puntuaciones. Si "suena la flauta" bien, si no pues nada. Resultado: se ha empleado la barrera económica para evitar esta situación.
Países como Estados Unidos no tiemblan a la hora de reclamar las notas a los jueces
El problema, como sucede en todos los ámbitos, es que la barrera económica desaparece para aquellos que tienen más fondos y se hace enorme para los que subsisten como pueden. Ya se han dado casos en los que deportistas de estas modalidades minoritarias han tenido que sacar dinero de su bolsillo para pagar los viajes de las diferentes competiciones. Por tanto, reclamar una nota no entra en sus planes tanto en este como en otros deportes del estilo que emplean la misma técnica de jurado.
De esta manera, a la delegación estadounidense no le temblará la mano a la hora de solicitar una, dos o incluso tres quejas formales, puesto que su presupuesto incluye el pago de estas tarifas, valgan o no. Y lo mismo para Rusia o China. Pero no será el caso de Uzbekistán o incluso de la delegación España, que pasando por su propio vía crucis financiero poco podría hacer con el poderío económico de estas potencias. Sólo les queda rezar y esperar que el resultado sea el esperado.
La posibilidad de contratar mejores entrenadores, tener las instalaciones más punteras o más recursos es una cuestión contra la que no se puede hacer nada. Depende del país y lo que quiera invertir en sus equipos. Pero poner la barrera económica como elemento en las competiciones puede que no sea la mejor manera. Al final, todo se queda en negocio.