Erupción volcánica en Bardarbunga, Islandia. Foto de Ragnheidur Arngrimsdottir. National Geographic Photo Contest

Existe una extendida afirmación, especialmente procedente de boca de los negacionistas del cambio climático: ¡los volcanes y la Tierra produce mucho más dióxido de carbono que los seres humanos! Bueno, esto es una flagrante mentira. O sencillo desconocimiento, quién sabe. Pero no, no es una afirmación cierta. En primer lugar, para poder saber esto con certeza habría que hacer estudios serios y costosos al respecto. Un momento ¡si ya se han hecho! Pues sí, mire como se mire, desde la revolución industrial, nuestra capacidad de generar dióxido de carbono excede con mucho al producido por eventos volcánicos. Vamos a verlo con algo de detalle.

¿Cuánto CO2 produce un volcán?

Bueno, la pregunta es un poco difícil de calcular. Cada volcán es un mundo, con su conformación geoquímica. Por ejemplo, el volcán Etna, según el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), produce unas 20.000 toneladas de CO2 ¡Al día! Eso es mucho, sí. Otros estudios han evaluado la cantidad de otros volcanes. Y, así, los mayores meta-estudios, han cogido todos esos datos para evaluar la emisión de dióxido carbónico a la atmósfera. Esta cifra ronda entre los 64 y los 319 millones de toneladas ¡al año! Es una auténtica barbaridad. Y no estamos teniendo en cuenta la producción de los volcanes submarinos. Pero esta enormísima cantidad de CO2 se queda en nada si la comparamos con los 29.000 millones de toneladas de CO2 producidas por el consumo de combustibles fósiles. Ante estas cifras, la producción volcánica es tan solo un 0,22% de la total. Pero, como decíamos, no hemos tenido en cuenta la cantidad de volcanes submarinos.

volcanes co2

¡Da lo mismo! En primer lugar, nunca podrían elevar el CO2 a varios miles de millones de toneladas, a no ser que el mar fuera un entorno hostil lleno de volcanes por todos lados, cosa que no es. El máximo alcanzable, según los investigadores, sería de 600 millones de toneladas, en el peor de los casos. Además, la gran mayoría del CO2 queda disuelto en el mar, sumidero de CO2, donde reacciona en lentos y eternos ciclos geoquímicos. No. Por muchas vueltas que le demos, los volcanes no producen más dióxido de carbono que los seres humanos. De hecho, producen muchísimo menos. Tiempo atrás, hace unos 100 años, esto podría haber sido discutido con buenos argumentos. Pero a partir de la mitad del siglo XIX, la producción de CO2, según los expertos, superó el límite de emisión por volcanes. Desde entonces, la producción ha ido incrementándose. Especialmente desde los años 50 del siglo XX, cuando se ha elevado de forma disparatada.

Despejando dudas

Aún así, hay quien se muestra tozudo a la hora de entender estas cifras. Por un lado existe una confusión esgrimida como si fuera una bayoneta cogida del revés: sí, los volcanes han contribuido muchísimo a la generación de la capa de gases de efecto invernadero del planeta. De hecho, gracias a esa capa, a nuestra atmósfera, hoy vivimos en este pequeño planeta. Pero dicha contribución se ha hecho a lo largo de millones de años y en otros periodos geológicos donde la actividad de los volcanes no se parecía nada a la que vivimos ahora. Por lo tanto no es un buen ejemplo, pues nosotros hemos emitido mucho más dióxido de carbono, en órdenes de magnitud más, en apenas unas décadas. Algo que el planeta no puede asumir a la larga. Pero, por si todavía quedan dudas, los expertos dejan claro que para que el CO2 producido por los volcanes alcanzara los niveles antropogénicos, debería existir una cantidad increíblemente grande de magma. Y no la hay. Por otro lado, a pesar de los ciclos de CO2 atmosférico, solo el 40% de este es reabsorbido, fijado, en la atmósfera.

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El resto se acumula en las capas, generando el efecto invernadero. Y eso ha sido medido. Por si todo esto fuera poco, existe otra medición importante. Y esta es la cantidad isótopos del carbono que se encuentran en la atmósfera. Mientras que el CO2 procedente de las plantas tienen un ratio de carbono 13 y carbono 12 característico. Sin embargo, como se ha observado, el ratio de estos isótopos está cambiando su concentración, disminuyendo, lo que indica que el dióxido de carbono procede del consumo de combustibles fósiles. Así que, por mucho que queramos enrocarnos en unos argumentos absurdos, está claro que no es sostenible. Los seres humanos, desde tiempo atrás, producimos una cantidad excesiva de dióxido de carbono. Todavía no somos capaces de entender las consecuencias de esto. Pero no serán buenas, estimamos. Por eso, toca ponerse manos a la obra para solucionarlo. Si no es demasiado tarde.