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Incluso cuando han tomado fuerza, voz y visibilidad, la Organización Mundial de la Salud considera que la población transgénero y transexual tiene un trastorno mental. Por lo menos, así lo deja claro el Catálogo Internacional de Enfermedades (CIE), elaborado por dicha entidad.

Apenas hace 15 años, el manual de la OMS eliminó el concepto de la homosexualidad como enfermedad mental

Aunque desde hace tiempo se cuestiona el estatus de desorden mental, por primera vez un grupo de investigadores mexicanos ha demostrado que la angustia y la disfuncionalidad que muchas personas de la población transgénero y transexual presentan podrían no estar relacionadas con un trastorno mental que el CIE llama “trastorno de identidad de género”,, sino con el rechazo y la violencia que esta población ha experimentado a lo largo de su vida.

En un estudio publicado en The Lancest Psychiatry, los investigadores encabezados por Geoffrey Reed y Rebeca Robles, y respaldados por el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, entrevistaron a 250 voluntarios transexuales que son atendidos por la Clínica Especializada Condesa para hablar de sus historias de vida.

El 76% sufrió rechazo social y el 63% violencia psicológica, física o sexual

Las entrevistas abordaron la manera en la que estas personas notaron que no se identificaban con su sexo de nacimiento, la angustia psicológica de su condición, así como el rechazo y la violencia que han sufrido.

La mayoría se sintió inconforme durante la adolescencia con las características biológicas secundarias de su sexo natal. En ese periodo, el 88% comenzó a sufrir depresión y el 90% disfuncionalidad relacionada con su identidad de género en sus relaciones sociales (escuela, familia, trabajo o amistades). El 76% sufrió rechazo social y el 63% violencia psicológica, física o sexual casi siempre perpetrada por algún familiar.

Por años, los manuales CIE-10 y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría, han considerado que la angustia y la disfuncionalidad son parte del trastorno de identidad de género y no una consecuencia de una condición de discordancia de género, como propone el estudio mexicano.

Al respecto la doctora Robles añade:

Los rangos de experiencias de rechazo social y violencia son extremadamente altos en este estudio, y la frecuencia con la que estas fueron perpetradas por los familiares es perturbadora. Desafortunadamente, los niveles de maltrato en esta muestra son consistentes alrededor del mundo. Este estudio resalta la necesidad de políticas y programas para reducir la estigmatización y la victimización de esta población. Eliminar el transgénero de los diagnósticos de clasificación de los desórdenes mentales podría ser parte de esos esfuerzos.

El doctor Geoffrey Reed, coautor del artículo, asegura:

El estigma asociado con el desorden mental y la identidad transgénero ha contribuido al estatus legal precario, violaciones en los derechos humanos y barreras en el trato adecuado para gente transgénero.

Apenas hace 15 años, el manual de la OMS eliminó el concepto de la homosexualidad como enfermedad mental, algo que ayudó a visibilizar a esta población, y a aceptar y reconocer sus derechos humanos. Este cambio es el que se prevé podría lograr modificar el CIE-11 -que se revisará en 2018 y que es el marco de referencia para la salud pública en el mundo- con los datos encontrados por los investigadores mexicanos. Un avance que llegará después de que el Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales, más conocido como DSM-5 y elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría, eliminara la transexualidad de su recopilación de enfermedades mentales.

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