Marina Joyce es una youtuber de popularidad media más. Tiene cientos de miles de followers, como otros miles de canales. Lejos de las miradas inquisidoras de la prensa pero, como estrellas, con decenas de millones de suscriptores.

Joyce utiliza YouTube desde hace tres años para contar su vida, dar consejos de maquillaje y peluquería o simplemente expresarse. La joven británica ha conseguido amasar así una pequeña masa de fans tanto en el mundo anglosajón como fuera. Muchos de ellos en Latinoamérica.

Todo bien y feliz hasta que a principios de esta semana publicó un vídeo titulado “DATE OUTFIT IDEAS” (ideas para vestir en una cita). Y la paranoia se apoderó de sus fans. Primero llegaron comentarios preocupándose por su salud. “¿Está drogada? se la ve mal”. Las dudas se convirtieron en conspiraciones: su novio la había secuestrado, estaba muerta, era esquizofrénica, o incluso, que tal vez había sido secuestrada por el Estado Islámico.

Las incesantes búsquedas sobre el caso y sus conspiranoicas hicieron que Google empezar a sugerir resultados de búsqueda preocupantes. Dando más alas a la conspiración.
Las incesantes búsquedas sobre el caso y sus conspiranoicas hicieron que Google empezar a sugerir resultados de búsqueda preocupantes. Dando más alas a la conspiración.

Internet se volvió loco. “Si os fijáis bien, dice HELP ME en el vídeo”, rezaba otro de los comentarios más populares durante las primeras horas de su publicación. Otros comentarios se centraban en el aparente hecho de que se veía una escopeta al fondo en otro de sus vídeos más recientes.

Su último vídeo pasó a tener 20 millones de visualizaciones, superando por mucho la cifra habitual de unos 100.000-200.000 visitas. Su cuenta de Twitter se llenó de menciones, su Instagram pasó a ser inundado con decenas de miles de comentarios. En cuestión de horas #savemarinajoyce era Trending Topic mundial, acumulando casi un millón de tweets.

Su cuenta de YouTube ganó 700.000 nuevos suscriptores en cuestión de dos días cuando la explosión conspiranoica llegaba a su apogeo. Tras miles de llamadas para que la policía de Enfield investigara el caso, que publicó otro tweet al respecto para calmar a los fans. Cosa que no consiguieron. Internet se había auto-convencido de su versión de los hechos, y no iban a permitir que la realidad les quitase de resolver un goloso misterio que no era tal.

6 horas después, Marina publicaba un tweet de que estaba bien, y nada raro ocurría.

Pero sus fans no lo aceptaban. ”Explica tus cardenales”, “Entonces por qué ponía en la descripción algo de Mr. I Love You” —un cortometraje sobre un asesino en serie—, etc.

Marina pasó a ser víctima y espectadora de los ataques de los fans que se "preocupaban" por ella. Ellos sabían la verdad, y ella no. Cualquiera de sus palabras, vídeos, tweets, fotografías en Instagram, etc. sería analizado por gente queriendo encontrar algo que sacar de contexto.

Marina Joyce en un momento del vídeo que prendió la chispa de las conspiraciones.
Marina Joyce en un momento del vídeo que prendió la chispa de las conspiraciones.

Varios días después, muchos fans siguen sin convencerse. La turba buscará un nuevo misterio inventado que resolver, correrán los tweets, los comentarios en Reddit, YouTube y 4chan, y la seguridad y privacidad de alguien volverá a estar en peligro. La vida de Marina Joyce fue expuesta, escudriñada y analizada. Muchos de sus datos personales fueron distribuidos en los medios sociales para indagar “más pistas”.

La información falsa es la pólvora de Internet y casos como el de Marina Joyce demuestran que todos estamos indefensos ante la turba capaz de retorcer la verdad, ver lo que no hay y obsesionarse sobre la minucia más inconsecuente. Internet está hecho de humanos, y los humanos somos así.