Luna

Christy Miller (Pixabay)

La historia de la **Luna*, al igual que sucede con otros cuerpos del sistema solar, está llena de cicatrices. Cicatrices que, al contrario de lo que ocurre en la Tierra, no pueden ser borradas o erosionadas como consecuencia de la atmósfera, el agua líquida o la deriva continental. Una de las heridas más importantes que sufrió el satélite es visible todavía hoy desde el planeta. Hace 4.000 millones de años, un objeto rocoso golpeó la Luna generando un cráter de 1.250 kilómetros de diámetro y diversas muescas en los alrededores de esta región, conocida como Mare Imbrium.

Los estudios habían considerado que el impacto de un gran asteroide pudo provocar la formación de esta cuenca, que se rellenó posteriormente con rocas basálticas. Sin embargo, un estudio publicado hoy en Nature* ha actualizado nuestro conocimiento sobre el origen del Mare Imbrium. Los resultados no podrían ser más sorprendentes: el cuerpo que chocó contra la Luna era más grande de lo que se pensaba anteriormente, contando con un diámetro de 250 kilómetros, cuando se creía que su dimensión no alcanzaba los ochenta kilómetros.

Luna
Comparación del rastro dejado por la explosión producida por un experimento en el laboratorio (arriba) y por un modelo computacional (abajo). Crédito: Peter Schultz, Universidad de Brwon.
Además de triplicar sus dimensiones, los científicos de la Universidad Brown han confirmado mediante modelos matemáticos y experimentos en el laboratorio que el tamaño del objeto rocoso que golpeó a la Luna era la mitad de Vesta, uno de los cuerpos que se encuentran en el cinturón de asteroides. "Un impacto tan grande provocó la dispersión de fragmentos en zonas cercanas de la Luna, algo que ya conocíamos. Además, su tamaño y efecto en la curvatura de la superficie permitió que estas piezas se alejaran y crearan las muescas de la región. Algunos fragmentos se incorporaron a las rocas que recogimos durante el muestreo de la misión Apolo", explica a Hipertextual el Dr. Peter Schultz, primer autor del estudio.

Otros trozos pudieron incluso escapar de la gravedad lunar, siguiendo una trayectoria similar a su camino original, pudiendo regresar de nuevo y colisionar de forma posterior con el satélite y otros planetas. Según el Dr. Jesús Martínez Frías, jefe del Grupo de Investigación del CSIC de Meteoritos y Geociencias Planetarias del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM) y director de la Red Española de Planetología y Astrobiología (REDESPA), el trabajo "es importante pues se concentra sobre un ejemplo impactogénico real y demuestra la idoneidad de las correlaciones entre análisis y mediciones sobre el terreno con las simulaciones que se vienen realizando en laboratorio, tanto computerizadas como en otros equipos a pequeña escala".

Aunque los resultados no aportan suficiente información sobre el origen de este hipotético y gigantesco protoplaneta, sí ofrece unas bases importantes para estudiar la importancia y efecto que pudo tener el impacto de choques similares, tanto en la Luna como en otros planetas del sistema solar, incluido la Tierra. Nuestro satélite, bombardeado durante miles de años por cientos de cuerpos rocosos, muestra en su superficie las cicatrices de esas "heridas de guerra". Los cráteres de la Luna, que pueden ser del tamaño de una sencilla moneda o presentar miles de kilómetros, como en este caso, nos sirven para retrotraernos en el tiempo y comprender un poco mejor el pasado dramático y violento que sacudió el sistema solar. También en el caso de nuestro planeta, donde según aclara Martínez Frías, ya se han identificado 188 estructuras de impacto hasta la fecha.

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