Todavía no hemos definido qué es o qué no es inteligencia artificial en términos jurídicos y la Comisión Europa ya está preparando su borrador sobre el asunto. De hecho, todavía no tenemos una inteligencia artificial lo suficientemente compleja como para empezar a pensar que haya que convertir a los titulares de robots en sujetos pasivos de sus derechos. Y es que la Comisión parece que quiere adelantarse a este asunto y ha preparado la primera especificación que convierte a los robots, tengan IA o no, en personas electrónicas, con intención de hacer frente a la nueva revolución industrial.
De esta forma, el asunto va mucho más allá de un futuro basado en la IA y también se aplica en la operativa de estos robots de automatización de tareas -utilizados ampliamente en procesos industriales- y a los que de un tiempo a esta parte se están utilizando para el cuidado personal, procesos quirúrgicos o vigilancia autónoma, cuyo crecimiento ha aumentado el sentir del regulador sobre su potencial efecto en el desempleo, la desigualdad de la riqueza y la eliminación de algunos puestos claves en procesos industriales.
El asunto, en medio de la negativa de grandes compañías Europeas desarrolladoras de este tipo de robots, se hace extensivo a las intenciones de la Comisión bajo las que se les quiere considerar, al menos a los robots autónomos más sofisticados, como personas electrónicas sujetas a una serie de obligaciones específicas -como las fiscales- y beneficiarias de derechos limitados a su condición.
Hacer a los titulares de los robots responsables tributarios en materia laboral
En materia fiscal, la Comisión propone que las empresas que hayan venido utilizando estos robots para garantizarse menores costes en recursos humanos, deberán declarar los ahorros en contribuciones a la seguridad social a efectos de compensar los cambios laborales que supusieron estos robots.
Ahora se abre la cuestión sobre si es demasiado pronto para hacer a los robots sujetos jurídicos en material fiscal, y por extensión, responsables a sus titulares. Sin duda, es un debate que se deberá abordar en los próximos años tan complicado como apasionante para el futuro del derecho de la Unión Europea.
De momento es un borrador, pero tan cierto que no es ninguna broma.