Durante la madrugada del domingo, un hombre entró en un bar gay de Orlando (Florida) y mató a cincuenta personas, dejando además decenas de heridos. Según la CNN, el individuo de la masacre homófoba ha sido identificado por fuentes oficiales como Omar Saddiqui Mateen, un ciudadano norteamericano de origen afgano. Se trata de la peor matanza ocurrida en Estados Unidos desde el 11 de septiembre y el tiroteo múltiple de la historia del país con mayor número de víctimas.

La propia cadena de televisión ha citado al FBI para relacionar al autor de la matanza homófoba con el "islamismo radical". NBC News cita las palabras de su progenitor, al decir que "no se trata de un ataque religioso, sino homófobo". Mir Seddique afirmó que su hijo había visto hace un par de meses a dos hombres besándose en Miami, lo que le habría llevado a perpetrar el atentado contra el club gay Pulse durante esta madrugada. Reuters ha señalado que DAESH** se atribuye la autoría del atentado, aunque en las últimas horas Obama ha descartado que exista "evidencia directa" de que el grupo terrorista planeara el ataque.

En los últimos minutos, fuentes policiales de Los Ángeles también han alertado sobre la detención de un individuo sospechoso de portar armas y explosivos, que podría dirigirse a la marcha del Orgullo LGTB en West Hollywood. Este hecho no tendría relación, según las mismas fuentes, con la matanza homófoba de Orlando.

La homofobia, por desgracia, sigue siendo una realidad en todo el planeta. Actualmente, trece países del mundo mantienen la pena de muerte para homosexuales y en otros 75 el colectivo LGTBI está perseguido.

Incluso en las regiones occidentales, donde se han dado pasos importantes para la igualdad y el reconocimiento de los homosexuales, bisexuales y transexuales, la **LGTBfobia sigue existiendo. Según la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB, en España, considerado el país donde mayor aceptación hay de la homosexualidad en el mundo, sólo el 10% de las víctimas de ataques homófobos denuncia los hechos, por lo que los datos son la punta del iceberg de una realidad más grave. Matanzas como la de Orlando recuerdan con mayor crudeza que nunca que esta lacra sigue existiendo y que la administración y la sociedad deben redoblar sus esfuerzos para combatirla.