Un agujero negro 450 millones de veces más grande que el Sol

Pocas entidades en el cielo resultan tan inquietantes y misteriosas como los agujeros negros. Desde que se propuso su existencia, allá en el siglo XVIII, su existencia ha sido razón de controversias, discusiones y aún más dudas. Aunque a día de hoy sabemos que existen, es muy difícil comprenderlos porque supone, en cierta medida, una excepción en la realidad que conocemos. ¿Qué son? O, ¿de dónde vienen? Esta última cuestión lleva muchos años rondando los círculos de físicos más especializados de todo el planeta. Descubrir el origen de los agujeros negros no es una cuestión baladí. Y es que sabiendo cómo se originaron algunos de los mayores monstruos del universo nos permitiría entender un poco mejor por qué son lo que son. Ahora, gracias a las ondas gravitacionales, podríamos estar más cerca de descubrirlo.

Ondas gravitacionales, los ecos del universo

A finales del año pasado se detectaron por primera vez las conocidas como ondas gravitacionales. Este fenómeno es una manifestación de la naturaleza gravitatoria del universo en el que vivimos. Una gran masa es capaz de deformar el espacio, como si de una enorme piedra en una tela tensa se tratase. De la misma manera, cuando esa gran masa sufre algún evento especial, crea a su alrededor una serie de perturbaciones en forma de "ondas", como si hubiese caído en un estanque. Esto, grosso modo, son las ondas gravitacionales. Y para poder detectarlas necesitamos, en primer lugar, un detector ultra eficiente y preciso.

ondas gravitacionales
R. Hurt/Caltech-JPL

En segundo, necesitamos una fuente lo suficientemente grande. Como imaginaréis, necesitas algo muy, muy, muy poderoso para remover los cimientos mismos de la realidad. Esa es precisamente la premisa que nos trae buenas noticias. Ahora que por fin hemos detectado ondas gravitacionales (incluso por segunda vez) y que estamos preparando nuevos detectores, aún más sofisticados, tenemos a nuestra disposición una gran cantidad de nuevos e increíbles datos. Información que juega un papel esencial para describir lo que apenas conocemos. Por eso, ahora, podemos mirar lo que ya sabíamos con otros ojos, tratando de darle un sentido nuevo. Y eso nos acerca al origen de los agujeros negros.

Simulando el origen de los agujeros negros

El ambicioso proyecto EAGLE pretende, nada más y nada menos que simular un universo. Para ello coge toda la información que tenemos sobre los eventos cósmicos, la une, la procesa y la utiliza para simular la evolución de las estrellas. Esta no es una tarea sencilla. De hecho, en algunos casos puede ser un tanto imprecisa. Por eso hace falta cuanta más información mejor. La simulación, actualmente, abarca hasta 100 Megaparsecs, una extensión capaz de albergar unas 10.000 galaxias como la Vía Láctea. La simulación es capaz de recrear un universo que comienza sin nada y su evolución tal y como le ocurrió al nuestro, según lo que sabemos. Toda esta información, además, nos permite observar eventos concretos. Muy concretos. Como los agujeros negros.

Proyecto EAGLE
Imagen de la simulación del Proyecto Eagle donde se ve la distribución del universo.

Siendo aún más específicos, gracias a los datos obtenidos en la investigación de las ondas gravitacionales podemos recrear el origen de los agujeros negros. Sí, gracias a estos efímeros ecos, la información nos permite reconstruir la historia de eventos masivos, como lo que ocurrió con los dos agujeros negros que nos permitió detectar, sin lugar a dudas, las ondas gravitacionales. Así, podemos coger esta información, introducirla en una simulación y usarla con los datos obtenidos por EAGLE para observar algo muy, muy parecido a lo que ocurrió miles de años atrás.

Gracias a las ondas gravitacionales podemos reconstruir la historia de eventos masivos universalesHace decenas de miles de años algo enorme ocurrió. Algo tan grande que terminó por crear monstruos capaces de tragarse galaxias enteras. Pero no sabemos cómo. El origen de los agujeros negros, ¿se debe a enormes y masivas estrellas primitivas, extrañas y titánicas, que colapsaron sobre sí mismas? ¿O se formaron tras la colisión de estrellas en densos "clusters" estelares, creando las singularidades que irían creciendo con los milenios? ¿Está el origen de los agujeros negros en otros sucesos distintos? Gracias a la unión de la información floreciente sobre las ondas gravitacionales y de las simulaciones creadas por la supercomputación, como éstas, dentro de poco, probablemente, podamos contestar a esta y otras preguntas.

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