elecciones

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Todo apuntaba a que nada podría salir mal. Un entorno amigable y cercano -una de las grandes y coloridas salas de eventos de Facebook-, emprendedores voluntariosos de contar sus experiencias de una forma cercana y hablar de las mayores problemáticas que viven en su día a día, poca prensa y ninguna cámara de televisión y, por supuesto, sin la presión de ser los cabezas de partido. Con estas características, un debate electoral enfocado al mundo de los emprendedores, los nuevos tipos de empleo generados al amparo de estas actividades y a la economía colaborativa (tanto la que es, como la que no) era la ocasión perfecta para tener una nueva perspectiva del asunto.

Bueno, pues todo, o casi todo, salió mal.

Unos principios cordiales

Pese a las diferencias entre los programas políticos de los diferentes partidos invitados al debate electoral organizado por la Asociación Española de Startups, el segundo en concreto, todos tenían un punto en común: había que ponerse de acuerdo en lo que a emprendedores se refería. Álvaro Ballaín (PP), Toni Roldán (Ciudadanos), Manuel de la Rocha (PSOE) y Segundo González (Podemos) confirmaban que el mercado productivo estaba cambiando, de la mano de la innovación, las startups y el emprendimiento, y los sistemas legislativos que lo regulaban tenían que ponerse a la altura de las circunstancias. Las startups, como nuevo ente social, deberían estar catalogadas como un grupo diferente; un tipo de empresa que se beneficie de una fiscalidad distinta, sin trabas. Tras contar las experiencias de cuatro startups (Cabify, Tutellus, Chefly y DelSuper, la conclusión de todos, y expresada por Ciudadanos, fue la misma:

>"No pedís dinero, es sólo una cuestión de ajuste a las nuevas realidades."

Exactamente eso: que "abrir empresas sea mucho más sencillo, y que cerrarlas aún más", como bien resumió Manuel de la Rocha. Porque, como apunta Antonio Roldán, "España tiene todas las posibilidades para crear empresas si no fuese por las Administraciones". Y la educación, como centro neurológico del futuro, también era clave para todos. Hasta aquí todos felices.

Todos son amigos de todos, y todos quieren ayudar antes de las eleccionesA partir de aquí se suceden propuestas de cada uno de los partidos. Ojo, propuestas que no explicaciones de cómo llevarlas a cabo. Podemos apuesta por revertir los recortes ocasionados por el Partido Popular. El PSOE le recrimina al PP los parches que han estado llevando a cabo con la ley de emprendedores o de segunda oportunidad, mientras repite un eslogan que se antoja trasnochado: facilitar, financiar y conectar. ¿Cómo? Eso para otra reunión... Ciudadanos, por su parte, arremete contra la regulación del mercado de trabajo apostando por un entorno de freelance, pero en el que no se abuse de la temporalidad. Y el PP está de acuerdo con todos. Inaudito.

Todos a favor de las stock options, pero con matices. Podemos apuesta por modelos de intraempleo que mejoren la motivación de los empleados, sin poner nombres. Ciudadanos y PP completamente a favor, mientras PSOE opta por limitar sus malos usos.

Predecible, aburrido y sin sustancia. Como suele ser tradición en la vida política previa a las elecciones. Todos son amigos de todos, y todos quieren ayudar. "Puedo prometer y prometo", que se dice.

La economía colaborativa o la historia de "yo he venido a hablar del TTIP"

La noche se prometía tranquila en el terreno de las puyas políticas. Alguna del PSOE a Podemos y el PP, de Ciudadanos al PP. De todos con todos. Pero nada fuera de lo normal. Sin embargo, la cosa se fue calentando entre Álvaro Ballarín y Segundo González que, afortunadamente, estaban sentados de frente y no al lado.

Los cuchillos volaron entre los representantes de Podemos y Partido Popular hablando del TTIPLa suerte quiso que la economía colaborativa, directamente relacionada con la cuestión del TTIP, saliese a colación. Tiempo le faltó al representante del PP para echar en cara a Podemos los comentarios realizados contra Uber y Cabify por ser los adalides de la destrucción de los servicios públicos y no pagar impuestos. Y aquí empezó la batalla. Una consecución de dimes y diretes absurda e inconexa que no llevaba a ningún lado.

Ballarín insistiendo en que para generar empleo hay que atraer a las multinacionales, y que para consumir hay que exportar e importar. Algo relacionado con el jamón serrano vinculado a Podemos, que nunca llegó a aclarar, seguido de que el partido de Álvaro Ballarín no quiere el Euro ni la libre circulación de productos y servicios. Y por consiguiente no quieren economía colaborativa. De hecho, aprovechó todas sus intervenciones, incluidas las respuestas a las preguntas de los emprendedores, para sacar el mismo tema. Desde luego, su discurso no tenía desperdicio.

Y Segundo empezó bien, pero terminó a la altura de su interlocutor. Un bonito discurso en el que proponía regular los límites de la economía colaborativa contando con todos los agentes de mercado marcaba los inicios -aunque dejando claro con quién sí y con quién no-. Y se podría haber quedado ahí y terminar triunfal pero siguió... y la cosa terminó por desmadrarse. Ballarín replicó por las palabras contra Uber, que estando presente en el evento confirmó que no era economía colaborativa, y las tramas Púnica, Gurtel, Bárcenas... salieron a la luz, palcos en el Bernabeu... Segundo no quería decirlo, pero lo dijo. Y ya todo estaba perdido

Resultado del partido: todos nos quedamos como estábamos. Sorprendidos por la nueva política y lamentando que, de nuevo, otra buena oportunidad para entrar en contacto con la realidad, se iba por el desagüe.