Los terremotos —y sus diferentes derivados— son una de las catástrofes naturales más devastadoras de la actualidad. El movimiento de las placas tectónicas alrededor del planeta Tierra genera, de forma aleatoria, sacudidas en la superficie terrestre, originando catástrofes como la de Ecuador —una de las más recientes—.

El origen de estos fenómenos es completamente natural, aunque, indirectamente, la acción del ser humano podría estar influyendo más de lo que gobiernos e instituciones reconocen. Y es que son muchos los estudios que muestran relaciones claras entre actividades como la extracción de petróleo y gas y la mayor sucesión de terremotos y derivados a lo largo del planeta Tierra.

Uno de los más recientes ha investigado las causas de los sucesivos terremotos presenciados en Texas (Estados Unidos) durante los últimos años. El estudio concluye que las actividades petrolíferas —las cuales aumentaron exponencialmente hace cinco años— han contribuido a una mayor frecuencia de los terremotos en la región.

Las actividades petrolíferas no generan terremotos por sí solas, pero sí pueden actuar como activadores de los mismos

La extracción de petróleo y gas de un pozo consta de diversas fases. En ellas se penetran rocas y diferentes capas terrestres hasta alcanzar el pozo de petróleo desde el cual se extraerá el fluido. Es en la fase de inyección de aguas residuales (resultantes del proceso de extracción de petróleo y gas) en la cual se contribuye al comienzo de nuevos terremotos, tal y como afirman los múltiples estudios realizados por las instituciones y los académicos de todo el mundo.

La inyección de aguas residuales en el subsuelo puede llegar a debilitar las fallas y, por consiguiente, permitir el deslizamiento de las placas tectónicas, lo que genera posteriormente un terremoto.

terremoto de Ecuador
Daños materiales tras el terremoto que afectó a Chile en 2010. Fuente: Claudio Núñez (Wikimedia)

Paralelamente, la facturación hidráulica —método empleado para la obtención de petróleo y gas— también suele contribuir a nuevos terremotos con relativa frecuencia. Su magnitud no suele superar los cuatro puntos, por lo que no suponen una amenaza para la seguridad pública y el medio ambiente. No obstante, la sucesión de estos pequeños terremotos puede contribuir también al posterior desencadenamiento de terremotos de magnitudes superiores, los cuales sí pueden llegar a causar catástrofes.

En regiones como Oklahoma, el número de seísmos ha aumentado en 600 veces respecto a años anteriores, evolucionando de dos o tres terremotos al año a unos dos o tres cada día, según algunos informes. Esto mismo se ha observado en otros estados como Texas y en otras regiones del mundo, traduciéndose en un aumento a nivel global de los terremotos sucedidos cada año.

En regiones como Oklahoma, el número de seísmos ha aumentado en 600 veces

A este aumento de la actividad petrolífera debemos sumar otras razones como el avance y el retroceso de los glaciares y la variación de las cantidades de agua tanto en la superficie terrestre como a nivel subterráneo. Estos cambios, también influenciados en cierto modo por el ser humano, colaboran al desarrollo de nuevos terremotos y a su cada vez mayor frecuencia alrededor del planeta.

¿Cómo reducir la influencia humana en los terremotos? Los científicos sostienen que la clave es comprender y monitorizar con el máximo detalle posible algunas variables como las presiones subterráneas, las inyecciones realizadas bajo la superficie terrestre y la actividad sísmica natural de la región en cuestión. Solo así será posible compaginar la actividad humana con la ausencia de nuevos terremotos.

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