"Ha llegado el momento de superar los límites de lo posible y hacer realidad mañana muchos imposibles de hoy. Disponemos de conocimiento y de, por primera vez en la historia, posibilidades de participación no presencial y movilización ciudadana. La diferencia entre evolución y revolución es la "r" de responsabilidad". Así se pronunciaba en enero de 2011 **Federico Mayor Zaragoza, quien fuera ministro de Educación y Ciencia durante el Gobierno de la UCD (1981-1982) y posteriormente director general de la UNESCO (1987-1999). Sus palabras parecen premonitorias acerca de lo que sucedería unos meses después en España. La eclosión del movimiento 15M, que cumple hoy cinco años, despertó a una sociedad donde la indignación y el cansancio permanecían latentes.

El éxito de la #Spanishrevolution lanzó a la calle a miles de personas. Mientras la mayor parte de medios de comunicación generalistas y partidos políticos contemplaban en silencio lo que ocurría, la mayor movilización reciente de la sociedad española tomó las plazas con consignas como "¡No les votes!", "No hay pan para tanto chorizo", "Lo llaman democracia y no lo es" o "No falta dinero, sobran ladrones". La organización de la manifestación del 15 de mayo se preparó durante los meses anteriores, con la participación de colectivos como Juventud Sin Futuro o Democracia Real Ya. Fue la germinación de una semilla que se había plantado mucho tiempo antes, con movimientos como #nolesvotes**, en protesta por temas como la Ley Sinde o la corrupción política.

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La organización de No les votes, las acciones realizadas por Anonymous o la misma manifestación del 15M no hubieran tenido el éxito con el que contaron de no ser por el gran desencanto y frustración política existente en la ciudadanía, en particular con el bipartidismo del PP y PSOE. El Centro de Investigaciones Sociológicas reconocía semanas después de aquella movilización del domingo 15 de mayo que existían sentimientos de desconfianza, indiferencia o aburrimiento en la sociedad española. "A principios del año 2010 las menciones referentes a “la clase política y a los partidos políticos” empezaron a ser muy relevantes entre las respuestas a la pregunta sobre los principales problemas de España, de forma que actualmente esta categoría ocupa el tercer lugar en importancia, detrás de los problemas económicos y el desempleo", apuntaba el CIS en junio de 2011.

El movimiento 15M, que tomó las calles y se fraguó en las plazas, contó con una simpatía inicial del 79% de la ciudadanía, según un sondeo de Metroscopia publicado en el diario El País. Los indignados se nutrían de la desilusión, pero la transformaron en indignación colectiva y activa en contra de la corrupción, la especulación, la mercantilización o el rechazo a ciertas decisiones de los poderes políticos y económicos. Las razones ideológicas y culturales del 15M tampoco podrían entenderse sin la profunda crisis económica que sufría España desde 2008. Quizás la movilización, como apuntaba en Politikon Pablo Simón, era fruto del fracaso del gobierno de Zapatero para explicar sus gestiones y, especialmente, los decretos promovidos en mayo de 2010 para hacer frente a la situación financiera. Tal vez fue un "movimiento de movimientos", una suerte de "marca blanca", dice Simón, que cuajó con un mínimo común denominador de regeneración democrática.

Las manifestaciones que se produjeron en más de cincuenta ciudades españolas -con la excepción inicial de Toledo, donde inicialmente fue prohibida aunque luego se revocó- fueron un verdadero éxito. Su resultado, que sorprendió hasta a los propios organizadores, logró la "socialización de toda una generación política". Por ello hay veces que se habla de movimiento de segunda transición aunque, evidentemente, existan diferencias fundamentales entre la recuperación de la democracia en España que se produjo tras la muerte del dictador Franco y la coyuntura económica y política de mayo de 2011. Los resultados del estudio realizado por el CIS también apuntan a un contexto mucho más complejo para entender el 15M. La crisis financiera global, con importantes repercusiones a nivel nacional, la elevada tasa de desempleo -especialmente entre los jóvenes-, las pobres expectativas de futuro, el empobrecimiento de la sociedad o la nula confianza en la clase política -dominada según los indignados por los mercados y los banqueros- son algunos de los motivos que explican la gran movilización del 15 de mayo.

En ese contexto, la eclosión del 15M se explica por el estallido de una sociedad desencantada, movilizada por una generación de jóvenes, muchas veces tachados de Ni-Ni, que sufrían la crisis especialmente. El éxito del 15M fue lograr una convocatoria masiva sin partidos políticos ni sindicatos, movilizando a la sociedad con consignas y declaraciones de intenciones generales. Por ello la manifestación se cargó de peticiones, como eliminar los privilegios de la clase política, mejora de las condiciones de empleo, el derecho a la vivienda, acabar con fórmulas fiscales como las SICAV, la reducción del gasto militar, el control de las entidades bancarias, el aumento de la participación democrática o la recuperación de ciertas libertades. Pero lo que parecía ser una gran manifestación, con eco en toda España, se transformó en algo más durante la noche del 15M. Mientras decenas de jóvenes protestaban de manera pacífica en Madrid, los antidisturbios comenzaron a cargar, lo que provocó el nacimiento de un movimiento completamente espontáneo: llegaron las acampadas.

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La protesta se gestó en la red, pero saltó fuera de internet. Y lo hizo ante los ojos de millones de personas, que veían atónitas cómo lo que nació en la Puerta del Sol se extendía imparable por el resto de España. "Este país es más democrático que hace un año en términos de debate y de movilización social", decía Víctor Sampedro, catedrático de Opinión Pública de la Universidad Rey Juan Carlos. Los indignados, que tomaron el nombre del conocido libro de Stéphane Hessel, miembro de la resistencia francesa y colaborador de Naciones Unidas, consiguieron una gran aceptación popular y adhesión social. Tanta que decenas de ciudades continuaron con la manifestación del 15 de mayo organizando acampadas, ante la incredulidad de muchos políticos y medios de comunicación, como RNE:

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Las asambleas, los gritos mudos y, en general, la movilización del 15M devolvió la política a la calle, recuperando la participación ciudadana con mucha fuerza. Es posible que sin aquella manifestación del 15 de mayo no pudiéramos entender plataformas como la PAH o la organización de mareas contra los recortes en sanidad o educación.

Quizás sin el 15M tampoco podríamos comprender el desgaste del bipartidismo y la irrupción de partidos como Podemos o Ciudadanos, que casi cinco años después de la movilización, entraron el pasado 20 de diciembre con fuerza en el Congreso de los Diputados. La transversalidad, la elevada participación y la regeneración democrática caracterizaron al movimiento de los indignados. Un movimiento que cumple hoy cinco años recordando el día en el que el Sol no se puso.

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