Vuelven los Hermanos Coen con su décimo séptimo largometraje, una comedia ambientada en el Hollywood clásico, por cuyos estudios de cine y alrededores desfila una serie de personajes que huelen a trasuntos de otros que por allí se pasearon en la realidad, lo que le añade un punto de interés.**Los ingeniosos Joel y Ethan Coen son de esa escasísima clase de cineastas cuyas películas uno suele ir con gusto a ver** en cuanto las estrenan, y casi nunca defraudan. Su estilo inconfundible y sus tramas e intereses de siempre, que los identifican como autores, y que no traten al espectador como a un depauperado mental son muy de agradecer tal como está el patio.

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Su filmografía se mueve entre la gran seriedad de la reveladora Blood Simple (1984), *Miller’s Crossing (1990), de lo más virtuosa, o la implacable No Country for Old Men (2007), pasando por el tono intermedio de Fargo (1996), muy recordada, o la laxitud de The Man Who Wasn’t There* (2001), y la hilaridad de las sátiras más o menos surrealistas, como la vigorosa The Hudsucker Proxy (1994), The Big Lebowski (1998), tan disparatada como en exceso querida, o la extravagante y minuciosa A Serious Man, que probablemente se trate de lo mejor que han realizado en los últimos tiempos.

Es frecuente que incluyan una intriga criminal y gozosas explosiones de su característico humor negro, y eso ocurre también en su obra más lograda con diferencia, Barton Fink (1991), precisamente y en parte una afilada sátira del Hollywood de comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, o eso quisieron hacer creer, y la única metafórica y en verdad enigmática de cuantas han rodado. Capitol Pictures era la productora que retrataban en aquella película, inspirándose en la célebre Metro Goldwyn Mayer; y es a dicha productora a la que regresan casi veinticinco años después en Hail, Caesar!, pero escogiendo la década siguiente.

De hecho, el personaje de Eddie Mannix, al que encarna un correcto Josh Brolin sin mucho entusiasmo, existió realmente como ejecutivo de la Metro dedicado a solventar cuantos problemas se presentaran para sus producciones, incluyendo asuntos y prácticas turbios. Una de estas producciones da nombre a la película de los Coen, cuya trama e imágenes trae a la memoria la hiperoscarizada Ben-Hur (William Wyler, 1959), que ya va por su sexta adaptación en más de cien años de cine.hail, caesar!
La sátira de 'Hail, Caesar!' es débil, sin chispa, y uno teme que los Coen se hayan ablandadoEl compositor Carter Burwell y Roger Deakins, responsable de la fotografía, siguen fieles a la cita de los Coen y cumplen bien con su cometido; y este filme le ha procurado un papel diferente a Scarlett Johansson, el de la actriz DeeAnna Moran, un tanto malhumorada y desagradable, a la que conocemos en un curioso número musical que recuerda a Million Dollar Mermaid (Mervyn LeRoy, 1952), como el de Channing Tatum como Burt Gurney a los de Gene Kelly en Anchors Aweigh (George Sidney, 1945) o On the Town (Stanley Donen y Kelly, 1949). En estos números musicales sí se lucen los Coen.

Aunque Million Dollar Mermaid la protagonizó Esther Williams, la trama en torno a Moran se parece más a determinadas circunstancias de la vida de Loretta Young. Por otro lado, una doble Tilda Swinton como Thora y Thessaly Thacker representa la rivalidad entre las columnistas Hedda Hopper y Louella Parsons; la venezolana Verónica Osorio da vida a Carlotta Valdez, que no esconde a nadie más que a la actriz real Carmen Miranda; a la habitual Frances McDormand le reservan un pequeño homenaje a montadoras en la sombra como Blanche Sewell o Margaret Booth; y Hobie Doyle, el vaquero cantante de Alden Ehrenreich, podría haber sido una agradable aportación si se hubiese demostrado más ingenio con sus torpezas.

En Hail, Caesar!, los realizadores estadounidenses recurren a un narrador con la voz en off del irlandés Michael Gambon, y a su acostumbrada mala baba, que aquí escasea, se la puede encontrar en escenas como aquella en la que cuatro religiosos de distintas confesiones se van por las ramas discutiendo la naturaleza de Jesucristo, o la del debate del grupo futurista que desconcierta al actor **Baird Whitlock, interpretado por un George Clooney que debe continuar estando agradecido a los Coen, como los espectadores, por descubrir para el mundo su vena cómica* en la homérica O Brother! (2000), y que ha trabajado con ellos después en Intolerable Cruelty (2003), cuyo tono y verosimilitud acaban desafinando, la descacharrante Burn After Reading* (2008) y, claro, el filme que nos ocupa.

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Viendo **Hail, Caesar!, planificada con la competencia que es de esperar en sus directores pero sin la brillantez de otras veces*, uno puede acordarse de la auténtica paradoja que supuso True Grit (2010), por el hecho de que es bastante menos corrosiva que la original de 1969, llegando a la ternura en ocasiones, viniendo de quienes viene, dos cineastas cuyos guiones pasados exhiben una mala leche legendaria. Porque la sátira de Hail, Caesar! es débil, sin chispa, y uno teme que los Coen se hayan ablandado de A Serious Man* a esta parte.

Pero no solo eso, ya que una de las grandes virtudes que tienen como guionistas es la capacidad de abordar a un buen número de personajes y sus circunstancias, quizá para profundizar en su intención satírica, sin desatender la trama principal o incluso implicándolos en ella, y eso no es lo que sucede aquí: si se considera la intriga del secuestro como la historia fundamental, cuenta con un desarrollo muy pobre, y las peripecias adyacentes, esos otros asuntos de los que debe ocuparse Mannix, en realidad, no influyen casi nada en su resolución.

Sin embargo, puede que de lo que de veras se persigue con la película sea sencillamente retratar las labores de Mannix, y que el resultado que en realidad se busca sea el de la decisión que debe tomar acerca de su futuro, para las que las distintas peripecias le servirían de empuje. Sea como fuere, hay que decir que semejante construcción, tanto en lo que se refiere al retrato como respecto a la historia central, se percibe de lo más difusa, deslavazada y engañosa, y al conjunto, poco ágil. Parece, entonces, que no han estado muy finos los dos hermanos en su último proyecto; y aun así, se mantienen a flote gracias a la sombra de su destreza. Esperemos que pronto recuperen la perspicacia, la mala uva y el brío con los que tanto nos han hecho disfrutar durante años.

Conclusión

No hay duda de que Hail, Caesar! es una de las comedias menores de los Coen, elaborada con profesionalidad pero sin fuerza ni brillantez, con un par de números musicales de lucimiento, la vis cómica de Clooney y poco más; suficiente.

Pros

  • El interés por el retrato y los trasuntos del Hollywood clásico.
  • El lucimiento de los Hermanos Coen en los números musicales.
  • La mala baba ocasional propia de los directores.
  • Volver a ver la vena cómica de George Clooney.

Contras

  • La sátira débil y sin chispa.
  • El pobre desarrollo de la trama principal.
  • El guion difuso, deslavazado y engañoso.
  • El conjunto poco ágil.