Nadie sabe con exactitud cómo Acapulco se hizo tan famoso. La historia más popular cuenta que el duque de Windsor viajó al puerto después de la apertura de la carretera Taxco - Ciudad de México en la década de los veinte y le contó a la realeza europea y al jet set mundial de la belleza del puerto en el exótico México. Durante muchas décadas, Acapulco fue un referente del turismo jet set por su exuberante vegetación y magníficos hoteles frente al Pacífico.
Acapulco fue el escenario de la luna de miel de John y Jackie Kennedy, la boda de Elizabeth Taylor con Michael Todd, el cumpleaños 28 de la diva del cine Rita Hayworth. Incluso “la pandilla de Hollywood” conformada por John Wayne, Johnny Weissmüller, Errol Flynn, Fred McMurray, Orson Welles adquirió el Hotel Flamingos para hacerlo un exclusivo club.
El auge de Acapulco fue una de esas cosas que ocurren por una serie de variables externas e internas, entre ellas la Segunda Guerra Mundial, cuyo final había favorecido principalmente a la economía estadounidense, quienes consideraban a Acapulco como el lugar ideal para ir de vacaciones. Sumado a la política económica de los presidentes Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán, quienes buscaron fortalecer los lazos entre el gobierno y la iniciativa privada tanto extranjera como nacional dando pie a lo que se conoció como “el milagro mexicano” en la década de los cincuenta e incentivando la creación de estructura para la industria turística del puerto.
Podría decirse que la cumbre del éxito de Acapulco fue cuando en 1967 estrenó aeropuerto internacional, el cual recibía vuelos de Los Ángeles, Washington, Nueva York, Chicago e incluso Australia.
En la década de los setenta, Acapulco todavía recibía estrellas y figuras de talla mundial como lo relata el libro Tengo que morir todas las noches: Úrsula Andress, la hija del dictador de Indonesia, Dewi Sukharno, Grace Jones, Sean Connery y Lady Bird Johnson.
La época dorada de Acapulco es un motivo de nostalgia y orgullo para los habitantes de la región. El puerto era insignia de cierto tipo de vida. A modo metáfora los excesos y el lujo de Acapulco han dejado su huella. Hoy existe un estilo de interiorismo inspirado en “Acapulco” en honor de la época dorada del puerto e incluso un tipo de cannabis.
Pero Acapulco está ubicado en el estado de Guerrero, el cual de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación (Coneval), es el segundo estado con mayor tasa de pobreza extrema: dos de cada tres guerrerenses vive en pobreza o pobreza extrema. No sólo eso, Guerrero es un territorio importante para el narcotráfico: es el principal productor de amapola, produce casi tanta como Afganistán y el segundo productor nacional de mariguana.
El brillo de Acapulco atrajo a miles de campesinos que migraron desde la década de los setenta para incorporarse a la industria turística en busca de una mejor vida. La ciudad inevitablemente creció y se convirtió en un reflejo de las desigualdades del estado. En el 2010, los últimos datos disponibles del Coneval arrojaban que el 51.6 por ciento de la población de Acapulco vivía en pobreza y 13.6 en extrema pobreza.
Hoy Acapulco es el municipio más violento del país según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C. Y en la cuarta ciudad más peligrosa del mundo con una tasa de asesinatos de 104.73 asesinatos dolosos por cada 100 mil habitantes.
Lo que un día fue el paraíso para las estrellas, en la actualidad no puede escapar de las problemáticas de la zona que le rodea.