El conocimiento de la historia, no sólo puede ser una gran fuente de riqueza para la humanidad con su aplicación y el propósito de no repetir sus sucesos más desgraciados, sino que esa riqueza también puede ser material: no hay más que pensar en aquellos objetos que cuestan millonadas por su implicación en hechos históricos de relevancia, un precio que están dispuestos a pagar los coleccionistas capaces de permitírselo.Hay charlatanes que falsifican objetos históricos para timar a cualquiera interesado en hacerse con ellos
Tanto es así que algunos avanzados charlatanes, no pudiendo poner las manos en uno de estos objetos valiosos, deciden crearlos con la clara intención de timar a esos coleccionistas o a cualquiera que, por lo que fuere, le interesara hacerse con ellos. Es lo que ocurrió nada menos que con **los sospechosos diarios de Adolf Hitler, una impostura que acabó sacándole los colores a más de uno**.
Los falsos diarios de la bestia negra del siglo XX
Los pormenores de algo tan lamentable como la Segunda Guerra Mundial han fascinado a los historiadores y a los sencillos aficionados a la historiografía, y entre ellos, la personalidad de un fatuo peligroso como Hitler. Aprovechándose de ello, el alemán Konrad Kujau, huido de Alemania del Este en 1957, acometió una serie de lucrativas falsificaciones de pertenencias del Führer tras haberse pasado la vida, básicamente, entrando y saliendo de prisión por robo y algún que otro fraude.Konrad Kujau falsificaba y vendía pinturas juveniles, poemas y manuscritos que atribuía a Adolf Hitler
Así, vendió a diversos coleccionistas desde un casco que, según decía, había sido usado por Hitler en la Batalla de Ypres de la Primera Guerra Mundial hasta pinturas juveniles, poemas y manuscritos del Mein Kampf, todo ello falso, y se inventó que contaba con varias fuentes en Alemania del Este que le proporcionaban todo esto, siendo que estaba prohibida la exportación de objetos confeccionados antes de 1945, como el director de un museo al que había sobornado, un ex general nazi y hasta su propio hermano, general en el otro lado del muro.
Para los manuscritos, se afanó en imitar muy bien la letra del dictador, envejeció folios de papelería moderna con té e incluso elaboró membretes. Gran parte de ellos se los vendió a Fritz Stiefel, coleccionista de objetos nazis; y él afirma que Kujau le entregó en préstamo uno de los supuestos diarios de Hitler ya en 1975. Pero, según Wolfgang Schulze, agente estadounidense de Kujau, este comenzó a producirlos en 1976, y el propio Kujau retrasa esta labor hasta 1978.Kujau aseguró al periodista Gerd Heidemann que tenía localizados los 26 volúmenes de los diarios de Adolf Hitler
Por lo que cuenta, tras un mes practicando para clavar la antigua letra gótica de Hitler, plasmó un buen número de sus citas reales a modo de diario con tinta alemana, mezclando azul y negro con agua para que resultase más fluida, en ua pila de cuadernos que había adquirido en Berlín Oriental. El primero de ellos, como era costumbre, lo adquirió un coleccionista que puso en contacto al periodista alemán Gerd Heidemann con Kujau.
Este le aseguró que tenía localizados los veintiséis volúmenes que constituían los diarios del mismísimo Adolf Hitler, además de pinturas y una ópera compuesta en su juventud y algo tan increíble como una tercera parte del Mein Kampf. Todo ello estaba en manos de un anciano general de Alemania del Este, y era posible traérselo de contrabando. Y tras una reunión de Heidemann con *los dueños de Stern, una revista alemana semanal, se autorizó la compra* de todo el lote.
Kujau se dispuso a completar su falsificación de los diarios del Führer, trabajo que le llevó unos dos años. Para rematar la faena con cada uno, les colocó en la cubierta un sello de cera de un águila y les estampó la firma falsa de Rudolf Hess, ministro del régimen nazi, que “certificaba” la autoría de Hitler. Y ocurrió lo que ocurre cuando se encadenan dos pícaros: de cada 85.000 marcos que la revista apoquinaba por los diarios falsos, Heidemann sólo le daba 50.000 a Kujau y se quedaba el resto; y en un momento dado, subió el precio a 200.000 marcos con la excusa de que el general debía pagar unos cuantos sobornos para garantizar el contrabando.La revista 'Stern' contactó con otros medios como 'Time', 'Paris Match' o 'El País' para publicar los diarios conjuntamente
Mientras Stern contactaba con otros medios para publicar los diarios conjuntamente, como la revista Time, la Newsweek, The Sunday Times, la Paris Match o El País, Heidemann le hizo llegar los manuscritos a varios expertos en la Segunda Guerra Mundial para que confirmasen si eran auténticos: Eberhard Jäckel, Gerhard Weinberg y Hugh Trevor-Roper dieron una rueda de prensa en abril de 1983 y afirmaron que, sin duda, los diarios habían sido escritos por Hitler.
Por su parte, el editor de Stern había contactado con la policía forense de Alemania para que los analizaran y, en marzo de 1983, le habían comunicado que el papel de ciertas muestras se había fabricado con un sistema que empezó a usarse no antes de 1946, pero el editor había decidido ocultar esta información y, tras el visto bueno de Trevor-Roper, comenzaron a publicar los diarios en todo el mundo cuando un nuevo informe aseguraba que se habían encontrado en ellos restos de fibras sintéticas usadas a partir de 1944 y compuestos de 1953 en adelante.Kunjau había copiado un libro de discursos de Hitler añadiéndole comentarios personales
Más tarde, Trevor-Roper cambió de opinión al saber que el historiador nazi David Hirving había negado su autenticidad en televisión por la inexactitud de los datos históricos y las diferencias con la caligrafía del dictador. Y dos semanas después de la rueda de prensa, otro examen forense desveló que tanto el papel como la tinta utilizada databan de mucho después del suicidio de Hitler. Luego se descubrió, además, que Kunjau había copiado un libro de sus discursos añadiéndole comentarios personales.
Cuando estalló el escándalo, el tipo huyó, pero optó por entregarse tras unas semanas al saber que Heidemann le había estafado también a él al no pagarle lo que le correspondía. Para rematar la faena, declaró que el periodista siempre había sido consciente de que los diarios eran una falsificación. A Trevor-Roper, por otro lado, se le acusó de deshonesto porque era uno de los inversores de The Sunday Times. Y **Stern afirmaba que había desembolsado más de nueve millones de marcos, unos cuatro millones y medio de euros**, para conseguir los diarios, y calculó que sus pérdidas totales por el desprestigio y demás ascendían a diecinueve millones de marcos, cerca de diez millones de euros.Kujau huyó, pero se entregó al saber que Heidemann le había estafado también al no pagarle lo que le correspondía
El asunto le reportó a Kujau una condena de cuatro años y seis meses de cárcel; más a Heidemann, que fue sentenciado a cuatro años y ocho meses a la sombra y acabó viviendo en la pobreza. Edith Lieblang, pareja de Kujau, pasó un año en prisión por cómplice; y a partir de este embrollo, los adversarios en Cambridge de Trevor-Roper, cuyo título era el de Lord Dacre, comenzaron a llamarle Lord Faker, “falsificador”. Así que, como puede verse, en el gran fraude de los diarios de Hitler hubo para todos.