Hay grandes videojuegos que ganan premios, y por otro lado hay videojuegos que trascienden al juego, marcan generaciones y cambian la historia. Dentro de los primeros podemos encajar a Call of Duty. Dentro de los segundos, a la saga Mario o a la de Pokémon.
Pokémon empieza tal día como hoy, 27 de febrero, de 1996. Justo veinte años atrás. Pokémon empieza con la decisión más difícil de nuestras vidas: Bulbasaur, Charmander, o Squirtle. Se solía decir algo jamás investigado ni demostrado: con esa primera elección se podía saber a grandes rasgos el carácter de cada niño. El malo de la clase nunca escogía a Bulbasaur. De hecho, muy pocos escogían a Bulbasaur.
Pokémon es encender la SNES del cuarto y decepcionarse porque no sirve de nada, bajar al comedor, deambular por Pueblo Paleta intentando descubrir qué tenemos que hacer realmente y saltar a la hierba para que el profesor Oak nos rescatase. A partir de ahí, un taimado enemigo llamado Gary (o como ustedes quieran), un mapa, y la elección de nuestra vida. En muchos casos, aquel primer Squirtle nos acompañaría mucho más tiempo del que nos duró aquel juego. La nostalgia deja cualquier terreno baldío. Blastoise es la madre de todas las plagas. Más tarde, lo de siempre. Un pokémon tipo normal intrascendente llamado Rattata, y a tirar millas por Kanto deseando que llegue el momento en que nos dan la bici. Mientras tanto, las medallas al zurrón.
Que Rattata es un pokémon insufrible no lo digo yo, lo dice un informe de las Naciones Unidas de 2001. Por suerte luego los hallazgos se iban vigorizando y la historia se animaba. Oscar Wilde dijo: “A veces nos pasamos años sin vivir en absoluto, y de pronto nuestra vida entera se concentra en un solo instante”. Ese momento fue el de la captura de Mewtwo. Hubo quien desperdició su Master Ball en un Onix cualquiera “para ver si era verdad que no fallaba” y luego estaban los que sabiamente la reservaron para el #150, dando paso a una captura espiritual que tal vez duró poco, pero al mismo tiempo duró para siempre. También en nuestra memoria. Después, la promesa de llegar a la Calle Victoria y enfrentarse al mayor desafío de nuestras vidas, la Élite 4.
Traspasar el Rubicón en que se convertía la Élite 4 era cruzar mareas sin saber qué nos íbamos a encontrar al otro lado: la gloria eterna con un equipo encabezado por nuestra primera elección crecida hasta el nivel 45, o un abismo parecido a aquel que los europeos de hace no tanto creían que se encontraba tras el cabo de Finisterre, allí donde el mar engullía el Sol y acababa el confín del mundo conocido.
Aquella fue la primera generación, coronada con el histórico Mew, el pokémon aspiracional. La fuerza de la mística que superó a la fuerza bruta hecha músculo en Mewtwo. De ahí se pasó, ya en color desde el principio, a la segunda generación de Pokémon, donde aunque los legendarios cumplieron de sobra, se vio desde el principio que el saludable moreno y el carisma a raudales de la BCS (Bulbasaur, Charmander, Squirtle) no tenía mucho que ver con la discreción de la CCT (Chikorita, Cyndaquil, Totodile). Caricaturas. El panorama se solucionaba al final con Ho-Oh y Lugia, pero Entei, Raikou y Suicune seguían lejos de Articuno, Zapdos y Moltres. No es que los perros legendarios estuviesen mal, pero al lado de la ferocidad y elegancia de las aves anteriores, lucían como una magdalena sin vaso de leche.
Algunos pokémon de aquella segunda generación dejaron un buen legado, como el multiforme Unown, Umbreon o Sudowoodo. Muchos otros cerraron la generación y se empadronaron donde habita el olvido. Más tarde, para tomar el testigo de Mew, llegó Celebi, que se entregaba en caravanas Pokémon por todo el mundo, y era el broche que faltaba, sosegado como un maestro Jedi. Desafortunadamente, tampoco fue suficiente y sólo confirmó lo que años después se pondría de manifiesto: ninguna generación supo igual que la primera, y además la tendencia era a peor. Seguramente por eso Pokémon acabó en Celebi, y nunca ningún otro posterior alcanzó el carisma, repercusión y legado de aquellos años.
La Nintendo de los últimos años es capaz de realizar movimientos que no ocasionan ruido alguno y también otros cuyo anuncio hace tintinear los monederos del 20% de la población mundial nacida entre 1985 y 1995. Ahora, aprovechando los veinte años (qué rápido han pasado), Nintendo va a volver a percutir con algunos lanzamientos especiales conmemorativos, y dos nuevas ediciones para el verano: Sun y Moon (¿y una futura tercera llamada “Mars”?).
Volveremos a ella, porque la nostalgia es capaz de vender plumíferos en el Sáhara, pero quizás sólo lo hagamos porque es lo más parecido que tendremos a sentarnos a recordar tiempos pasados, de pan con chocolate al llegar del colegio y la GameBoy con las pilas puestas. Press start. Larga vida a Pokémon.