Si estás familiarizado con la cultura digital, sabes que el efecto Streisand es el fenómeno por el cual un intento de remover o censurar un contenido determinado tiene como consecuencia la difusión mucho más amplia de esa información.
El nombre tiene como origen el caso de unas fotografías de la casa de la actriz Barbra Streisand, tomadas en el año 2003, su intento de suprimirlas y la posterior difusión de éstas hasta hacerse imposible eliminarlas de la red.
Barbra Streisand demandó al fotógrafo, Kenneth Adelman, por violación de su privacidad. Para el momento en que se presentó la demanda, la fotografía, tomada para documentar la erosión costera de la zona de California, había sido descargada solo siete veces. Dos de ellas por los propios abogados de Streisand. Un mes después de presentarse la demanda, más de 420.000 personas habían visitado la web. El miedo a perdernos algo de lo que los demás están hablando, nos hace buscar automáticamente el contenido restringido.
Otros casos célebres del efecto Streisand incluyen el intento de la Iglesia de la Cienciología de eliminar un video de Tom Cruise a través de un reclamo de copyright, que dio como resultado la creación de una campaña completa anti-cienciología, el Proyecto Chanology. O la decisión de la Corte Suprema del Reino Unido de bloquear acceso a webs de descargas de contenidos, que incrementó su número de visitantes en más de 12 millones.
Este efecto no se restringe solo a internet. Es común que ocurra que las ventas de una obra, como un álbum o un libro se disparen tras su censura.
En el nivel más básico, los seres humanos presentan un grado natural de curiosidad, que al verse reprimido al bloquear su acceso y combinarse con el miedo de perderse algo de lo que los demás están hablando, nos hace buscar automáticamente el contenido restringido.
El efecto streisand y el derecho legítimo al olvido
En años recientes ha habido largas discusiones legales sobre el llamado “derecho al olvido”. Especialmente en la medida en que algunas personas han intentado —mediante procesos de litigio— eliminar información sobre sí mismos de motores de búsqueda.
El ciudadano español Mario Costeja González encabezó un juicio largo y complejo para que Google eliminara resultados de búsqueda que databan de dieciséis años atrás sobre la venta de una propiedad. Tras ganar el juicio, estableció un precedente importante para acentar la posibilidad de que, gracias al derecho al olvido, una persona pueda luchar por su legítima privacidad. Al menos en Europa.
Internet es el equivalente tecnológico más cercano a la mitológica Hidra de Lerna, se le corta una cabeza y aparecen varias más. Aunque el derecho al olvido representó largas discusiones sobre los peligros para la libertad de expresión e información, su implantación jurídica ha sido, en términos generales, favorable hacia la privacidad de las personas. Pero en muchos casos, donde se lo intenta utilizar como un método de censura, termina multiplicándose por todo internet.
Según Jansen y Martin, de la Universidad de Wollongong, el efecto Streisand es la consecuencia de una táctica de censura fallida, en la cual el intento de reducir la indignación de la gente no es exitoso. Esto significa que para censurar contenido de manera efectiva no basta con eliminarlo de internet o de cualquier otro medio. Es necesario lograr también que este acto pase inadvertido, o que intimide a la gente de modo tal que se autocensure.
Afortunadamente la forma en que funciona internet hace difícil la eliminación total de contenidos. Sobre todo porque la información es fácilmente redirigible y encauzable por otras vías. Esta es la razón de que sea tan complicado censurar contenido en internet. Implicaría tener que cortar todas las cabezas de la Hidra al mismo tiempo.