La indecencia financiera que nos condujo a la última gran crisis económica mundial suma una pieza cinematográfica más con The Big Short, algo imprevisto del hasta ahora director de comedias descerebradas Adam McKay. Y que siga por ese camino.La carrera de este cineasta estadounidense hasta el momento había sido una sucesión de películas cómicas de trazo grueso y encefalograma plano, tales como el díptico inicial Anchorman: The Legend of Ron Burgundy y Wake Up, Ron Burgundy: The Lost Movie (2004), Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby (2006), Step Brothers (2008), The Other Guys (2010) y Anchorman 2: The Legend Continues (2013), a las que no habría que tocar ni con un palo.

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Esa es la razón de que un filme tan decente como **The Big Short, comandado por él, haya supuesto una auténtica sorpresa, sobre todo porque, lejos de sus anteriores frivolidades, está centrado en el importante fraude inmobiliario masivo que echó abajo la economía estadounidense* y, con ella, la del resto de casi todo el mundo, así como la manera en que funcionan los tejemanejes del ámbito financiero.

De este modo, sigue la estela directa o espiritual de predecesoras como Wall Street 2: Money Never Sleeps* (Oliver Stone, 2010), Margin Call (JC Chandor, 2011) o Le capital (Constantin Costa-Gavras, 2012); e incluso de documentales como Capitalism: A Love Story (Michael Moore, 2009) o Inside Job (Charles Ferguson, 2010). Y, en rigor, no les tiene mucho que envidiar; sólo algún detalle significativo que luego veremos.the big short El vigor y casi podríamos decir que el entusiasmo de las alegres comedietas de McKay se lo ha insuflado también a su última películaEl vigor y casi podríamos decir que el entusiasmo de las alegres comedietas de McKay se lo ha insuflado también a su última película, que no es otra cosa que una comedia dramática, fundamentada en el libro The Big Short: Inside The Machine Doomsday, de Michael Lewis, sobre unos tipos que, tras darse cuenta de lo que se avecina para la economía a causa de las hipotecas subprime y el mercado de los CDO, u obligaciones colateralizadas por deuda, que las mueve, deciden llevar a cabo sus respectivas operaciones para sacar tajada de ello.

La pretensión de que el ritmo no decaiga en ningún momento del metraje no se debe solamente al hecho de que sea una virtud cinematográfica, sino también a la comprensible necesidad de ahuyentar el aburrimiento del respetable espectador medio ante las explicaciones económicas** que plagan los diálogos del filme; y a fe mía que lo logran sin ningún problema, con la inestimable ayuda de algunos montajes paralelos y los pequeños golpes de humor que empedran el guion de Charles Randolph y el propio McKay.

No otra cosa motivan la sucesión de imágenes sociales rápidamente intercaladas, sobre todo, en las informaciones iniciales, igual que las posteriores, que nos proporciona Jared Vennett (Ryan Gosling) hablando directamente con nosotros, unas veces mirando a cámara, y otras, con voz en off, tal como hacen otros personajes en distintos momentos y hasta otros actores ajenos al grupo de intérpretes principales, siendo ellos mismos, lo que también sirve para aumentar el dinamismo y la hilaridad.

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El reparto coral de la película es espléndido, desde el mismo Gosling, Melissa Leo y Brad Pitt hasta Finn Wittrock, John Magaro o Jeremy Strong; pero quienes descuellan sobre todos los demás son, por un lado, Steve Carell como el complejo e incontenible Mark Baum y, sobre todo, Christian Bale, quien está que se sale como el excéntrico Michael Burry y es merecedor de todos los premios.

Los dos únicos pero cruciales inconvenientes que presenta la película son consecuencia, de hecho, de las decisiones estilísticas que persiguen hacerla bien digerible para un elevado número de espectadores: el hecho de que sea una comedia dramática y no directamente un drama de intriga económica como, por ejemplo, el mentado Margin Call, con sus gracietas correspondientes, le resta capacidad para ser tomada muy en serio; y esa misma dificultad se acentúa con los recursos audiovisuales intercalados para hacerla más dinámica, que son propios de productos más frívolos y no lo que requeriría un título semejante. Es decir, sacrifica un mayor impacto y fuerza para reactivar la indignación en el altar del público masivo.

Conclusión

A pesar de todo, The Big Short es un filme satisfactorio, revelador, animoso y siempre entretenido, con algunos golpes de humor muy dignos, un reparto competente y algunas actuaciones de altura. Lástima que se arriesgue tanto a no ser tomado verdaderamente en serio.

Pros

  • El vigor y el entusiasmo del director Adam McKay.
  • El buen ritmo, que no decae en ningún momento.
  • Las interpretaciones de Steve Carell y, sobre todo, de Christian Bale.

Contras

  • Los recursos audiovisuales propios de productos más frívolos.
  • Que las decisiones estilísticas para que sea más digerible hacen que no sea tomada del todo en serio.
  • Que sacrifica la fuerza para provocar indignación por llegar a un mayor número de espectadores.

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