Si uno se toma los cientos o miles de lecturas concatenadas de libros y los millares de visionados de películas que disfruta a lo largo de su vida como algo más que ocio, es decir, como una actividad de provecho que puede formar parte de su dinámica laboral o no, disponer de herramientas útiles para almacenar y dejar constancia de todo ese inmenso bagaje es algo parecido a que le caiga un regalo del cielo.Apuntamos las lecturas y visionados de películas para consultarlos en cualquier momento, conocer nuestro bagaje y usar la información
Es lo que pueden llegar a pensar **las personas para las que dedicarle tiempo a la literatura y al cine no son un simple pasatiempo con el que relajarse, divertirse u obtener evasiones momentáneas de la realidad que nos asedia, o una necesaria catarsis, sino una tarea vital importantísima que nos ayuda a percibir la complejidad real del mundo y espanta los prejuicios, que hace igualmente complejo nuestro pensamiento y revierte, de un modo u otro, en la mejora de la sociedad por nuestra parte.
La razón por la que se apunta lo que se lee y se ve no es otra que el deseo de poder consultarlo en cualquier ocasión, tener una idea clara de nuestro propio acervo, de lo que opinamos de cada obra concreta, de lo que esta contenga de beneficioso que merezca ser divulgado y utilizar esa información** para recomendaciones en todo sentido, analizar otras relacionadas partiendo de ella o incluso, en el caso de algunos currantes de la cultura, escribir sobre ello.
Al principio, quizá se garrapatea en una libreta; luego, si uno tiene los años suficientes, se introducen los datos en algún programa de archivos del viejo MS-DOS; más tarde, en un documento de cualquier procesador de texto; y finalmente, **se votan los libros y las películas, se les pone nota, en ficheros virtuales como GoodReads o Filmaffinity** e Internet Movie Data Base.
Estos últimos son los que más posibilidades y ventajas ofrecen por la propia evolución de las tres uves dobles, lo que significa que nuestra experiencia cultural y sus potencialidades se multiplican, y no sólo de una manera parecida a lo que procura el big data:Conseguimos una visión más exacta de nuestra actividad y hacemos un ejercicio de memoria al revisarla
Además de conseguir una visión más exacta y con distintos parámetros de nuestra actividad y del ejercicio de memoria que supone darse un garbeo por los ficheros y recordar quién ha escrito tal y tal libro que nos chiflan, que detestamos o que tenemos pendiente leer, el cineasta que ha dirigido esta o aquella película que nos dejaron alucinados, que casi nos empujan a abandonar la sala de cine o que nos recomendaron zamparnos, etcétera, uno puede interactuar con otros usuarios en su entorno de redes sociales y expandir su círculo cultural, lo que sin duda es enriquecedor de igual forma.
Y esto no sólo ocurre con internautas que a saber dónde se encuentren, sino que también nos es posible interactuar en esas redes con nuestros allegados como interactuamos en otras del estilo de Facebook o Twitter, y tanto las listas que elaboremos como nuestras votaciones es fácil que les sirvan para algo tan baladí como consultarlas y saber a ciencia cierta lo que nos podrían regalar en una fecha señalada.Las conexiones intelectuales que se labran con el intercambio cultural se intensifican con las redes sociales de películas y libros
Y afortunados somos aquellos a los que nos han dado la oportunidad de convertir nuestras pasiones en el propio trabajo. Podríamos decir que algunas de las cosas en que ocupábamos nuestro tiempo fuera del horario laboral, desde un punto de vista materialista o de sustento, las podemos capitalizar ahora, y plataformas como GoodReads o Filmaffinity contribuyen a que llevemos nuestra labor a buen puerto: si uno ha de escribir un texto sobre, digamos, libros estupendos que recomendaría para comenzar el año, sobre los mejores cortometrajes de animación o la carrera de un cineasta en concreto, repasar sus votaciones le zarandea para que nos acordemos mejor de lo que piensa de las obras.
Pero los que llevamos más de una década utilizando tan idóneas herramientas y somos de los que las valoramos como parte de nuestro ambicioso desarrollo cultural —humildemente ambicioso— quizá hayamos aprendido que algo que muchos consideran árido como la posesión de conocimiento, de ese que posibilita conversaciones muy diferentes, digamos, a las típicas de ascensor, de peluquería o de la cola del súper, es capaz de favorecer que surjan unos vínculos emocionales apabullantes, que puede que nos marquen de por vida. Acordaros de Annie Hall.
Y todo gracias a las conexiones intelectuales que se labran con el intercambio de datos, ideas y opiniones de nuestra cultura, que se intensifican, apuntalan y reconducen con las redes sociales de películas y libros para cinéfilos y lectores, no sólo porque nos echan un cable para conocer los gustos de la otra persona al facilitar el acceso a sus votaciones, sino también porque todo el ejercicio mental que realizamos al incluir sus ficheros en nuestra dinámica repercute muy positivamente en las conversaciones que mantenemos cara a cara con ella.Nuestra memoria es imperfecta, y las redes sociales de cine y literatura pueden ser una buena muleta para nosotros
Pero que no os sorprenda que hable de vínculos emocionales: se trata de obras artísticas, y el arte sólo es tal cuando remueve nuestras emociones, cuando afecta a nuestros sentimientos; así que tiene mucho sentido que conectar con otra persona por nuestros intereses literarios y cinematográficos sea algo emotivo, porque las novelas que leemos y los filmes que contemplamos forjan en parte nuestra memoria emocional. Y como esta memoria es imperfecta, las redes sociales de películas y libros pueden ser una buena muleta para nosotros, así que merecen una oportunidad.