Los impactos de meteoritos contra la Tierra, sobre todo desde que se popularizó la teoría de que uno de ellos fue lo que acabó con los dinosaurios, se unieron a nuestros temores tradicionales y han sido una fuente de inspiración para los relatos apocalípticos en la literatura y en el cine. Y estos relatos no son ningún disparate pues, si ya han caído un buen número de meteoritos de una envergadura peligrosa y han causado estragos, no es ilógico preguntarse cuándo volverá a ocurrir. Aunque los millones de años que separan a los más grandes conocidos también deberían hacernos pensar en si seguiremos aquí para tratar de librarnos del próximo.
Los cráteres meteoríticos más grandes
Por si seguidores de *The X-Files* u otras personas que puedan estar en un error leen este texto, me parece conveniente aclarar antes de nada que el suceso que tuvo lugar en la rusa Tunguska en junio de 1908 no fue la caída de ningún meteorito, sino la explosión aérea de un fragmento del cometa Encke, que se volatilizó antes de tocar tierra porque estaba formado por hielo, por lo que ni siquiera dejó cráter alguno. Y si este bólido, que ocasionó un estallido de unos treinta megatones, derribó árboles en un área de más de 2.000 kilómetros cuadrados y a personas a 400 de distancia, hubiese sido un meteorito, que no os quepa duda de que sería diminuto en comparación con los diez gigantes que vamos a conocer a continuación.
Hace la friolera de unos 145 millones de años, un pedrusco gigantesco se estrelló en lo que hoy llamamos Sudáfrica y creó una hondonada de unos 70 kilómetros de diámetro, a la que conocemos como el cráter de Morokweng, en el que se hallan los restos fosilizados del meteorito. Y el causante del cráter de unos 80 kilómetros de diámetro de Puchezh Katunki, en Rusia, se precipitó hará unos 170 millones de años.El meteorito que mató a los dinosaurios fue 20 veces más rápido que una bala, y su energía, 1000 millones de veces la de las bombas de Hiroshima y Nagasaki
Los cráteres de Acraman, en Australia, y de la bahía de Chesapeake, en Estados Unidos, son de unos 90 kilómetros de diámetro, y fueron el resultado de sendos impactos meteoríticos hace unos 590 millones de años y unos 35 respectivamente. Y los de Manicouagan y de Popigai tienen unos 100 kilómetros de diámetro; el primero se encuentra en Canadá, es uno de lo mejor conservados y el meteorito que lo causó se nos vino encima hace unos 250 millones de años; el segundo se estampó contra Rusia cerca de 36 millones de años atrás.
El meteorito más famoso de todos los tiempos, que fue el que mató a los dinosaurios y zanjó su era, de unos diez kilómetros de diámetro, impactó al noroeste de la mexicana península de Yucatán con una velocidad veinte veces superior a la de una bala y una energía 1000 millones de veces mayor que las de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, produciendo el que se conoce como cráter de Chicxulub, de unos 180 kilómetros de diámetro, hace unos 65 millones de años de nada. Si esta hipótesis sobre la extinción masiva se lanzó en 1980, fue en 2010 cuando hemos podido confirmarla. Y la cuenca de Sudbury, en Canadá, es un cráter de unos 250 kilómetros de diámetro, producido por un meteorito que se precipitó hace unos 1.850 millones de años.
El cráter visible más antiguo es el de Vredefort, en Sudáfrica, de unos 300 kilómetros de diámetro, cuyo meteorito, de entre cinco y diez kilómetros de ídem, impactó hace cerca de 2.020 millones de años; en 2005 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y en marzo de 2015 se anunció en descubrimiento de un cráter de unos 400 kilómetros de diámetro en la cuenca de Warburton, en plena Australia, producida por un gigantesco meteorito que se partió en dos poco antes de estrellarse contra el suelo hace más de 300 millones de años y que, según las cuentas, doblaba el tamaño del que puso fin a la era de los dinosaurios. Pero aún es pronto para saber cuáles fueron sus consecuencias para la vida terrestre, que es lo que sus descubridores están investigando.