Romolo Tavani: Shutterstock

Nos encontramos en plena celebración de la Cumbre del Clima de París (COP21), que dio comienzo el 30 de noviembre y estará debatiendo sobre el futuro del medio ambiente mundial hasta el 11 de diciembre.

Si bien es una buena forma de terminar el año, el proceso para conseguir poner en común la inmensa problemática del cambio climático ha sido largo y costoso. Los desafíos se centran en cuestiones como el aumento de la temperatura o las emisiones de gases a la atmósfera. Sin embargo, existe una larga retahíla de intereses y excusas económicas por parte de las grandes empresas, y gobiernos, para alegar la falta de implicación en el cuidado del medio ambiente.

Estamos acostumbrados a reducir el todo de la acción por el medio ambiente a esas grandes corporaciones. Pero el papel al final es común, y sobre todo, continuo. Porque aunque no nos guste oírlo, la cuestión es algo del día a día y no solo cuando se celebra un evento de calado mundial. Y como viene siendo habitual en todos los ámbitos, un grupo de empresas de base tecnológica está trabajando por y para mejorar, en medida de sus capacidades, esta compleja situación. Es lo que podríamos llamar startups verdes, las cuales cada vez tienen más apoyo de los inversores y fondos.

Smart Cities

Objetivo: ciudades verdes

Muy enlazadas con el concepto de las ciudades del futuro y las smart cities, las startups dedicadas al Internet de las Cosas y a la tecnología interconectada tienen su mayor nicho en este negocio.

Algunas iniciativas como la de Matt Tomasulo con Walk (Your City) tiene el objetivo de que sepas que puedes llegar a prácticamente cualquier lugar de tu ciudad andando, sin la necesidad de tener que coger el coche. Se consigue así descongestionar el tráfico de las ciudades. O aplicaciones como Citymapper, que dando información de las mejores rutas de transporte público, incitan a que abandonemos esa manía por nuestro propio vehículo. Y si tenemos que usarlo no pasa nada; podemos compartirlo o alquilarlo con plataformas colaborativas como Bluemove, Drivy o BlaBlaCar.

A la preocupación por el transporte se unen cientos de proyectos que tienen que ver con el mundo de la bicicleta. Y no precisamente para hacer deporte. COBI que hace las bicis más inteligentes para su uso en ciudades o BitLock como otro ejemplo de la economía colaborativa a dos ruedas.

comer

La ciencia y la tecnología, una nueva aplicación verde

La ciencia no tiene límites y por supuesto encuentra uno de sus objetivos y aplicaciones en el desarrollo de ciudades más ecológicas y sostenibles. Al menos en su definición más básica.

El control del consumo de agua es uno de las cuestiones más acuciantesNo se ven, pero están ahí. Millones de ladrillos componen los edificios en los que vivimos y trabajamos en las ciudades. Su fabricación puede mejorar y, por desgracia no vamos a dejar de construir en masa; por lo que si podemos reducir la contaminación de su fabricación podemos avanzar un poco. Es el ejemplo de bioMASON, que tiene la misión de fabricar ladrillos a partir de microorganismos, compuestos por una bacteria que se convierte en cemento al mezclarse con arena, nutrientes y calcio.

El 70,8% de la superficie terrestre está compuesta por agua, y solo el 2,5% es potable y con vistas a reducirse en los próximos años. El consumo de la misma es por tanto un motivo de preocupación. Si no hay agua, no hay vida; y los seres humanos consumimos muchísima, más de la que necesitamos. ¿Y si aprovechásemos las aguas residuales? Tethis, a través de un material biodegradable se eliminan los contaminantes del agua para aprovecharla de nuevo. Y más para el uso cotidiano y de origen español, Oasys, que busca reducir el consumo con una especie de contador.

Las opciones son infinitas, y las oportunidades por extensión, también. El objetivo esta ahora en aceptar la realidad de la situación, tomar medidas y ponerse a ello cuanto antes.