Confieso que me alegra ser uno de los primeros en deciros, quizá pecando un poco de irrespetuoso con el pasado, que el séptimo episodio de Star Wars probablemente sea el mejor que hemos visto hasta el momento de esta legendaria saga cinematográfica.El bueno de **Jeffrey Jacob Abrams*, Jota Jota para los amigos y para los cinéfilos que le queremos bien, ha vuelto a hacerlo: si ya había demostrado que era capaz de crear algo tan personalmente extraordinario como la serie Lost* (2004-2010), lo cierto es que no se le ha dado nada mal recoger el material audiovisual de otros y ofrecernos un nuevo espectáculo de lo más agradecible, como no es otra cosa el estilo y los ingredientes de Super 8 (2011); pero debería decir más, porque si ya reflotó la saga de *Mission: Impossible con una digna tercera entrega (2006) que casi nos hizo olvidar el bodrio perpetrado por John Woo (2000) y nos regaló la más estimable de las doce películas estrenadas de Star Trek (2009), otra saga de aventuras espaciales —pero de ciencia ficción, no la fantasía de George Lucas— con mucha historia a sus espaldas y millones de seguidores en todo el mundo, ahora ha hecho lo propio con la mítica Star Wars, y a mí no me cabe duda de que ha salido más airoso que nadie*.
Los hechos de The Force Awakens ocurren tres décadas después de los que se relataron en The Return of the Jedi (Richard Marquand, 1983); durante ese tiempo, se ha construido la Nueva República, que ahora se ve amenazada por la Primera Orden, el resurgimiento del Imperio que una vez fue instaurado por los Sith. Parece que la lucha contra el reverso tenebroso de la Fuerza es una labor inacabable de la que se encargan en su momento los Jedi de cada generación y aquellos que los siguen.
La película comienza hablándonos precisamente de cómo se encuentra esta galaxia muy, muy lejana, con el texto de letras amarillas deslizándose por la pantalla sobre el oscuro espacio cuajado de estrellas y la melodía principal que el veteranísimo John Williams compuso casi cuarenta años atrás para Star Wars: A New Hope (George Lucas, 1977), tal como nos hemos acostumbrado en las seis ocasiones anteriores; y volver a contemplar esta apertura después de tanto tiempo una vez más, expectantes y francamente complacidos, provoca en el ánimo una sensación de regresar a un lugar añorado o, más bien, de algo querido que nos ha hecho pasar muy buenos ratos y ahora retorna a nosotros para refrescar nuestra memoria y regocijarnos de nuevo.
Hay conmociones para el espectador en este episodio que literalmente le ponen a uno la piel de gallina
Pero esto no sería posible si no estuviese al mando alguien capaz de comprender cuál es la esencia de la historia, de los personajes y del estilo narrativo de la saga. Por fortuna, Abrams los comprende a la perfección —con la inestimable ayuda de Lawrence Kasdan, que guionizó The Empire Strikes Back (Irvin Kershner, 1980) y The Return of the Jedi—, como ya había comprendido los de Star Trek; y nos plantea la primera secuencia y de inmediato reconocemos la dinámica característica de Star Wars, y nos presenta a un nuevo e importante robot involucrado, el encantador BB-8, como en el primer episodio lo era R2-D2, y además en un nuevo planeta desértico muy similar al de entonces. Y desde ese mismo instante, todos los elementos, paradigmas y conflictos de la saga a los que estamos de sobra habituados se suceden a lo largo del metraje, quizá con alguna pequeña vuela de tuerca aquí y allá.
Con la gran diferencia de que Abrams sabe muy bien dónde presionar casi siempre para que aumente la tensión o la emotividad en cada escena, y los momentos reconocibles de Star Wars, que ya han acaecido ante nuestros ojos en otras ocasiones, regresan y los vemos con una nueva luz y los vivimos con una nueva intensidad incontrovertibles; las secuencias de acción son todo lo vigorosas que deben ser gracias a una planificación visual más de adecuada para ello y a un montaje limpio y brioso, pues el director sabe lo que se hace en ese terreno; y por el simple proceso de acumulación emocional debido al robusto pasado de la saga, hay conmociones para el espectador en este episodio que literalmente le ponen a uno la piel de gallina.
No obstante, la esencia íntima del personaje de Rey (Daisy Ridley) supone una novedad pura en esta película y para la saga, de tal forma que su evolución dejaría patitieso al mismísimo maestro Yoda; y es precisamente ella la que cuenta con casi todas las escenas más potentes y escalofriantes de The Force Awakens, incluida la última, magníficamente rodada. Y, desde luego, la mayoría de estas escenas no serían posibles sin la sustancial colaboración del no menos inquietante Kylo Ren (Adam Driver). Y si a todo ello se le une poder ver de nuevo a nuestros queridos héroes clásicos de la resistencia contra el lado oscuro la Fuerza, algunos de ellos poco aprovechados en esta ocasión, el disfrute y el alborozo están garantizados.
Conclusión
J.J. Abrams ha hecho de las suyas retomando el argumento de la saga y otorgándole una nueva energía, que presenta sus consabidas situaciones con un nuevo alcance emocional, casi sin novedades en lo básico y, así, repitiéndose bastante; lo cual no le impide entregar el espectáculo más logrado de Star Wars hasta la fecha.
Pros
- La comprensión de las esencias de la saga por parte del director, JJ Abrams.
- La planificación visual adecuada y el montaje limpio y brioso.
- La nueva intensidad con que se vive el relato.
Contras
- La sensación de lo ya visto con pequeños matices.
- La insoslayable repetición del desarrollo de tramas principales.
- El poco aprovechamiento de algunos personajes clásicos.