El cine es como una gran factoría de los sueños. Es capaz de producir entornos e historias que, en muchas ocasiones, son solo producto de la imaginación. Sin embargo, nosotros nos lo creemos. Parte de la culpa reside en los numerosos efectos especiales capaces de transformar un croma verde en un mundo de fantasía. Aunque también existen otras técnicas que, a pesar de parecernos un tanto rupestres, siguen realizándose: las maquetas.
Utilizando algo tan simple como la perspectiva, las maquetas del cine son capaces de engañarnos y hacernos creer que podríamos encontrarnos ante un desierto de Arabia Saudí o contemplando unas inmensas montañas nevadas en Rusia. Aunque es cierto que más tarde la edición ayuda a engañar al espectador, el mayor mérito está en aquellas manualidades encargadas de representar dichos escenarios.
Podríamos pensar que las maquetas solo fueron empleadas en películas como “2001: Una Odisea del Espacio” o los primeros largometrajes de Star Wars, pero lo cierto es que éstas se han empleados en productos muy recientes como “El Gran Hotel Budapest” de Wes Anderson o incluso “Origen” de Nolan.
Por lo tanto, muchos de aquellos escenarios que creíamos reales son simplemente maquetas. Como ocurre con todo truco de magia, el mito se nos desmorona cuando descubrimos qué mecanismos existen para que éste suceda. No obstante, a veces lo que se esconde tras dicho truco también es merecedor de una gran admiración, algo que ocurre con las maquetas del cine.