Una de las consecuencias menos mencionadas de la Segunda Guerra Mundial fue el encuentro y el intercambio de ideas que se produjo entre los soldados de Estados Unidos, gran referente y exportador cultural, y las poblaciones de Oriente, hecho que se acentuó en otros conflictos armados de la Guerra Fría, como el de Vietnam y el de Corea, y cuyaEl interés occidental generalizado por las pseudoterapias orientales comenzó tras la Segunda Guerra Mundial
difusión potenciaron los movimientos contraculturales de los años 60 del siglo pasado, a los que les chiflaba cualquier cosa que se saliese de lo tradicional que conocían, aunque no tuviera fundamento alguno.
El interés generalizado por las arcaicas filosofías y las pseudoterapias orientales, regurgitadas por Occidente, se originó entonces, y tratamientos no científicos como la acupuntura, el reiki o los toques zen, que no sirven para nada, comenzaron a expandirse de verdad. El yoga también lo hizo con ellos y, a día de hoy, es una práctica de moda. Pero ¿qué hay de cierto en los beneficios para la salud que se le atribuyen? Veámoslo.
Dejando de lado la espiritualidad
**La razón de que, por lo general, pensemos en el yoga como una simple práctica para alcanzar el bienestar físico y mental y no también como una concepción religiosa se debe a que sólo se popularizó en Occidente cuando se libró de esta**. Sin embargo, hay que ser conscientes de que ese es su origen y, por tanto, de que el modo en que se llegó a practicarlo está íntimamente relacionado con ella, así que El origen del yoga es religioso, de hace unos 3.600 años, y el método científico no existía entonces
los planteamientos científicos tienen poco que ver con ese modo. Y lo cierto es que no podría haber sido así en cualquier caso, porque el método científico no existía hace unos 3.600 años de nada, que es al menos lo que la arqueología nos ha revelado que quizá tiene el yoga.
Si bien también está integrado en religiones como el budismo y en el jainismo, es una de las seis doctrinas ortodoxas del hinduismo milenario, que considera esta práctica una forma de unir cada alma, sustancia no material, con dioses como Shiva, Visnú, Brahman y compañía, o ahora con la naturaleza o incluso el Universo, y “acceder a la liberación”. De hecho, en sánscrito, yoga significa “unión”, y su raíz indoeuropea es la misma que la de palabras tan nuestras como yugo o conyugal. Así, las posturas que se adoptan son devocionales. Naturalmente, todo esto forma parte de la fe y no del terreno de los hechos comprobados; carece de fundamento científico, que es lo que en verdad interesa aquí.
De las diversas variantes de yoga, la más extendida es el hatha, cuya dinámica se desarrolló desde principios del siglo XX, combinando las escasas posturas clásicas del propio hatha que preparan el cuerpo para la meditación, otros ejercicios hindúes como el arte marcial del kalaripayatu y la gimnasia occidental. Esta es, como digo, la versión descafeinada, hablando de cafeína religiosa, que ha triunfado entre los occidentales.
Lo que la ciencia dice del yoga
Si bien esta práctica se popularizó por esta parte del planeta en los años 70 del siglo pasado, no fue hasta la década siguiente que los científicos empezaron a estudiar más si es verdaderamente provechosa para la salud física y mental de los que la realizan de forma frecuente.
La Universidad de Cincinnati y el Campus Alberta de Psicología Aplicada o CAAP han encontrado evidencias de que el yoga **ayuda a paliar el estrés, la ansiedad y la depresión; la Universidad de Plymouth, que alivia el dolor de la espalda baja**;El yoga ayuda a paliar el estrés, la ansiedad y la depresión y a regular la presión arterial, alivia el dolor de la espalda baja y aumenta la flexibilidad
la Universidad de Harvard, que reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares porque **ayuda a regular la presión arterial. Estos beneficios son a largo plazo y, en general, también se habla de un lógico aumento de la flexibilidad.
Sin embargo, los investigadores puntualizan un par de aspectos importantes: el primero es que, por lo pronto, el yoga no produce ningún tipo de beneficio específico para la salud, es decir, que cualquier otra clase de ejercicio físico de baja intensidad o de relajación tendría las mismas consecuencias positivas; y el segundo es que, de todos modos, son precisos estudios más ambiciosos y concienzudos acerca de esta práctica para llegar a conclusiones realmente satisfactorias.
Y lo que sí hay que eludir son los ejercicios con posturas extremas para evitar lesiones, por tensar demasiado los ligamentos o forzar en exceso las articulaciones y las vértebras, hernias de disco o incluso derrames cerebrales*, respecto a lo que la British Medical Journal* publicó un artículo en 1972.
Además de que hay que negarse a realizar ejercicios directamente peligrosos, como el sungazing o yoga solar, con el que se mira directamente al Sol unos minutos cuando amanece o durante el atardecer porque esa luz, según dicen algunos, “transmite energía espiritual”, de lo cual, no sólo no existe demostración alguna, sino que hasta puede causar una retinopatía y ceguera;Hay que eludir ejercicios con posturas extremas para evitar lesiones, hernias de disco e incluso derrames cerebrales
y huir de todo instructor que afirme cosas como que el flujo espermático posee gran cantidad de chi o prana, la energía vital que disminuye con cada eyaculación y reduce los años de vida de los varones, por lo que hay que “eyacular hacia adentro”, algo físicamente imposible cuyos intentos conducen a la dolorosa vasocongestión; o que hable de que con determinada postura se aprieta el hígado o el páncreas para eliminar toxinas, echándolas por la boca, o se estira el nervio óptico o se destruye lo que tapona la arterias, todo ello afirmaciones sin base real.
Es probable que de escuchar menciones a “la energía compartida” o “el espíritu compartido” sea difícil librarse en las sesiones de yoga. Pero lo que a las personas que lo practican debe interesarles sobre todo es cuidarse y realizar sólo los ejercicios que les convenga según su vigor y estado de salud, y nunca los extremos o disparatados. Porque no tiene sentido ir a buscar bienestar y volver hechos tapioca.