Nacho Mirás

Hay dos formas de conocer a un ser humano: en persona o leyendo lo que escribe. Así fue como descubrí a Nacho Mirás hace algo menos de dos años, cuando por casualidades de la red llegué a su blog. "Me marcho a las Cruzadas", decía el 1 de enero de 2014. El periodista acababa de recibir el diagnóstico de astrocitoma anaplásico, un tumor cerebral que bien valía como nombre de un satélite o de un barco, ironizaba en el artículo. A pesar de los dos meses de idas y venidas al hospital de Santiago de Compostela desde que colapsara por estrés, el gallego reconocía pensar con mucha más claridad y, como le decían sus allegados, tal vez escribir mejor.

Nacho Mirás nunca abandonó el oficio a pesar de la vorágine médica en que se adentróMirás no abandonó el oficio a pesar de la vorágine médica en que se adentró. En plenas navidades de 2013, le serraron la cabeza y le extrajeron un trozo de cerebro. Una operación que asustaría a cualquiera, pero que decidió utilizar para cincelar palabras y esculpir textos. El periodista hizo lo que mejor sabía: escribir la crónica de una muerte anunciada a lo largo de los dos últimos años. El escritor falleció ayer por la noche después de una lucha contra viento y marea. Nacho Mirás se enfrentó a la "negra sombra" que le atenazaba desde 2013, cuando en la primera craneotomía pterional a la que tuvo que ser sometido le extirparon una zona del lóbulo temporal derecho. Ahí fue donde los médicos le tocaron la afectividad, el lenguaje y la memoria, como él mismo relataba en su blog.

Pero lo que peor llevaba Mirás por aquellas fechas era que los daños colaterales de la operación se centraran sobre todo en la afectividad y en el olfato. "No reconozco ni mi propia casa. No os podéis ni hacer una idea de lo que es no reconocer tu ropa, tu habitación… a tu gente", lamentaba el gallego. Empezaba así una pelea contra el tiempo, un aprendizaje a contrarreloj para soportar las placas de titanio que le habían injertado y los tratamientos de radioterapia y quimioterapia. Con él comenzamos a leer las crónicas de un cáncer de cerebro. Lo hacíamos casi a diario con una mezcla de sonrisa ante sus comentarios irónicos y de fruncimiento de ceño y angustia cuando Mirás, como un cirujano preciso, separaba la realidad de la emotividad manifiesta. Nunca dejó de informar, aunque le tocara hacerlo en primera persona del singular.

Nacho Mirás
Pinto & Chinto (La Voz de Galicia)

El escritor, que publicó El mejor peor momento de mi vida explicando cómo no rendirse "ante una mala jugada del destino", se enfrentó con valentía al tumor. Y con igual mezcla de desesperanza y estupefacción ante la "burrocracia" administrativa. Nacho Mirás escribía cabreado ante la situación que viven miles de pacientes oncológicos a diario, que además de luchar contra el cáncer, deben demostrar la situación de "incapacidad temporal" ante la Seguridad Social. "¿De qué van? ¿No se creen los informes de mi oncólogo? ¿De mi neurólogo? ¿De mi radiólogo? ¿De mi radioterapeuta? ¿De mi neurocirujano? ¿De mi médico de familia?", contaba en este artículo. Las palabras del gallego no solo eran su válvula de escape, sino también una lección para el resto. "¡Coño, pero si vivir era bonito!!! Es lo que ha ocurrido entre hoy y ayer, con una tregua concedida por parte de los infraseres que gobiernan los efectos secundarios de la industria farmacéutica que llevo puesta por todas las vías imaginables", escribía en La tregua de San Silvestre.Como un cirujano preciso, supo separar la realidad de la emotividad manifiesta en sus crónicas

Era en realidad una tregua entre los ciclos de irinotecán y avastin recibidos. Pero Nacho Mirás también aprovechaba para contar los efectos de la crisis sobre la sanidad. El personal de enfermería que atendía a los pacientes llevaba zapatillas de running, detalle que no se le escapó al periodista. "Van tan a toda hostia que las zapatillas de correr son lo más apropiado", ironizaba. Era él mismo describiendo el día a día de cualquier persona diagnosticada de cáncer. Solo que él contaba con el arma de la palabra, la que empleaba a diario en La Voz de Galicia y que le sirvieron como dardos para pelear contra el "cangrejo" instalado en su cabeza.

Fue el crustáceo, por desgracia, el que venció la partida. Lo hizo produciendo una terrible metamorfosis, que narraba por última vez el pasado mes de junio. Nacho Mirás, que siempre había sido zurdo, contaba que su último artículo le había llevado cuatro horas repartidas en dos días diferentes. La pérdida de sensibilidad y olfato del principio quedaban tan alejadas en el tiempo ante los cambios que sus hemisferios cerebrales provocaban en el cuerpo del gallego. Ya no era solo escribir, sino que caminar o comer se tornaban tareas tan cotidianas como imposibles. Él mismo llegó a autodenominarse "perro de escayola" empleando una vez más la ironía para describir la situación. Con su fallecimiento el periodismo queda huérfano de una de las mentes más clarividentes, que supo informar y contar en primera persona la noticia de la evolución y la pelea contra el cáncer. Que la tierra te sea leve, Mirás.

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