A día de hoy **estamos muy acostumbrados a los trasplantes de órganos**, incluso a los de corazón; esta cirugía forma parte de la normalidad en las intervenciones hospitalarias, y nos congratulamos de que haya tantas personas generosas que estén dispuestas a realizar donaciones en la situación más difícil. Pero, aunque la idea y los primeros intentos datan de siglos antes de Cristo, hasta no hace mucho tiempo, los trasplantes eran algo ajeno a la práctica médica normalizada, y conseguir algo tan extraordinario como el de corazón supuso un gran esfuerzo de décadas para médicos e investigadores científicos. Y merece ser recordado.
Corazones de reemplazo
La historia de lo que hoy es considerado uno de los mayores hitos médicos de la historia comenzó cuando Alexis Carrel, que luego fue galardonado con el Nobel de Medicina, se convirtió en uno de los primeros cirujanos de trasplantes al intercambiar a principios del siglo pasado las patas izquierdas de dos perros gracias a su técnica para realizar sutura vascular y trasplante de vasos sanguíneos y de órganos; y ya en 1905 se había atrevido con el trasplante de corazón en perros, sin éxito, que luego describió en publicaciones en 1907. “Ninguno que haya seguido con interés estos nuevos avances en la cirugía puede dudar que contienen inmensas posibilidades, y la aplicación de los métodos aprendidos en los animales al ser humano no puede tardar”, afirmó la reputada revista médica británica The Lancet en 1912, refiriéndose a la sutura vascular de Carrel.El baipás cardiovascular es una máquina que hace el papel del corazón y los pulmones durante los trasplantes
El también cirujano John Gibbon ideó en los años 30 la técnica de la circulación extracorpórea, la única que garantiza una revascularización miocárdica plena con una máquina, el baipás cardiopulmonar, que hace el papel del corazón y los pulmones, de modo que oxigena la sangre y la pone de nuevo en circulación en el cuerpo del paciente, y que no se materializó hasta 1953.
En 1938, Robert Gross operó en Boston a una niña con una malformación cardíaca y, si bien no fue una intervención a corazón abierto, fue entonces cuando surgió la cirugía cardiovascular como tal. Sin embargo, hubo que esperar hasta los años 50 para que Norman Shumway, de la californiana Universidad de Stanford, practicara también con perros el trasplante de corazón durante una década. En los últimos cinco años consiguió que viviesen más, desarrollando una técnica que sólo requería cuatro suturas: en la aorta, la arteria pulmonar, la aurícula derecha y la izquierda. Esta técnica, cuyo proceso dura una hora escasa, se sigue utilizando en la actualidad.
Por desgracia, Shumway no llegó más allá, es decir, al trasplante de corazón en personas, por sus profundas convicciones religiosas respecto a la muerte: pensaba, como los legisladores, que si un corazón late, su dueño no ha fallecido, aunque se encuentre en muerte cerebral. Y tuvo que ser el sudafricano Christiaan Barnard, que había participado en los experimentos con perros en Stanford, quien se atreviera. Y tres años después de que el doctor James Hardy, de la Universidad de Misisipi, trasplantara el corazón de un chimpancé a un paciente moribundo, que sólo vivió hora y media tras la operación, en 1964, Barnard le trasplantó un corazón al tendero Louis Washkansky, que había sufrido varios infartos, de la joven Denise Darvall, quien se encontraba en muerte cerebral tras ser atropellada por un coche en Ciudad del Cabo, en diciembre de 1967. La intervención duró casi cinco horas, y el corazón de Darvall fue reanimado en el pecho de Washkansky con una ligera descarga eléctrica.
Lamentablemente, el tendero falleció dieciocho días después de una neumonía. Pero Barnard continuó, y **en 1968 le El primer trasplante del corazón de una persona a otra lo realizó el cirujano sudafricano Christiaan Barnard en 1967
trasplantó al dentista Philip Blaiberg el corazón de Clive Haupt, un joven negro que había fallecido de una hemorragia cerebral mientras se divertía jugando al fútbol en una playa: el corazón de un hombre negro en el pecho de un hombre blanco; esto se convirtió un símbolo contra el racismo en la Sudáfrica del apartheid. Y Blaiberg vivió hasta 1969, después de contraer hepatitis y debido a un rechazo paulatino del trasplante. Pero a finales de 1968, más de 100 corazones habían sido ya trasplantados, y el avance de esta cirugía parecía imparable.
Pero en los dos años siguientes, todos los trasplantados fallecieron porque su cuerpo rechazaba el nuevo corazón. El sistema inmunológico considera que el órgano trasplantado es un cuerpo extraño, una amenaza contra la que hay que arremeter para eliminarla, y esa es la razón de que se produzca el rechazo. Así que los trasplantes de corazón se cancelaron en todo el mundo durante casi toda la década de los 70, hasta que el inmunólogo Jean-François Borel descubrió la ciclosporina, que disminuye la actividad del sistema inmunitario y, así, la posibilidad de rechazo del órgano. Y aunque hubo que luchar contra la aparición de linfomas cancerosos en casi un tercio de los pacientes, causada por las sobredosis que se empleaban, esto pudo corregirse, y la ciclosporina está disponible para los pacientes desde 1980.
Salvando miles de vidas con un trasplante
No solo las personas de cierta edad con problemas cardiovasculares requieren un corazón nuevo. También las hay que nacen con malformaciones cardíacas** como un corazón univentricular, y que si son mujeres no pueden ni tener hijos porque no lo soportarían, de modo que su salud se deteriora con el paso del tiempo hasta que acaban necesitando un trasplante cuando aún son jóvenes. Y eso si han llegado a vivir los suficiente porque, para empezar, tienen 50% de posibilidades de sobrevivir a su nacimiento, y si lo hacen y crecen, se convierten en niños azules porque poseen un ligero todo azulado toda su vida, con baja capacidad pulmonar; pueden morir en cualquier momento y sólo tienen, de nuevo, un 50% de posibilidades de llegar a adultos, quizá con la necesidad de someterse en algún momento a la intervención de Blalock-Taussig, que consiste en unir arteria subclavia a la arteria pulmonar izquierda para garantizar el flujo de sangre a los pulmones.
Antes de los años 60 del siglo pasado, que fue cuando comenzó la cirugía a corazón abierto, todos los bebés que nacían con malformaciones cardíacas graves morían. A día de hoy, las personas que han recibido un corazón son conscientes de que están vivas porque ha muerto alguien; y se sienten agradecidas y culpables a la vez. Y cuando uno se entera de que algunos de los pacientes se preguntan qué ocurrirá si a un hombre le ponen el corazón de una Las personas que han recibido un corazón son conscientes de que están vivas porque ha muerto alguien; y se sienten agradecidas y culpables a la vez
mujer, o si reciben el de un musulmán siendo cristianos, o a la inversa, o sus parejas si les va a seguir queriendo igual con otro corazón, es más consciente de que la educación científica sigue siendo deficiente y que resulta preciso mejorarla, no sólo explicándole a la ciudadanía cómo hemos llegado a ser capaces de trasplantar corazones, que laten unos dos mil millones de veces a lo largo de nuestra vida, propulsando la sangre por 100.000 kilómetros de arterias y venas, sino también cuáles son los fundamentos científicos de ensayo y error que lo han hecho posible.
Romain Guillemain, experto cirujano cardiovascular del hospital parisino Georges-Pompidou, dice que “hay cierta magia en sacar un corazón de un tórax, dejar en su lugar un hueco, coger otro corazón que ha estado en agua helada, coserlo ahí, reactivarlo, calentarlo y ver cómo se pone en marcha”. Se dispone de 4 horas para realizar el trasplante después de la extracción del corazón donado antes de que este sufra daños irreversibles por la falta de sangre bombeada al órgano. Y 4.000 se realizan al año en todo el mundo. Médicos y científicos lo han hecho posible; ellos son los que salvan y mejoran nuestras vidas. Y por ello son mis héroes. ¿Cuáles son los vuestros?