¿Qué hubiera pasado si los aliados perdían la Segunda Guerra Mundial? Esa es la pregunta que se hizo el escritor Philip K. Dick y cuya respuesta derivó en una ucronía plasmada en su novela de 1962: 'El hombre en el castillo' (The Man in the High Castle, en inglés).
Una ucronía consiste en jugar con situaciones históricas que jamás sucedieron. Nos situamos entonces en un planeta Tierra dominado por dos súper potencias: Alemania y Japón. Un mundo donde Hitler, en lugar de suicidarse en su Bunker, sufre una parálisis cerebral que acaba con él.
"… El viejo Adolf, de quien se decía que estaba en algún sanatorio, viviendo los últimos años de su vida en una parálisis senil. Sífilis del cerebro, adquirida en los días en que, era un vagabundo en Viena... un vagabundo de gabán negro y largo, ropa interior sucia, y casas en ruinas…"
Un lugar donde los africanos fueron utilizados para alimentar al pueblo alemán, y sus restos en las industrias.
"… Pero para eliminar a los norteamericanos aborígenes se había tardado casi doscientos años, y los alemanes lo habían logrado casi en quince años en África…"
Desde la guerra han pasado ya 17 años, Estados Unidos se encuentra repartido entre estos dos países, que a la vez se encuentran librando una guerra fría entre ellos. Una unión de estados independientes resiste añorando que las cosas vuelvan a ser como antes. Por encima de todo eso, el fantasma de una sociedad pasada aúlla por intermedio de reliquias: objetos pertenecientes a un pueblo de antaño que la gente comercia.
Lo más extraño de la historia es un libro titulado "La langosta se ha posado" que genera una ucronía dentro de otra. Éste postula una realidad alternativa en la cual son los aliados quienes realmente ganan la guerra y no las fuerzas del eje.
El autor de esta historia es más conocido por haber escrito ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, una novela que luego se convertiría en el film Blade Runner. La inclusión del I Ching en la historia no es un dato menor, así como también la decisión de usarlo y consultarlo para decidir el rumbo de la misma. Se trata de un libro oracular de origen chino que puede leerse de principio a fin o bien hacerle preguntas por medio de monedas. Estudiosos de la sincronicidad como Carl Jung pusieron su atención en él.
El salto a la televisión
Amazon decidió apostar a esta trama y lanzó este año una adaptación de la misma. El público decidió confiar en la propuesta luego de visionar el piloto. La primera temporada completa de **The Man in the High Castle** estará disponible a partir del 20 de noviembre del 2015. Ya está confirmado que ésta constará de diez episodios y Ridley Scott participará del proyecto como productor ejecutivo.
La serie viene muy bien encaminada. No es fácil adaptar una historia que viene de un libro pero, de momento, vienen haciendo un buen trabajo. La ambientación que han conseguido es excelente y es algo que queda reflejado en la escena en la que vemos el Time Square con el símbolo Nazi. Meritoria por el hecho de haber recreado este lugar como se encontraba en los años 60 y por la fuerza que tiene la misma al reflejar la profanación de ese símbolo tan norteamericano. Algo similar se hace con la inclusión de una esvástica en la bandera.
Todo esto se ha logrado por la gran labor investigativa que llevó a cabo el equipo de producción de Amazon. Para ello debieron sumergirse en el estudio de la arquitectura alemana de la época e incluso hasta el mismo Ridley Scott se encargó de asesorar cómo montar diversas escenas.
La trama rondará en torno a varios personajes, entre ellos: Joe Blake (Lucas Kleintank), un joven que se une a la resistencia clandestina y Juliana Crane (Alexa Davalos), que debe resolver un misterio que ronda en torno a su media hermana y unas películas clandestinas que muestran la victoria de los aliados.
En lo que a mí respecta el éxito de esta serie estará supeditado a que consiga mantener el mensaje de fondo: invitarnos a reflexionar sobre la realidad propia examinando otra absolutamente opuesta. Es de esperar que sirva también para acercarnos al libro, que es de los mejores que escribió Philip K. Dick.