Crecí en la época de los noventa. O, lo que es lo mismo, pasé mañanas y tardes atendiendo a las aventuras de Goku, Vegeta y compañía. Lo que sucedía en pantalla y lo épico de los combates me hacía ver con buenos ojos que situaciones que podrían resolverse en cinco minutos llevaran media docena de capítulos.
Ahora, casi veinte años después, me encuentro viendo Dragon Ball Super con cierta emoción. Es algo extraño debido a que todo lo que ha salido bajo el amparo de dicha marca tras el fin de Dragon Ball Z ha terminado siendo un auténtico despropósito cuyo único fin parecía no ser otro que el de ensuciar el legado de Akira Toriyama.
La continuidad
Partamos de la base de que La Batalla de los Dioses y, en menor medida, La Resurrección de Freezer son productos mediocres. Ni siquiera el papel principal de Akira Toriyama en su concepción y desarrollo, lo que otrora hubiera sido sinónimo de éxito, sirve para disculpar un par de proyectos faltos de toda imaginación y riesgo creativo que rozan el absurdo más a menudo de lo recomendable.
¿Habéis visto las dos películas recientes? Olvidadlas
Pero lo peor, claro, viene cuando ambos films pierden toda su validez al estrenar esta nueva etapa. ¿No podría haberse pensado y/o planteado mejor? Jugar así con la cronología y lo canónico no debería ser propio de una compañía de la talla de Toei Animation.
Ahora, con Super nos encontramos ante un proyecto que parece buscar reescribir los hechos narrados en las dos películas comentadas. Parece dejarse la puerta abierta al tan manido y perozoso recurso del sueño pero, por el momento, uno tiene la sensación de haber digerido dos despropósitos animados para nada más que, en ciertos momentos, rozar la muerte por vergüenza ajena. ¿Lo peor de todo? Estos tres capítulos no anticipan que la reescritura vaya a suponer cambios de peso en el devenir de la historia. ¿Seguirá estando en peligro la Tierra por que Bills no pueda probar un pudding? Mención aparte a que un retorno tan esperado como el de Super no haya contado prácticamente nada en tres capítulos; mal augurio para todo aquel que esperaba una serie sin paja y que fuera al grano.
El concepto
Si hablaba de vergüenza, la imaginería y el cómo se busca transmitir en esta nueva obra roza, de nuevo, el esperpento. Tras villanos de la talla de Freezer, Cell y Buu (todos con múltiples transformaciones, a cada cual más impactante y amenazadora) llega Bills. Señores, el enemigo más poderoso de todos los universos conocidos (que no son pocos) es un gato pelado con ropajes traídos del mismo Egipto que se echa siestas de cientos de años y, según dicten sus papilas gustativas, puede arrasar con todo un planeta con solo mover un dedo. Literalmente.
De nuevo, creo que el error está en el origen de la idea. No solo ya en la imagen que se le ha dado al que debería ser el villano más impactante de la franquicia si no en mostrar a estas alturas del partido un villano que, a todas luces, parece invencible (obviamente, no lo es). ¿Qué queda por ver en Dragon Ball Super? ¿Hasta dónde tendrán que buscar para ofrecernos un rival digno después de Bills? ¿Tendrá justificación su aparición? Parece que el sentido y la coherencia se perdieron hace demasiado tiempo.
Los derroteros por los que va la saga son cada vez más estrambóticos
La sensación que queda es la de estar ante un proyecto dirigido por nuestro niño interior. Seguro que todo apasionado de Dragon Ball se recuerda imaginando quién podría ser más fuerte que Buu o cuál sería la siguiente transformación de Goku. Bien, dudo enormemente que ese joven de no más de diez años pudiera elucubrar que los siguientes pasos a dar no eran otros que enfrentarse a un felino humanoide con la cocina y la siesta como aficiones o dejar el pelo rubio atrás en pos de un color tan azulado como absurdo.
¿Y qué me decís de ese dibujo? La que es una de las marcas con más solera y reputación de la historia del anime y el manga volvía casi 20 años después con un primer episodio totalmente falto de mimo: animación pésima, diseños sumamente mejorables y, en general, una desgana incomprensible; en el mismo opening, escena que se va a ver en las decenas de capítulos emitidos, encontramos escenas sumamente mejorables en todos los aspectos. Se cuentan por decenas las series con menos recursos y potencial con una identidad visual muchísimo más destacable.
El enfoque
Los que disfrutaron de Dragon Ball y Dragon Ball Z en su etapa de emisión original rondarán hoy día la treintena. Es evidente que buscar la atención de aquel público no parecía la mejor estrategia de marketing pero de ahí a presentar un shonen sumamente pueril. Un enfoque que ni Dragon Ball Z (ni Kai, evidentemente) tuvieron jamás y que puede recordar más a la etapa inicial de Dragon Ball. Pero, evidentemente, no es igual ver hacer chiquillerías a un niño rebelde que a un hombre al que se le atribuye ser una de las personas más fuertes de la galaxia.
Dragon Ball Super es infantil, demasiado infantil
Sí, ciertos capítulos de DBZ presentaban situaciones cotidianas llevadas al absurdo a modo de desahogo en la trama principal (Piccolo y Goku sacándose el carné de conducir, por ejemplo) pero, si mi memoria no falla, nada como ver al grupo haciendo el ridículo jugando al bingo o a Vegeta enfadado en unas vacaciones familiares veraniegas. Tras tres capítulos, Dragon Ball Super puede considerarse una sitcom protagonizada por Goku, Vegetta, Bulma y compañía. Y eso no es lo que cabría esperar de un proyecto como este.
De nuevo, pues, se está siendo incoherente con lo tradicional y lo reciente, todo al mismo tiempo. Una Pan que ni siquiera parece existir, un Vegeta que parece ser el que era después de convertirse en un cobarde caricaturesco en La Batalla de los Dioses o unos Trunks y Goten más infantiles si cabe de lo visto en el último tramo de Dragon Ball Z. Se ha cambiado mucho y no necesariamente para bien.
Quizá nos estamos tomando demasiado en serio lo que, parece, ha nacido con el objetivo de ser un entretenimiento para los pequeños de la casa, buscando repetir el éxito de animes recientes, como Naruto o One Piece, incluso más míticos que la propia Dragon Ball. Los niveles de audencia y de atención generados parecen darle la razón a una Toei que ha decidido ignorar a todo aquel que creció y se emocionó con la epopeya de Goku y compañía. Y supongo que son todos esos recuerdos de la infancia los que nos hacen albergar un halo de esperanza, esperando que algo de lo mucho que se hace mal mejore en próximos capítulos.