Son muchos los grandes fotógrafos que pasaron a la historia, que fueron reconocidos en vida y que pudieron disfrutar de la fama mientras realizaban el trabajo que les satisfacía. Pero hubo otros muchos cuyo reconocimiento llegó demasiado tarde. Es el caso de Vivian Maier.
La norteamericana Vivian Maier nunca se dedicó profesionalmente a la fotografía. Hija de refugiados judíos, con 30 años se mudó a Chicago y fue en la capital de Illinois donde desarrolló su afición por este arte. Allí trabajó durante 40 años como niñera de varias familias de la alta sociedad y era en sus ratos libres cuando desarrollaba su pasión por la fotografía. Incluso son muchos los que sugieren que su interés por realizar instantáneas nació durante su infancia, cuando ella y su madre, abandonadas por su padre, vivieron con la fotógrafa surrealista Jeanne J. Bertrand.
Vivian fue una mujer solitaria y reservada, sin vínculos con ninguna familia ni amigos cercanos, que, en cambio, poseía la capacidad y el talento para interactuar con las personas a las que retrataba en sus fotos. Captó situaciones de la calle y se comunicó con los modelos de un modo increíble, por lo que la naturalidad en las imágenes era espectacular. A pesar de ello, Maier apenas reveló la ingente cantidad de carretes que iba acumulando porque no se lo pudo permitir. Durante la mayoría de su obra, escogía personas de rostros oscuros que fotografiaba en lugares anodinos, lejos de las localizaciones más conocidas de Chicago. De hecho, tenía la capacidad de capturar la ciudad de una forma muy sutil, desviándose de los clichés visuales predominantes en aquellos años: disparos con desplazamiento horizontal, rascacielos en perspectiva al atardecer o las escenas de bullicio nocturno, iluminadas por las grandes luces de los teatros.
Muestras de su archivo oficial:
Además, junto con la fotografía también desarrolló una afición por los libros de arte y las esquelas de periódicos totalmente inusitada, hecho que le sirvió para grabar un pequeño filme en Super 8 sobre el asesinato de una mujer y su hijo, registrando los diferentes lugares que los fallecidos visitaron en vida. Pero lo más sorprendente es que nunca mostró sus fotografías y vídeos a nadie. Asimismo, Maier continuó trabajando como institutriz hasta mediados de la década de 1990 y nunca se casó ni tuvo hijos.
Exactamente un año antes de su muerte, en 2007, el fotógrafo John Maloof adquirió 30.000 negativos en una pequeña subasta en Chicago procedentes de un viejo almacén. Tras darse cuenta del increíble hallazgo, logró comprar un nuevo lote y así consiguió reunir más de 150.000 negativos, rollos de películas y cámaras antiguas, entre ellas la Rolleiflex empleada por ella. Sin embargo, Vivian acabó en la pobreza y vivió en la calle durante un tiempo, aunque en sus últimos años pudo vivir en un apartamento pagado por algunos de las personas que cuidó durante su juventud en la década de 1950.
De este modo, Maloof no pudo conocer a Vivian en vida y ésta falleció en el anonimato. Pero gracias a la labor del joven fotógrafo, su trabajo fue poco a poco reconocido y se celebraron algunas exposiciones con su material. También consiguió recuperar recortes de periódico, carretes de color y correspondencia gracias a la familia Gensburgs para la que Vivian había trabajado durante 17 años. Así, ya en 2010 quedaban aún por escanear alrededor de 90.000 negativos, además de 600 carretes de color por revelar.
Actualmente, Maloof es el encargado de gestionar y publicitar este enorme archivo. Se ha llegado ha publicar el libro Vivian Maier - Street Photographer y se ha realizado un maravilloso documental sobre su vida y obra, dirigido por Maloof y Charlie Siskel. El documental llegó a estar nominado al Oscar en la edición de este año, aunque finalmente la estatuilla fue para CitizenFour sobre el caso de Edward Snowden.
Tal y como la definió Maloof, Vivian Maier "era socialista, feminista, un crítico de cine, y no tenía miedo de decir lo que sea. Aprendió inglés yendo a las obras de teatro que ella amaba. Llevaba una chaqueta de hombre, zapatos de hombre y un gran sombrero. La mayor parte del tiempo estaba constantemente tomando fotos que no enseñó a nadie".