Cuando el eco de las bombas de la II Guerra Mundial aún resonaba en Europa, un joven embajador francés fue convocado a una extraña reunión diplomática. Poco imaginaba François de Rose, quien siendo estudiante había suspendido matemáticas, que acabaría trabajando en la comisión de la energía atómica de los Estados Unidos. Originario de un pequeño pueblo del sur de Francia, el diplomático terminó al servicio de EEUU por su elevada comprensión del inglés.Terminada la guerra, las heridas del viejo continente aún no habían cicatrizado

Quién le hubiera dicho a él, cuya carrera científica se truncó por consejo de su maestro de matemáticas, que su trabajo le llevaría a conocer y entablar amistad con alguno de los más célebres investigadores de la época, como Robert Oppenheimer. De sus charlas con el físico norteamericano surgirían años después largas conversaciones con otros científicos europeos, entre los que se encontraban **Niels Bohr o Pierre Auger. Entre café y café, el debate siempre giraba en torno al mismo tema. Un continente destrozado, que a pesar de la victoria sobre el nazismo, había quedado desmembrado entre restos de metralla y cascotes.

Pocas personas eran capaces de predecir el futuro cuando las heridas de una guerra, tan cruel como fraticida, se mantenían abiertas. Convencido de que Europa podía emular el mito del ave fénix, Rose decidió utilizar sus contactos diplomáticos para que el viejo continente renaciera de sus cenizas. Lo hizo de la mano de Oppenheimer, Bohr y Auger, emprendiendo una aventura tan utópica como extraordinaria: construir el mayor laboratorio de física de partículas del mundo.

El despertar de un continente

Las gestiones del joven François se ralentizaban. Pocos gobiernos veían con buenos ojos invertir en una gran infraestructura científica cuando muchos países continuaban destrozados por el horror de la guerra. En 1951, tras meses de conversaciones y reuniones, el departamento de ciencias naturales de la UNESCO, liderado por Auger, organizaba una conferencia intergubernamental en París. Aquel congreso, presidido por Rose, aprobó una resolución que a la larga significaría el pistoletazo de salida del CERN.

Sólo un año después, Ginebra fue elegida como sede para albergar el primer gran sueño de la cooperación europea. En 1954 comenzaron las primeras excavaciones para construir el laboratorio de la European Organization for Nuclear Research**. En septiembre de 1954, el esfuerzo de François de Rose veía por fin sus frutos, cuando doce países ratificaban el nacimiento del CERN (Bélgica, Dinamarca, Francia, República Federal de Alemania, Grecia, Italia, Holanda, Noruega, Suecia, Suiza, Reino Unido y Yugoslavia).

CERN
El 17 de marzo de 1954 comenzaron las primeras excavaciones para construir el primer gran sueño europeo, bajo la atenta mirada del personal técnico del CERN. Fuente: CERN

El CERN es capaz de acelerar partículas a una velocidad cercana a la de la luzEl gran despertar del continente cristalizó en el establecimiento del sincrociclotrón de protones de 600 MeV, el primer eslabón que llevaría décadas después a la construcción del gran colisionador de hadrones (LHC). Hoy los investigadores del CERN, inspirados por el sueño de François de Rose, han logrado acelerar protones al 99% de la velocidad de la luz. Como explica Philip Ball, gracias a esta celeridad los protones tardan menos de una diezmilésima de segundo en recorrer los 27 kilómetros de longitud del túnel circular.

El CERN no sólo ha sido capaz de acelerar y colisionar protones a una velocidad cercana a la de la luz. Recreando las condiciones que ocurrieron durante los primeros instantes del **Big Bang, la física ha podido mirar hacia donde todos miraban y sin embargo, ver lo que nadie veía. Después de seis décadas de trabajo, el viejo proyecto de François de Rose, quien fuera director del consejo del CERN entre 1958 y 1960, ha permitido acelerar el futuro hasta límites insospechados.

Cómo el CERN aceleró el futuro

El modesto sincrociclotrón de 600 meV sería pronto sustituido por un acelerador más potente, el protón-sincrotrón. Inaugurado por el propio François de Rose, esta infraestructura fue durante un breve período de tiempo el mayor acelerador de partículas del mundo. Contaba con un túnel de 628 metros -una cifra irrisoria comparada con la longitud actual de 27 kilómetros-, y sus 277 electroimanes permitieron acelerar protones y antiprotones, las partículas de la conocida como antimateria.

Durante el discurso inaugural del protón-sincrotrón, el diplomático francés trazó el espíritu que ha marcado la investigación del laboratorio durante las últimas décadas. "Se reunirán en el CERN científicos de todos los Estados miembro y trabajarán en una misión completamente pacífica e imparcial, unidos por la misma pasión de conocimiento y sujetos a reglas iguales de integridad intelectual"**, relataba. Siendo director del consejo también negoció con Francia la expansión del laboratorio más allá de los límites suizos. El acuerdo firmado en 1965 recoge el entusiasmo mostrado por Rose, al decir que "la ciencia no conocía fronteras".

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El sincrociclotrón, construido en 1957, fue el primer acelerador de partículas de Ginebra. Fuente: CERN

La apertura del protón-sincrotrón no dejó en desuso el viejo sincrociclotrón de 600 meV. Éste comenzó pronto a generar haces de partículas para experimentos como ISOLDE, un ejemplo de cómo el CERN ha cambiado por completo nuestra vida. Sus resultados han conseguido desarrollar la hadronterapia, un nuevo tratamiento contra el cáncer basado en el uso de partículas pesadas cargadas (protones e iones pesados) que podría sustituir a la radioterapia convencional. La mayor ventaja de la terapia con hadrones se basa en una mejor distribución de la dosis, ya que se reduce considerablemente su aplicación sobre los tejidos sanos, localizándose fundamentalmente sobre la región del tumor.Sus investigaciones han mejorado la detección y el tratamiento del cáncer

No son las únicas aplicaciones que presenta la física en la investigación contra el cáncer. El estudio de la materia, y en particular, la detección de nuevas partículas, han conseguido extraordinarios avances en imagen biomédica. Y es que más allá de la mera curiosidad humana, el trabajo desarrollado en Ginebra ha permitido superar las fronteras de nuestra imaginación, como soñara François de Rose en la década de los cuarenta.

El desarrollo de tecnologías combinadas, como la tomografía computerizada (CT) o la tomografía por emisión de positrones (PET), fue posible gracias al trabajo del cientifico David Townsend. La técnica, ampliamente utilizada en medicina, se basa en los sistemas de detección de partículas con los que cuenta el CERN. Es decir, la investigación que en un principio iba a mostrar el lado más desconocido de la materia hoy nos permite diagnosticar de forma precoz y tratar de manera más precisa tumores malignos.

François de Rose
La física nuclear, con experimentos como ISOLDE, no sólo ha permitido generar conocimiento, sino que también cuenta con grandes aplicaciones biomédicas. Fuente: CERN

El túnel que transformó el mundo

Pero si por algo era conocido Rose era, sin duda, por su visión estratégica de la ciencia. En una de sus últimas visitas al CERN, cuando la crisis económica golpeaba con fuerza, el diplomático afirmó que "si Europa permanecía unida, era capaz de hacer grandes cosas". Otro ejemplo de ese potencial sucedió en marzo de 1989, cuando Tim Berners-Lee desarrolló el hipertexto y la World Wide Web para su aplicación en el CERN.

El físico británico concibió la idea de la World Wide Web como un sistema de información distribuida, basándose en los cimientos que hoy sustentan la web: el lenguaje HTML, el protocolo HTTP y las URLs. El nacimiento de la WWW y su posterior difusión pública en 1993 cambiaron por completo el mundo. En la celebración de su centenario, François de Rose comentó que se enorgullecía de que los "principios de paz, progreso y universalidad" que crearon la entidad siguieran vigentes años después. La red de redes es, sin duda, una buena muestra de cómo aquel centro dedicado a la física de partículas ha transformado la sociedad.

François de Rose
CERN

La reactivación del LHC durante esta semana vuelve a situar al CERN a la vanguardia científica y tecnológica. El anillo circular de 27 kilómetros en el que hoy se ha transformado regresa para colisionar partículas a unas temperaturas mil veces superiores a las alcanzadas en el Sol. Tras detectar una partícula consistente con el **bosón de Higgs en 2012, la entidad impulsada por François de Rose afronta ahora nuevos desafíos.

Resulta difícil predecir los descubrimientos que logrará el CERN durante los próximos años. La reapertura del LHC quizás nos permita conocer más acerca de la materia oscura y mejorará la gestión del big data, aunque como explica el físico y Premio Nobel Carlo Rubbia, "cuando miras al otro lado de la Luna no sabes lo que hay y puedes descubrir nada o quizás resultados fantásticos".

Probabablemente, aquel joven francés no se imaginaba que sus gestiones conllevarían el nacimiento de Internet o la llegada de nuevos avances contra el cáncer. Cuando se cumple justamente un año de su fallecimiento, resulta imprescindible recordar a François de Rose, el diplomático que impulsó el mayor laboratorio de física de partículas del mundo. Su extraordinaria visión, sin duda, aceleró el futuro.

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