Daido Moriyama, autorretrato. Fuente: Robbecker

A sus 73 años, Daido Moriyama tiene el privilegio de formar parte del selecto grupo de grandes fotógrafos japoneses a través de una obra nada habitual en este género. Un artista que irrumpió con fuerza en una cultura fotográfica japonesa muy recta, seria y extremadamente convencional. Moriyama sintió una atracción enfermiza hacia la inhumanidad de las grandes urbes, la vida a contrarreloj de sus habitantes y los profundos cambios que experimentaba su país tras la 2ª Guerra Mundial.

A pesar de comenzar como grafista, muy pronto se interesó por la fotografía, influido por sus maestros Takeji Iwamiya y Eikoh Hosoe. Fue en 1961 cuando arrancó su carrera fotográfica al trasladarse a Tokio e ingresar en la prestigiosa agencia VIVO, que poco después se disolvería, aunque la capital de Japón se convirtió a partir de entonces en la gran protagonista de su obra.

Lo cierto es que Japón se encaminaba hacia nuevos y pudientes horizontes. Tokio sufría una fuerte urbanización y un desarrollo económico sin precedentes, lo que provocó impactantes cambios sociales en sus calles. Fue un momento que coincidió con la llegada de Moriyama a la ciudad y que pronto resultó en una conexión indestructible entre la urbe y el fotógrafo. Su obra transmitió una fuerte personalidad contestataria Un amor eterno que ha durado hasta nuestros días, un sentimiento irresistible que le obnubiló con cada cambio, con cada novedad en la ciudad. Además, al otro lado del charco, las obras de un irreverente William Klein le animó a experimentar con la “no técnica”: renunciar a la composición y a las normas establecidas para confiar en la naturalidad y desorden de las calles. De hecho, en su primer libro publicado en 1968, Moriyama se adentró en los estratos más bajos del Tokio industrial, con clubes nocturnos donde se reunió con artistas, prostitutas y mafiosos de la Yakuza, todos ellos conectados a través del sexo y el alcohol. El lado más oscuro del creciente desorden de la capital.

Durante la década de los 60, Moriyama formó parte de un grupo de fotógrafos de izquierda que fueron muy críticos con la creciente occidentalización de su país por la influencia de los Estados Unidos. Todavía en un estado de posguerra, el artista realizó numerosas fotos de filas interminables de productos americanos en los supermercados japoneses. Fueron momentos de una gran contestación social frente a Occidente y que se reflejó en su forma de entender la fotografía. Eran imágenes llenas de ruido, borrosas y desenfocadas, que representaron los frenéticos y fuertes cambios de la sociedad japonesa. También era una especie de actuación contestataria que se reflejó en la revista Provoke, que a pesar de su corta vida, marcó profundamente la cultura fotográfica japonesa. Su lema era toda una declaración de intenciones: “fotografías provocativas por el bien del pensamiento”.

Stray Doy, por Daido Moriyama. Fuente: Icp
Stray Doy, por Daido Moriyama. Fuente: Icp

Las figuras humanas desdibujadas y la abstracción radical de su obra experimentaron probablemente su punto más álgido con la fotografía más famosa de Moriyama: Stray Dog, de 1971, todo un símbolo tanto para la cultura japonesa de la posguerra como para el propio artista. Pero a partir de la década de los 80, su estilo comienza a suavizarse, a volverse menos contestatario y a experimentar con formas más nítidas. Ejemplo de ello es la serie Tights, en la que fotografía, a corta distancia, piernas de mujeres cubiertas por medias de rejilla. Trabajo en el que se entremezclan lo abstracto con un cierto contenido erótico.

Es un fotógrafo de sobra admirado, ganador del Premio a Mejor Fotógrafo del Año por la Sociedad Fotográfica de Japón en 1983, el Premio de Arte Mainichi en 2003 o el galardón en reconocimiento a su trayectoria por el Centro Internacional de Fotografía, en 2012.

Las obras de Daido Moriyama se muestran en muchas de las principales colecciones de fotografía del mundo. El Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Centro Pompidou de París o el Museo de Bellas Artes de Boston albergan, entre otros, las imágenes que mejor captaron la ebullición de la sociedad japonesa de la época.

Por orden de aparición:

-Theatre Photo.
-Tights.
-Majorette.
-Kyoky Erotica.
-Ikebukuro.