Año tras año, el Consumer Electronics Show es una de las ferias que más esperamos. Todas las grandes compañías del sector –excepto Apple y Google– están presentes en dicha feria. Algunas con más novedades, otras con menos; pero hacen acto de presencia y siempre nos sorprenden con algún que otro producto disruptivo.
Este año, en cambio, la historia no ha sido así. El CES 2015 ha sido uno de los menos relevantes de los últimos años. Sí, hemos visto decenas de nuevos productos, de nuevas tendencias y de nuevos proyectos, pero la gran mayoría de ellos carecen de ese factor sorpresa capaz de dejarnos boquiabiertos. Se echa en falta más innovación, más riesgo, más curiosidad y más “adrenalina geek”, algo que sí veíamos en anteriores ediciones de la feria.
Para ejemplificar esto podemos utilizar a Samsung. La compañía ha presentado numerosos productos, todos ellos muy interesantes, como el SSD T1 o las televisiones SUHD con Quantum Dots; pero ninguno nos ha sorprendido en exceso. Ninguno nos ha dejado con la boca abierta. Tan solo son evoluciones lógicas de productos que llevan definidos varios años. Nada del otro mundo.
Lo mismo podemos decir, por ejemplo, de Sony, LG y compañía. Sí, todos sus productos son geniales y suponen un paso hacia delante respecto a generaciones anteriores, pero no dejan de ser cosas que ya conocemos. No hay riesgo, no hay innovación, no hay sorpresa, no hay algo que nos provoque curiosidad e intriga por saber más o por probar dicho producto.
Paralelamente a esta falta de “factor sorpresa”, una de las causas de la pérdida de relevancia del CES ha sido la ausencia de grandes anuncios. Esta feria siempre se ha caracterizado por albergar grandes anuncios, pero en los últimos años –especialmente este año 2015–, estos han brillado por su ausencia. Las compañías cada vez reservan más productos para sus eventos propios, algo que perjudica enormemente a ferias como el CES, el Mobile World Congress o IFA.
Nuevamente, un ejemplo perfecto de esta conducta es Samsung, quien ha organizado eventos propios en varias ocasiones con el objetivo de presentar grandes productos (como el Samsung Galaxy S5, las Samsung Galaxy Tab S… etc.). Se guardan así los ases en la manga, logran atraer todos los focos hacia ellos y provocan una pérdida de interés general por las ferias de electrónica.
Otra de las causas que han provocado esta pérdida de relevancia e interés es el momento de transición que vivimos. Hasta ahora, los smartphones y las tablets han sido las estrellas de las ferias tecnológicas. El juego estaba permanentemente en ese sector, y se basaba en mejorar esos productos en todas las áreas posibles. Pero en los últimos meses estamos viendo como, poco a poco, los smartphones y las tablets están siendo desplazados por nuevas tendencias más frescas, como el Internet of things, las casas inteligentes, los coches inteligentes, los wearables, la realidad virtual… El problema es que todas esas tendencias aún no están definidas por completo. Todos los fabricantes están aún improvisando y tanteando el terreno de forma tímida para evitar el fracaso, lo que mata por completo la frescura y la innovación que tanto reclamamos en ferias como el CES.
Este año, lo interesante no estaba en los grandes fabricantes
Curiosamente, esa frescura y esa innovación que echamos de falta en las grandes del sector, sí la encontramos en compañías más pequeñas que han estado presentes en el CES 2015. Compañías centradas en la impresión 3D, en drones, en accesorios para nuestros gadgets actuales… Productos de menor calibre que los que suelen atraer los focos, pero mucho más sorprendentes e interesantes.
En ese sentido, el CES 2015 se ha mantenido intacto. *Miles de pequeñas startups intentaban llamar la atención junto a los grandes halls* de las más importantes del sector. Buscando inversión y repercusión. Llenas de frescura y de ideas. Todo lo contrario que los (relativamente) oxidados Samsung, Sony, LG y demás.
Este CES 2015 se ha caracterizado por ser seguro, sin incidentes, sin sorpresas y aburrido. Por ello, reclamamos más riesgo, más adrenalina, más interés, más intensidad y más frescura. En resumen, lo que reclamamos es que el CES vuelva a ser el divertido Audi R8 o el Ferrari 599 GTB Fiorano que era antes**, en lugar del aburrido, seguro y monótono Rolls Royce que es ahora.