Mientras Google deja morir sus experimentales Google Glass, mero gadget para lucir en tu avatar de Twitter, Sony ha decidido sacar unas gafas inteligentes denominadas SmartEyeglass que lucen sencillamente horrorosas, lo más parecidas al objeto de risas e insultos de nuestra infancia: negras, gruesas y con un controlador enorme colgando de ellas. Sony está cometiendo un gran error.
El porqué de la tecnología invisible
En los últimos años la sociedad ha adaptado la tecnología en su vida de forma vertiginosa, es accesible y casi un producto indispensable para cumplir nuestros deseos personales. Móviles, tablets, ordenadores... es tecnología diseñada por y para el consumidor, de ahí que los productos tecnológicos no sólo están desarrollados para resolver problemas o facilitar nuestras tareas. Tienen también, debido a esta gran adopción, funciones no técnicas: estética y simbólica.
La tecnología tiene funciones no técnicas como la belleza
Más allá de la indispensable adecuación del producto tecnológico entre función y forma, se busca la estética del mismo a través de sus formas, colores y texturas. Entre dos productos de iguales prestaciones técnicas y precios, se elegirá normalmente el más bello. No es extraño incluso que, en algunos casos como en prendas y coches, la belleza pueda primar sobre las consideraciones prácticas.
Tras hacerla accesible y útil para todo el mundo, es lógico que los fabricantes tecnológicos intenten mejorar y desarrollar sus productos en esta función no técnica, ya que será una parte importante de la premisa de compra de sus consumidores.
Cuando se fabricaron los primeros coches se atendía a su rendimiento, función técnica y forma. Superada esa barrera empezaron a ser objetos estéticos e incluso símbolos de estatus para las firmas que mejores coches fabricaban. Lo mismo está pasando con las tecnología que incorporamos a nuestras vidas: hace años se atendía a la forma y a la función técnica, pero hace mucho que superamos esta barrera, y la acogida de la tecnología hace que busquemos algo más, un sentido estético y en última instancia: invisible.
Crónica de una muerte anunciada
Recuerdo, tras el lanzamiento para desarrolladores de las Google Glass, el aluvión de información y avatares de gente vistiéndolas que hubo. Era increíble poder tener un "ordenador" en tus ojos, algo sacado de las películas de ciencia ficción, el sueño de muchos geeks. Pero la tecnología no es eso ya, tal vez lo fuera hace años, pero ya no es objeto de consumo de una minoría entusiasmada por las capacidades técnicas de la tecnología.
Queremos tecnología invisible, no queremos tecnología intrusiva y que nos haga parecer alguien extraño por la calle. Por eso las Google Glass eran un experimento para desarrolladores, piénsenlo, unas gafas con cámara... ¿Quién se sentiría cómodo al hablar con alguien que vista esas gafas? La primera impresión de alguien que se dirija a ti con ellas no es muy buena. Era un experimento de Google, ha quedado ya patente, algo de prueba destinado a los cuatro entusiastas que querían probarlas. Por eso no será parte de nuestro día a día, hasta que logren dar lo que los usuarios pedimos.
Sony y su extravagante apuesta
En pleno declive de las Google Glass, la compañía nipona ha tenido la "brillante" idea de sacar sus propias gafas inteligentes. Son más aparatosas que las Google Glass y encima lucen más feas, diría que incluso se cargan el look futurista de las Google Glass. Es como un intento de trasladar las funciones de unas smartglass a unas gafas normales, pero llevado a cabo de una forma nefasta.
Sony repite errores del pasado, queremos algo bello y no intrusivo
¿Qué sentido tiene esta vez repetir el fallo —agravarlo más bien— de las Google Glass? Es comprensible que las Google Glass sean intrusivas, estén lejos de ser tecnología invisible o que su aspecto cree controversias. Era el primer intento de hacer algo así, por lo que todos los esfuerzos estaban destinados a su función técnica.
Pero han pasado ya muchos meses desde su lanzamiento, tiempo que tendría que haber sido suficiente para que Sony desarrollase una alternativa superior y más "invisible" que las Google Glass.
Este no es el camino, los consumidores queremos funciones y prestaciones cada vez más altas, pero sobre todo, que no nos de vergüenza usarlo, sino que nos resulten agradables y bellos. Al igual que nos sentimos complacidos conduciendo un buen coche, también queremos obtener lo mismo con la tecnología que incorporamos en nuestro día a día. Algunos fabricantes lo han comprendido y están enfocando sus productos tecnológicos a ser objetos de estatus y moda, otros siguen anclados en los 80 repitiendo los errores de otros.