Parece una tendencia actual para muchas operadoras: reservar parte de la banda ancha contratada por el usuario y aprovechar esta para crear redes WiFi de gran cobertura a las que puedan conectarse otros clientes de dichas operadoras cuando estén fuera de casa. Sobre el papel, parece una buena idea, pues amplia las posibilidades de los usuarios de tener acceso a la red incluso en aquellos lugares donde ésta no existe, pero ¿realmente se trata de una fórmula win-win para ambas partes?
Lo cierto es que esta tendencia no es nueva y muchas operadoras están viendo en 'compartir la red' de sus usuarios una forma de prestar servicios adicionales para que sea más atractivo optar por una u otra. De hecho, ONO ya puso en marcha esta iniciativa vía actualización de firmware de los routers de sus clientes mediante en cual se reservan hasta un 10% del total del ancho de banda para ofrecer WiFi gratuito y abierto en ciudades como Alicante para los que ya son clientes de ONO, manteniendo eso si, la red del usuario privada.
Jazztel parece ser el último en querer unirse a esta tendencia destinando parte caudal de red que recibe el cliente para ofrecer servicio gratuito a hasta 5 usuarios simultáneos y clientes de la operadora por cada punto de conexión de forma totalmente gratuita. ¿El problema? No existe petición alguna de permisos al cliente del que se reservan parte de la banda ancha contratada y por la que paga religiosamente todos los meses, bajo la excusa de que tendrá disponible acceso WiFi gratuito en otros puntos de panorama nacional cuando el despliegue esté completo, algo que no parece haya sentado demasiado bien a parte de sus clientes actuales.
¿Bueno para ambas partes o solo para una?
Para los clientes de ADSL con banda ancha limitada puede ser un problema
Ahora se abre el interrogante si efectivamente este tipo de servicios suponen un win-win para operadoras y usuarios o al final se queda en una pérdida de banda ancha de clientes que nunca utilizarán la conexión WiFi fuera de sus hogares por la sencilla razón de que desconocen el servicio o su conexión móvil es suficiente, restando parte de la ya limitada banda ancha que se ofrece en España fuera de los núcleos urbanos en los que está disponible la fibra.
Más allá de limitar el ancho de banda del usuario, los principales problemas vienen por dos cuestiones. La primera, el usuario tiene que aceptar si o si este servicio, puesto que ni existe una petición formal de consentimiento más allá que que la letra pequeña del contrato -y esto para los nuevos clientes-, ni existe forma de no querer formar parte del programa, al menos en el servicio que presta ONO.
El segundo problema es convertir parte de la red del usuario en pública. No digo que esto suponga una perdida de privacidad puesto estas redes compartidas parece que se hacen a nivel de router por lo que en ningún momento existe acceso directo alguno a la red del usuario, pero si una sensación del falta de privacidad para buena parte de los clientes actuales, que sienten que tener su red abierta supone una pérdida de seguridad de los datos que circulan por la red, aunque en extremo no sea así.
La solución pasa por preguntar al usuario si quiere y acepta o no el servicio
¿Cúal es el término medio? Una forma muy sencilla de ofrecer este servicio y a la vez garantizar a los usuarios sus derechos como clientes y consumidores es informar adecuadamente de las condiciones del mismo, sus pros y contra y su funcionamiento; y lo más importante: no obligar a los usuarios a formar parte de él. Con la simple posibilidad de que sea el usuario el que elija si quiere o no unirse al servicio y compartir su red, sería suficiente. O al menos dar la posibilita de desactivarlo, algo en lo que parece ya está trabajando Jazztel.
Al fin y al cabo ya que es el usuario el beneficiado y perjudicado por este tipo de servicios, que menos que preguntarle si quiere o no disfrutar de él, y en caso afirmativo ofrecérselo de forma adicional como ya hacen otras compañías como FON.