"Yo soy yo y mis circunstancias" decía Ortega y Gasset. Aunque tal vez, a día de hoy, sea más conveniente cambiar las circunstancias por "privacidad en la red". Lo que nos rodea se ha diluído entre unos y ceros y ahora forma parte de un ente llamado internet que tiene un código no escrito propio y al que cada país pretende poner coto a su manera.

Internet nos ha proporcionado algo que nadie había conseguido: Igualdad Algo complicado pues nunca antes el ser humano ha tenido algo semejante ante sí. De todos modos yo me pregunto si una regulación es necesaria. Hemos creado algo etéreo que se rige por sus propias leyes y que es común a todas las personas, sin importar su color de piel, su religión o su idioma. Puede que sea una de las pocas cosas transversales a la humanidad, sin tener en cuenta las enfermedades.

La regulación de la que hablaba antes viene propiciada por la cantidad de información que actualmente se puede extraer de cada individuo gracias al Big Data. Datos como los hábitos de consumo, los hábitos de navegación, las comunicaciones, las amistades, las fotografías...Todo es susceptible de ser capturado, almacenado, analizado y controlado por el gobierno o una empresa. De hecho ya hay empresas que lo hacen. Google reconoció leer los correos de sus usuarios, Facebook sabrá las webs que visitas para ofrecer más y mejor publicidad y Yahoo pretende fomentar una experiencia "más personalizada" controlando todo lo que haces. Internet cambia a cada minuto y con ello debería cambiar el concepto de intimidad Está claro que estos tres ejemplos, según las circunstancias actuales, son una clara violación de nuestra intimidad pero, ¿y si nuestras circunstancias fueran otras? Pongamos por caso podemos ver qué pasa dentro de diez años. Imaginemos una sociedad bastante similar a esta, igual con más coches eléctricos, donde internet es el nexo de unión de todas las cosas. ¿Y qué ocurre con nuestra privacidad? Pues que se ha visto sustituida por la "comodidad conveniente". Las neveras, gracias al análisis que hacen de los productos que consumes, pueden pedir directa y automáticamente más suministros a nuestro supermercado de confianza sin que nosotros tengamos que hacer nada; las televisiones emitirán el contenido que más nos guste de acuerdo a nuestros hábitos de visionado y películas favoritas; las redes sociales nos sugerirán contenidos, amistades y productos de nuestro agrado según nuestro género y edad... Un momento, esto me suena.

Tal vez lo que nos espera no sea tan malo como parece. Sí, las empresas nos conocerán casi mejor que nosotros mismos, pero ¿qué obtendremos a cambio? Un estudiante holandés consiguió 350€. Quizás es demasiado poco pero, ¿qué otros beneficios podríamos obtener? Un artículo del diario británico Daily Mail aseguraba que los ingleses pasaban 18 días al año comprando, esto es, claro, un sumatorio de las horas que usan para esta tarea. Más de dos semanas vagando por centros comerciales e hipermercados, no se tú pero yo prefiero hacer otras cosas. La eficiencia es un beneficio colectivo que todos deberíamos tener en cuenta Lo del tiempo recuperado y mejor invertido puede ser un argumento que no atraiga a mucha gente ya que si no lo gastan comprando lo pueden gastar en cualquier otra cosa totalmente no productiva, pero al fin y al cabo es tiempo propio. Sin embargo otro de los beneficios del Internet del Big Data es, por ejemplo, una mayor eficacia a la hora de predecir y distribuir productos. Esto es, mejor aprovechamiento de los recursos a la hora de fabricarlos, con el consiguiente ahorro y la no generación de residuos por exceso, la mejor logística lo que reduce costes de envío y además evita mayor polución.

Evidentemente nuestros datos no pueden ser de libre acceso y no todos pueden requerirlos. Una empresa puede ofrecernos un beneficio en retorno de nuestra información, siempre y cuando nosotros así lo consideremos. Pero ¿y un gobierno? El estado sabe más de nosotros de lo que queremos que sepa y, amparándose en leyes que él mismo puede crear, no tendría que revelar las intenciones por las cuales requiere nuestros datos. Puede que sea un argumento extremadamente liberal pero, en este caso, creo que el estado es el último que debe conocer los datos de los ciudadanos ya que: no aporta la infraestructura, ni el servicio, ni el valor añadido. Al menos Google, me ofrece correo "gratis".