La constelación de Orión es quizás una de las más conocidas e increíbles del cielo. También conocida con la denominación de "El Cazador", se trata de una de las constelaciones más fáciles de visualizar por los aficionados a la astronomía.
En la constelación de Orión también pueden identificarse algunos objetos interesantes, como las tres estrellas que forman parte del cinturón de Orión o la conocida Gran Nebulosa M42. Su observación es posible desde los dos hemisferios, por lo que es una de las más famosas en los cielos nocturnos.
Cuando observamos las estrellas, en realidad nos encontramos mirando el pasado, por la increíble distancia que nos separa de ellas. Algo similar ocurre con la constelación de Orión. Pero quizás un hecho no tan conocido son los efectos visuales que se esconden en estos conjuntos estelares.
La inexistente forma bidimensional de Orión
A menudo se suelen asociar determinadas formas geométricas a las diferentes constelaciones que vemos en el cielo nocturno. El objetivo no es otro que trazar en nuestra imaginación los dibujos de las distintas estrellas, con el objetivo de visualizarlas de manera más sencilla.
En este formato bidimensional, la constelación de Orión se asemeja a un "reloj de arena", coronado por las estrellas Betelgeuse y Bellatrix, soportado a su vez por otras dos brillantes estrellas, Rigel y Saiph. Su geometría recordaría en cierta manera a un guerrero alzando su garrote, y protegido a su vez por sus "perros de caza", Canis Maior y Canis Minor.
¿Existe en realidad esta estructura bidimensional o no son más que meras elucubraciones de los seres humanos para visualizar mejor el cielo? Como podemos comprobar en el siguiente vídeo, las estrellas no están tan cerca como podríamos pensar, sino que la forma tridimensional de la constelación de Orión cambia por completo según la perspectiva desde la que miremos:
La próxima vez que observemos el cielo, seguro que no veremos a la constelación de Orión con los mismos ojos. Su cambiante estructura tridimensional refleja el engaño visual al que en cierta manera estamos obligados, con el objetivo de poder diferenciarla de otros conjuntos de estrellas en el Universo.