Finalmente, la nueva generación de consolas ha llegado. Primero fue la Wii U de Nintendo, que toma el concepto que hizo exitosa a su antecesora y le suma un nuevo tipo de control y gráficos más modernos. Más tarde les tocó el turno a Sony y Microsoft, que jugaron con el tiempo de hacer anuncios definitivos sobre sus consolas. Los primeros datos de la Xbox One tuvieron tan poca aceptación en el público gamer que Microsoft se vio obligado a modificar gran parte de lo que tenía pensado para esta nueva generación. La Playstation 4 ganó más atención al ser comparada con las política de la Xbox One que por innovación propia.
Y es justamente la innovación lo que parece faltarse a esta nueva generación de consolas de lo que se desprende la duda: ¿puede llegar a ser la última, por lo menos con el concepto de consola que conocemos hasta ahora?
La generación conservadora
Esta generación pareciera llegar temprano. Mientras en la anterior todo parecía nuevo (el juego online, los gráficos en alta definición y la novedad en jugabilidad de la Wii) en esta ocasión las tres compañías, quizás conformes con el negocio que había hecho con sus anteriores modelos (Sony y Microsoft vendiendo 80 millones de unidades cada una, Nintendo superando las 100 millones de ventas) optaron por una política de continuidad. En la next-gen hay más de los que nos gustó de la anterior, pero esto justamente les resta atractivo.
Nintendo queriendo extender el éxito de Wii presentó su nuevo control al estilo tablet que pretendía traer una nueva innovación a la industria de los videojuegos. La propuesta no convenció, y la Wii U le debe sus ventas a los títulos propios de la compañía que tantos fans tiene, pero claro, mucho menos que las 100 millones de personas que habían comprado el anterior modelo.
Sony ha decidido enfocarse en los videojuegos y poco más. Hoy en día las consolas se han convertido en un acompañante del televisor, funcionando como centro multimedia. La Playstation 4 casi que ignora esto y promete una consola "de gamers, para gamers".
Microsoft ha tomado una decisión diferente a la de Sony. La Xbox One quiere ser el centro multimedia de tu hogar, incluso si eso significa sacrificar potencia para los videojuegos. Microsoft quiere explotar al máximo su base de consumidores, mayormente en Estados Unidos, ofreciendo una solución para ellos. La inclusión por defecto de Kinect puede verse como una apuesta arriesgada, pero son pocos los títulos que utilizan esta tecnología y el reconocimiento de voz deja mucho que desear como método de control.
¿Hubo avances? Por supuesto. La integración online y la capacidad de compartir la experiencia en un videojuego con otras personas, como la integración de fábrica con servicios de streaming como Netflix, considero que es algo que suma pero sigue siendo algo periférico a la decisión de comprar una consola de nueva generación o no.
El salto gráfico no es tan importante como los anteriores. Las nuevas consolas no llegan, o llegan por muy poco, a ofrecer una resolución 1080p, la que esta presente en la mayoría de los televisores modernos. Más importante aún, la jugabilidad parece ser igual que la de la consola anterior. Desde el control que introdujo la Nintendo Wii que no vemos una innovación realmente importante en este aspecto.
La amenaza externa
Entre 2005 y 2007, años que fueron lanzados los anteriores modelos de Microsoft, Sony y Nintendo, el panorama tecnológico era muy diferente. Hoy en día contamos con smartphones, tablets, centros multimedia, televisores con conectividad y tablets. Han pasado varias generaciones de estos dispositivos, y cada vez están más presentes, y son más potentes.
Android y iOS constituyen una clara amenaza a el reinado de las consolas como centro de entretenimiento. El ecosistema de aplicaciones de ambos sistemas ha evolucionado significativamente en los últimos años y el catalogo de videojuegos no se quedó atrás. Google y Apple cuentan con dispositivos diseñados para extender las funcionalidades del televisor, ¿qué pasaría si deciden desembarcar en el mundo de los videojuegos de lleno? La base de usuarios con la que contarían sería muy grande, como el atractivo de los consumidores hacia una nuevo dispositivo que realmente innove y sepa utilizar los gadgets con los que contamos hoy para ofrecer una experiencia completamente nueva.
Ni siquiera es necesario que esta decisión venga de los grandes jugadores. El movimiento indie de videojuegos representa una porción cada vez más importante de esta industria, ¿cómo se explica si no que todos conozcamos que es Minecraft o Super Meat Boy? Esta alteración que ya se produjo en el software puede producirse en el hardware, gracias a la existencia de sistemas de financiación colectiva o crowdfunding que permiten la realización de ambiciosos proyectos en gran escala.
SteamBox, ¿hacia un nuevo concepto de consolas?
Una de las características que han compartido todas las consolas, de todas las generaciones y de todas las compañías, es que han sido sistemas cerrados, con ecosistemas igual de cerrados. Valve podría llegar a modificar esto para siempre.
Si bien la consola de Valve, cuyos prototipos llegarán pronto, está diseñada para funcionar en un principio con su tienda, Steam, como pilar de la experiencia, comparte más la filosofía de un computador que de una consola: puedes modificarla a tu antojo.
¿Cambiar el hardware? Se puede. ¿Instalar otro sistema operativo? También. ¿Qué cualquier individuo o empresa desarrolle su propia SteamBox? Es una posibilidad.
Con esto que quiere introducir Valve en tu sala de estar se podrían estar fusionando dos universos completamente ajenos, por lo menos hasta ahora: el de las consolas y los centros de entretenimiento, con el de los proyectos de hardware y software abierto a modificaciones por parte de los usuarios. De esta manera estamos, quizás, ante la última generación de consolas, por lo menos con el concepto de consola que teníamos hasta ahora.