Hace tan sólo unos días tuvimos la oportunidad de probar las nuevas generaciones de consolas en las que Microsoft y Sony han estado trabajando durante los últimos años. Su llegada a los mercados de medio mundo es inminente, es por ello que hemos decidido realizar una comparativa de ambos controles, pieza clave en las dos nuevas consolas, basándonos en los datos objetivos pero también en nuestras propias impresiones tras jugar durante varios días.
La batalla por saber cuál será la mejor consola de nueva generación del mercado está muy equilibrada, y el éxito de una u otra dependerá de los pequeños detalles visuales, de tacto, familiaridad, potencia o comodidad. Los controles son una de estas piezas clave, sin ir más lejos, estos pequeños instrumentos son los encargados de conectar nuestro cuerpo con los videojuegos directamente pasando por la consola, algo así como los neumáticos de un coche, tu vehículo puede ser todo lo potente, bonito o caro que quieras, pero sin unos buenos neumáticos estás acabado.
Durante la Madrid Games Week celebrada la pasada semana en la capital española, mis primeros pasos se dirigieron al stand de Sony, tenía ganas de volver a probar los controles de la PS4, controles que me habían expresado pocas cosas durante mi visita a la IFA 2013 en Berlín. Sin tantas prisas, colas o distracciones, jugando con comodidad a lo largo de todo un fin de semana pude llegar a sentir parte de lo que Sony nos quiere expresar con su nuevo control.
DualShock 4 - Familiaridad elevada a la máxima potencia
Lo primero que pensé al tener los controles en la mano era por qué Sony había decidido seguir con unas líneas incluso más redondeados que su antecesor si la PS4 era una consola diseñada con líneas inclinadas de aspecto cortante. Me chocó, pero eso no quiere decir que no sean bastante más bonitos que los anteriores modelos.
Aunque no es demasiado apreciable desde el punto de vista del jugador, puesto que están más enfocados en ayudar a la consola, las luces que podemos encontrar en la parte superior de los mandos no aportan sólo un toque más futurista al control sino que permite a la consola reconocer quién tiene el mando en cada instante para así por ejemplo, en las acciones donde dos jugadores compiten a la vez a pantalla compartida y alguno de ellos cambia de posición, la consola ajusta de forma natural la pantalla determinada a cada jugador.
El panel táctil es otra de las grandes novedades del DualShock 4, pero por desgracia su utilidad no está muy bien definida a estas alturas. De toda la amplia gama de videojuegos que probé en la PS4 apenas tuve que usar el panel táctil un par de veces para acciones prácticamente sin importancia. Con el tiempo, los desarrolladores irán incluyendo seguramente funciones más innovadores en sus juegos para que sean aprovechadas por este panel, pero a día del lanzamiento poco podemos extraer de ello.
Dos de los elementos que más me han gustado del nuevo mando es tanto el altavoz incorporado, perfecto para los pequeños sonidos que no captas desde el televisor por su lejanía pero que escuchas cerca del oído a través del mando, y el botón de compartir situado en la parte frontal desde el cual los jugadores podrán grabar partidas y capturar videos o pantallas para enviarlos directamente a nuestros amigos fortaleciendo así la sensación de comunidad que existe en PS4.
La sensación en la mano de los controles es buena, se sienten muy cómodos y ligeros en la mano, tanto que incluso puedes llegar a pensar que son demasiado delicados o poco resistentes, al menos comparados con los controles de Xbox One. Se nota la reducción del lag de lo que vemos en la pantalla comparado con la antigua generación de los mismos, los gatillos traseros tienen un recorrido demasiado corto y el joystick sujeta al dedo perfectamente gracias a su doble círculo, lo que permite que el jugador realice movimientos más precisos de forma rápida.
Controles de Xbox One - Un nuevo comienzo
Tras jugar todo lo posible con la PS4 me pasé hacia el stand de Xbox One, de la que ya tenemos unas primeras impresiones, estaba a un par de pasos de distancia así que la posibilidad de comparar era prácticamente instantánea. Videojuegos como el Forza Motorsport 5 o Ryse: Son of Rome fueron los encargados de ofrecerme toda la nueva experiencia del controlador de Xbox One en mi mano.
De nuevo, lo primero que entra por la vista es el nuevo diseño. Más evolucionado que el del DualShock 4 comparado con su antecesor, los cambios en la forma son mucho más prominentes que con respecto al mando de la Xbox 360 con algunos puntos positivos pero también otros negativos. Es compacto, no me gusta la parte frontal puesto que veo demasiado hueco libre entre los botones, no me aportó la sensación de tener un control en el que se integraban todas sus partes.
La comodidad es algo mejor que en los mandos de la Xbox 360, aunque personalmente no me ha parecido algo demasiado notable, se sienten más resistentes, equilibrados en el peso y ligeros, pero no mucho más cómodos. No me ha gustado la línea cortante en la zona del agarre de los dedos, prefería los bordes redondeados de la anterior generación por comodidad, pero sin duda mejoran el agarre. En la parte trasera se ha eliminado la gran protuberancia de la zona de las pilas, una protuberancia que no se notaba, excepto de forma visual, en la anterior generación de los controles, pero que sin ella estamos más contentos.
En la parte frontal nos encontramos con los botones situados en las mismas posiciones a las que no tiene acostumbrados la compañía estadounidense, un posicionamiento que me parece mucho más útil e inteligente que en el DualShock. Los sticks son mucho más suaves, sus movimientos mucho más precisos y el agarre debido a la rugosidad de los bordes ha sido altamente mejorado.
Posiblemente junto a los sticks lo que más me ha sorprendido de forma positiva del control de Xbox One son los nuevos gatillos traseros. En este nuevo mando se ha incorporado una vibración a los mismos que aportan un nivel de realidad al juego nunca visto. Con diferentes tipos de vibraciones calculadas al milímetro, las diferentes armas, saltos, choques, disparos o baches en la carretera se sienten como si estuviéramos viviéndolos nosotros mismos.