Nací a finales de la década de los setenta y por lo tanto atravesé toda mi niñez por los ochentas, época de absoluto apogeo de la televisión como centro de entretenimiento de hogares y familias en todo el mundo. En aquellas épocas se discutía en círculos sociales sobre la adicción a la TV. Años más tarde, con la popularización masiva de los videojuegos el discurso cambió, ahora los chicos y adolescentes parecían estar adictos a las consolas, al Atari, al Nintendo o a la PC.

Pero lejos quedan los días en que nos llegamos a preocupar con temas como si la TV era un ente que alienaba nuestras cerebros y nos convertiría en una sociedad adormecida incapaz de encontrar entretenimiento fuera de las cuatro paredes de la sala. Poco, poquísimo se habla ya de esos ejércitos de jóvenes incapaces de interactuar con la realidad porque prefieren mirar a sus monitores y jugar videojuegos, realidades apocalípticas inventadas por medios de comunicación que se sentían atraídos por un titular que pintaba un supuesto sicólogo experto en "estos temas".

«Si Pac-Man nos hubiera afectado cuando niños, ahora estaríamos corriendo por cuartos oscuros, masticando píldoras y escuchando música electrónica repetitiva.» – Marcus Brigstocke

Lo de hoy es la adicción a internet. Una simple búsqueda en Google presenta artículos de tinte apocalíptico publicados por medios tradicionales y agencias de noticias de alta reputación, algunos ejemplos:

Todos estas noticias o artículos, aunque muy recientes, parten de estudios realizados con métodos dudosos, hace más de una década, o aseveraciones que carecen de prueba alguna y que rayan en el ridículo. Por ejemplo, el artículo de la revista HOLA asegura que acceder a los chats o la búsqueda de información "patológica" son «rituales que inducen a la adicción» llevando a los jóvenes con el desorden a empobrecer sus relaciones sociales. Considerando que en 2012 la penetración de internet es del 34%, según información de Internet World Stats, deberíamos estar viviendo en una sociedad asocial, encerrada, ermitaña y con serios problemas para relacionarse.

Pero la realidad es otra, a medida que la civilización avanza y nuevas tecnologías son introducidas a la sociedad, los comportamientos varían pero se modifican poco. Seguiremos reuniéndonos de forma presencial para cenar, comer o disfrutar entre familia y amigos. Seguiremos viendo cientos de personas incómodas dentro del bar o la discoteca de moda. Seguiremos haciendo deporte, seguiremos teniendo vidas sociales normales. Si algo ha facilitado el internet es la simplificación para organizar planes entre varias personas.

De hecho, la supuesta adicción a internet (trastornos o desórdenes derivados de la aparición de nuevas tecnologías) no está clasificado como desorden mental en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría. Curiosamente, los defensores de su existencia aseguran que el internet es muy nuevo para ser aceptado. ¿El problema? Internet es una tecnología que existe hace más de cuarenta años.

La combinación de una cabecera con reputación, un titular amarillista y supuestas nuevas tecnologías que no todos terminan de entender es garantía de alarma y semilla para desatar bulos de todo tipo.

Desorden de adicción a Internet (IAD), la broma que se hizo grande

El desorden de adicción a internet (Internet Addiction Desorder o IAD) fue propuesta como una broma satírica en 1995 por Ivan Goldberg, usando la ludopatía como modelo para describir los síntomas y consecuencias. Lamentablemente muchas personas no tienen el detector de sarcasmo afinado y lo tomaron como real.

El objetivo de Golberg, lejos de desatar una ola de comportamientos paranóicos y oportunistas que dicen curar la adicción inexistente, era burlarse de la fascinación de la sociedad con sus propios comportamientos adictivos. Es paradójico que el resultado a largo plazo de la broma malentendida refleja justamente eso: medios de comunicación y sectores de la sociedad obsesionados con desórdenes psicológicos inventados.

En 1997 el mismo Ivan Goldberg profundizó, en una entrevista a Anne Federwisch, acerca del fenómeno causado por su broma, con algunas palabras que aclaran bastante el panorama acerca de la supuesta adicción a internet:

No creo que la adicción a internet exista, de la misma forma que no creo que exista la adicción al tenis, al bingo, o la adicción a la TV. La gente exagera y puede llegar al extremo con cualquier actividad o comportamiento. Llamarlo un desorden es un error.

El miedo a las nuevas tecnologías

Con la popularización del teléfono algunos vaticinaron el fin del contacto personal en las sociedades modernas

Sectores sociales, históricamente, han enfrentado miedos a nuevas tecnologías de las formas más extrañas y curiosas posibles: personas que se ahogarían si viajan en metro, la destrucción evolutiva de las cuerdas vocales con la aparición del fonógrafo o el supuesto fin del contacto personal en las sociedades con la popularización del teléfono son tres argumentos que hoy suenan ridículos pero que en sus respectivas épocas sonaban tan serios y tan preocupantes para algunos como lo es hoy la inexistente adicción a internet.

El avance de la tecnología, la innovación y la popularización de productos o servicios que implican cambios de comportamientos o el nacimiento de nuevas actividades (como lo ha sido internet) conllevan un rechazo por sectores más conservadores que pueden implantar creencias falsas perjudiciales sobre su uso.

Hace no tanto, aproximadamente una década, con la popularización de la telefonía móvil, se podían leer argumentos similares: actitudes supuestamente adictivas con el uso del móvil, después sucedió con los SMS y alguna vez he llegado a escuchar que existe el «fenómeno de adicción a WhatsApp». ¿Conoces a personas que «devoren libros», que lean uno tras otro de forma compulsiva? ¿Alguna vez llegaste a pensar lo ridículo que es tan solo pensar que es adicto a los libros?

El internet no puede generar adicción de la misma forma que la red de telefonía fija de tu país tampoco puede generarla. Es una plataforma sobre la cual existen multitudes de servicios y actividades. Definitivamente hay servicios accesibles por medio de la red que pueden generar adicción (no hay que ir más lejos: a casinos o apuestas online), pero eso no es una adicción causada por el internet. Es, en tal caso, un desorden puntual relacionado a una actividad en particular.