Hacía meses que sabíamos de su existencia de forma extraoficial, y hoy por fin se ha dado a conocer el HTC One Max, la versión -más- grande del terminal que nos enamoró a principios de año. Atendiendo a los rumores previos a su lanzamiento, la expectación generada durante este tiempo ha sido más bien baja, y ni siquiera llega con el sensor de huellas dactilares que popularizó el iPhone 5s le ha valido para ostentar el interés previo que han tenido algunos de sus rivales. Y ahora que ha llegado, lo ha hecho con más pena que gloria, dejándonos fríos a unos cuantos. El análisis de The Verge lo deja claro: "mucho más de lo mismo". Sin haberlo probado, y viendo su hoja de especificaciones, hay cinco aspectos que le dejan en una posición muy poco ventajosa.
Demasiado grande para ser manejable
Ok, los tamaños de los smartphones son un tema superado. Ya no estamos en 2011, cuando Samsung presentó el primer Galaxy Note y nos lo tomamos a broma. Los smartphones de cinco pulgadas en adelante no son una broma, Samsung acertó de lleno y toda la competencia, salvo Apple, ha acabado subiéndose al carro. Pero hay formas y formas. El Galaxy Note 3 es un buen ejemplo de cómo optimizar el tamaño, o el LG G2 un peldaño por debajo en cuanto a tamaño. En la foto superior, donde se comparan Galaxy Note 3 y One Max se ve claramente la diferencia: pese a que la diferencia es de sólo 0,2 pulgadas, la diferencia es notable. Eso en cuanto a diseño. La manejabilidad es baja, ya pasó con el One y el S4, y se repite con sus hermanos mayores. Simplemente, miren donde quedan los límites superior e inferior de ambas pantallas, e imaginen en cuál sufrirá menos su mano.
Ultrapixel
Partimos de la base de que no todos los smartphones envejecen igual. Lo he podido comprobar bien sobre todo este año. Cuando se presentó el HTC One, me encantó ver que un fabricante arriesgaba, innovaba, traía propuestas que no eran más de lo mismo. Lo hizo con su cámara Ultrapixel: sacrificar resolución de las imágenes a cambio de una mayor luminosidad. Pero con el paso del tiempo, admirar esa innovación (que sigo alegrándome de que HTC la tuviera) se transformó en frustración al hacer fotos con el HTC One: cualquier objeto lejano, paisaje, etc, quedaba anulado en las fotos por el escaso detalle capaz de conseguir un sensor de 4,3 megapíxeles. A finales de 2013 se ve de forma distinta, y Ultrapixel se ha convertido en un gracias, pero no.
Adiós al estabilizador óptico
Una de las muchas grandezas del HTC One es conseguir introducir un estabilizador óptico de imagen pese a tener un grosor muy contenido. Unos meses antes lo había hecho el Nokia Lumia 920 resultando un terminal demasiado grueso. Inexplicablemente, y pese a tener mucho más sitio para ubicar sus componentes, el HTC One Max se ha deshecho del estabilizador óptico, lo cual no es una buena noticia. Adiós a uno de los componentes más valiosos hoy por hoy de la fotografía móvil.
Sensor biométrico que se carga el diseño
El diseño del HTC One me pareció y parece superior, es uno de los mejor construidos que hemos visto nunca en cuanto a estética. Su manejabilidad es otra cuestión, pero por la vista entra a la primera. El One Mini sufrió alguna iteración dado su tamaño, siendo la más notable esa especie de bumper blanco de plástico que rodea al terminal. El HTC One Max no tiene este bumper, pero tiene un sensor biométrico que se carga de lleno ese buen diseño (por su parte trasera, claro). Un cuadrado negro, feo, que da la impresión de estar puesto de cualquier manera. Como si se hubiera encargado de él un equipo de diseño distinto al que se encargó del One diez meses atrás. El iPhone 5s demostró que se puede usar este componente sin sacrificar el diseño, de una forma discreta.
Snapdragon 600
El Snapdragon 600 no deja de ser un procesador de segunda fila. En esa larga ristra de smartphones de gama alta Android de 2013, en el que las hojas de especificaciones también van en ristra y parecen clones unas de otras (mismo procesador, misma RAM, casi-idéntica pantalla...), es raro no encontrar uno con el Snapdragon 800. Pero el HTC One Max, que además llega a finales de año, lo es. El motivo viene de Qualcomm, y no de HTC, pero que Qualcomm ningunee a HTC le hace un flaco favor dado su estado, donde cada trimestre empeora sus resultados económicos. El HTC One sí fue un argumento de fe hacia HTC, pero el resto del año ha caminado por el sendero al que nos tiene acostumbrados en los últimos tiempos. Que todo un Qualcomm prefiera negar su procesador estrella al que debería ser el smartphone estrella de HTC es un mal síntoma.