autismo

Camp ASCCA (Flickr)

Hace algo más de un año, en ALT1040 hablábamos de una nueva hipótesis que explicaría el desarrollo del autismo: el crecimiento neuronal excesivo podría estar detrás de este desorden.

Aunque aún no conocemos a ciencia cierta cuál es el origen de este trastorno de la salud mental, descrito por primera vez por Leo Kanner en 1943, la medicina trata de ahondar en las raíces del autismo desde hace años. Y es que no se trata de un trastorno de "todo" o "nada", sino que este desorden muestra una manifestación gradual, de forma que en psiquiatría se habla de espectro autista para referirnos a este trastorno.

Debido a que sus síntomas se relacionan con las capacidades humanas más básicas (el lenguaje y la interacción social), las personas que sufren autismo traen de cabeza a investigadores, profesionales sanitarios y allegados. Además muchos de los síntomas que presentan los individuos autistas pueden observarse también en las generaciones anteriores, aunque a un nivel mucho menor.

¿Cuál es el origen del autismo?

La elevada prevalencia de este trastorno mental (uno de cada 160 niños padece autismo), además de los síntomas característicos de este desorden, provocan que su impacto social sea muy grande.Su prevalencia es alta: 1 de cada 160 niños padece autismo

Por este motivo, conocer cuál es el origen del autismo resulta muy importante para las familias y allegados de los pacientes, motivo por el que se ha convertido en un trabajo prioritario para la comunidad científica.

A lo largo de los años, se han sucedido las hipótesis que tratan de explicar las verdaderas causas del autismo. Aunque se ha llegado a decir que entre los factores no genéticos encontraríamos la utilización de la vacuna triple vírica, no existe ninguna evidencia científica que sustente esta afirmación.

Julien Harneis (Flickr)

Uno de los pilares del desarrollo del espectro autista se basa en un problema de conectividad cerebral, una manifestación demostrada gracias a los estudios realizados mediante resonancia magnética. La disminución del cuerpo calloso, es decir, la reducción del haz de fibras central del cerebro humano, provoca a su vez una limitación importante de la conectividad funcional. Por estos motivos, el cerebro de las personas con autismo no es capaz de integrar de manera suficiente la información que recibe.

¿Cuál es la causa que subyace a esta pérdida de conectividad cerebral? Sabiendo que el autismo es un trastorno que aparece de manera gradual, muchos investigadores llevan analizando desde hace años los posibles factores genéticos asociados al espectro autista. El cerebro no es capaz de integrar de manera suficiente la información

En la expresión de estos genes, también podrían influir ciertas condiciones ambientales. De hecho, los estudios llevados a cabo en los últimos años en gemelos monocigóticos (idénticos) y dicigóticos apuntan a nuestro ADN como principal causa del autismo.

Sin embargo, la identificación de posibles mutaciones o cambios en nuestra información genética, asociada al desarrollo del trastorno autista, no resulta sencilla. Esto es debido a que este desorden es de origen poligénico, es decir, no existe un único gen candidato que determine la aparición del autismo.

Su origen genético, a pesar de ello, parece claro. En palabras de Bru Cormand, investigador de la Universidad de Barcelona, "si un gemelo monocigótico es autista, la probabilidad de que su hermano también lo sea es del 60 al 90%". Este alto porcentaje es un claro indicador de que los científicos deben buscar en el genoma humano las posibles causas del autismo.

Pequeños cambios genéticos podrían causar autismo

Hasta el momento, la mayor parte de estudios científicos se habían centrado en estudiar los cambios de novo que aparecían en el ADN, para relacionarlos con el desarrollo del autismo. Estos trabajos no habían tenido en cuenta, sin embargo, aquellas mutaciones genéticas heredadas que pudieran pasarse de padres a hijos. El origen del autismo podría estar en nuestro ADN

Por este motivo, el equipo de Cormand se ha centrado en el estudio de este tipo de cambios en el ADN, con el objetivo de identificar los genes candidatos que pudieran asociarse con el autismo.

Sus conclusiones han sido publicadas ahora en la revista Molecular Psychiatry. En su estudio, los científicos catalanes han buceado en el ADN de familias que contaban con 2 ó 3 hijos afectados por autismo. Se trata de la primera ocasión en la que la ciencia aborda desde una perspectiva genómica este desorden mental, centrándose en el papel de la herencia genética.

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Kate Raynes-Goldie (Flickr)

De este modo, han conseguido secuenciar y analizar el exoma humano, es decir, la parte del ADN que es finalmente traducida a proteínas. Su técnica ha logrado la identificación de 200 variantes raras, de las que finalmente se ha apuntado a dos genes candidatos (YWHAZ y DRP2), como posibles responsables del autismo.Muchas enfermedades neurológicas comparten una base genética común

Las mutaciones en estos dos genes dan lugar a las conocidas como proteínas truncadas, caracterizadas por tener un tamaño menor a lo normal, y que no suelen ser funcionales en el organismo. Pero además, estos cambios genéticos también podrían estar asociados a otros trastornos, tales como la epilepsia, el retraso mental, la esquizofrenia o el déficit de atención con hiperactividad.

Este trabajo, por tanto, vuelve a poner un poco de luz sobre las causas genéticas que estarían detrás del autismo, señalando además que podría haber un origen común genético con otras enfermedades. Sin duda alguna, este estudio demuestra una vez más la importancia que ya tiene la secuenciación del ADN en medicina.

Epigenética, más allá del ADN

Además de esta reciente investigación sobre la carga genética asociada al trastorno autista, son varios los proyectos que rastrean en el epigenoma nuevas pistas que pudieran explicar el autismo. El genoma y el epigenoma podrían dar nuevas pistas sobre el espectro autista Y es que a pesar de los resultados publicados por Bru Cormand, para muchos científicos las mutaciones genéticas no serían causa suficiente para explicar este desorden.

En ese contexto, la epigenética aparece como una nueva disciplina científica por la cual entender la relación entre la expresión genética y los factores ambientales asociados.

Nuestro ADN se empaqueta de manera eficiente formando unas estructuras denominadas cromosomas, gracias a la ayuda de unas proteínas conocidas como histonas. La modificación química del propio ADN y de estas moléculas proteicas, además de otros parámetros, como la impronta genómica, podrían también estar detrás del desarrollo del espectro autista.

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Algunos de los patrones epigenéticos se heredan, pero muchas otras señales pueden variar en función de las condiciones ambientales. Por este motivo, la regulación del epigenoma es esencial para garantizar la correcta expresión de la información genética. Ambos factores, por tanto, podrían estar detrás de este complejo desorden mental, y la relación entre genoma y epigenoma explicaría la manifestación gradual de este trastorno.

La heterogeneidad del espectro autista, como pone de manifiesto la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), se entiende gracias a los estudios longitudinales que evalúan a un gran número de pacientes afectados. De manera simultánea, esta heterogeneidad también podría ser explicada gracias a los factores genéticos y epigenéticos, que determinarían en buena medida por qué el autismo es definido por una serie de patrones conductuales específicos y por los factores clínicos asociados.El epigenoma es clave para garantizar la correcta expresión de nuestro ADN

Han pasado más de sesenta años desde que la primera edición del DSM considerara al autismo como un simple síntoma de esquizofrenia, y solo desde la década de los ochenta se habla de autismo infantil. Observar la evolución de los exámenes clínicos realizados a pacientes autistas nos hace entender por qué aún no están claras las bases moleculares que provocan este desorden mental.

Sin embargo, los estudios realizados sobre la genética y la epigenética del autismo dan un poco de esperanza a los individuos afectados. Actualmente no existen criterios farmacoterápicos definidos, más allá de las propias intervenciones educativas, psicológicas y nutricionales o el uso ocasional de oxígeno hiperbárico o de fármacos para aliviar síntomas secundarios (agresividad, irritabilidad, ansiedad o depresión).

Por estos motivos, la investigación sobre el espectro autista tiene ante sí desafíos muy importantes: desarrollar análisis preventivos, diagnósticos y terapéuticos adecuados para abordar de manera correcta este desorden. Los estudios genéticos y epigenéticos, en resumen, podrían abrir nuevas puertas para el cuidado de la salud mental.

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