Corría la década de 1950 cuando la OTAN decidía adoptar una resolución por la que se definía el sarín como agente químico. Aquella declaración no impediría, sin embargo, el uso de este tipo de armas en diversas guerras en distintas partes del mundo. Había llegado, por desgracia, la época de los gases nerviosos.
En la historia, está documentada la utilización de sarín en diversas ocasiones. Producido por el ejército nazi en cantidades estimadas de 500 Kg a 10 toneladas, este componente, establecido dentro de los gases nerviosos, ha sido producido y/o utilizado por diversos países, tales como Estados Unidos, la Unión Soviética, Irak o Japón. El último en unirse a la lista de regiones tristemente famosas por el uso de gases nerviosos ha sido, según algunas pruebas, Siria.
La química lucha contra su lado más oscuro
Más allá de los diferentes conflictos diplomáticos y de las víctimas de la utilización de gases nerviosos, la química también emprende su particular lucha contra su lado más oscuro. Y es que además de evitar el uso de este tipo de agentes químicos con acciones políticas, los científicos se afanan por detectar de manera más rápida y eficiente la presencia de gases nerviosos, tales como el sarín.
Con ese propósito en mente, investigadores de Francia y la República Checa han desarrollado un sensor más eficiente y barato, que podría ser un buen arma contra este tipo de gases nerviosos. Su tecnología se basa en el uso del ligando de bipiridina, que cambia de color cuando entra en contacto con el sarín.
En palabras de Timothy Swager, un experto en el desarrollo de sensores químicos que trabaja en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Cambridge, la idea resulta realmente interesante:
Monitorizar la fluorescencia de los cromóforos liberados desde el centro metálico del sensor, produciendo un cambio de color, es realmente innovador
El trabajo de estos científicos, publicado en la revista Chemical Communications, podría ayudar a mejorar la detección del sarín. Y es que la lucha contra estos gases nerviosos también es una máxima de muchos investigadores. Ojalá en el futuro no hagan falta este tipo de sensores, lo que significaría que contamos con una sociedad más humana. ¿Lo conseguiremos algún día?